Las dudas de Valverde

por el 26 septiembre, 2013 • 7:56

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A estas alturas, ya nadie se cuestiona por Bilbao que la salida de Ernesto Valverde en 2005 fue un error mayúsculo. Por aquel entonces, el presidente se alió con determinados sectores de la prensa para infundir la idea de que el Athletic tenía un entrenador cuya poca ambición no estaba a la altura de lo que requería la institución. Un desplante en público tras un partido europeo fue la gota que colmó el vaso de Valverde, que no renovó su contrato y abandonó el club en silencio.

Después de aquello, el Athletic se pasó dos temporadas con el corazón encogido peleando por no descender, una historia que alcanzó su clímax en el partido a vida o muerte contra el Levante, en lo que fue el final de una de las juntas directivas más polémicas que se recuerdan. Aquel camino tormentoso sirvió al menos para calibrar el enorme mérito que tuvo Txingurri al frente de la nave rojiblanca.

Y mientras los leones se sacudían el polvo de dos años lamentables, el preparador coleccionó éxitos fuera de casa: una final de la Copa de la UEFA con el Espanyol y tres ligas y dos copas con el Olympiacos en Grecia. Su confirmación como buen entrenador sirvió para que la gran mayoría, incluso aquellos que le prepararon el pasillo hasta la guillotina años atrás, se convenciera de que debía volver al Athletic más pronto que tarde.

Hubo muchas opciones, con dos elecciones presidenciales incluidas (en las segundas era el candidato número uno de Urrutia), pero al final ha sido este verano el de su regreso a Lezama, en una realidad muy diferente a la de 2003, cuando le tocó dar continuidad a la senda iniciada por Jupp Heynckes.

Entonces Valverde heredó un equipo joven y enérgico, donde los Etxeberria, Urzaiz y Ezquerro disfrutaban de los mejores años de sus carreras y jugadores de futuro como Yeste, Del Horno, Orbaiz, Gurpegui o Tiko pisaban con fuerza. Valverde añadió a Iraola a la colección y bajo su mando el Athletic completó dos temporadas fantásticas.

Tomó las riendas con el objetivo de mimar el buen fútbol de su antecesor y cumplió con creces, pero ahora es diferente. El destino ha querido que su ansiado retorno sea tras Marcelo Bielsa, algo sin duda incómodo, ya que el poso que dejó el argentino en Bilbao fue muy profundo y el Athletic aún no ha curado las heridas.

Ahora el objetivo que se le marca a Txingurri es el de recuperar la paz social en un equipo con demasiada tremolina en el último año. Para ello se apela a su talante dialogante y conciliador. No deja de ser curioso que los defectos que le condenaron en su anterior etapa se vean ahora como las virtudes necesarias para remontar el vuelo.

MUCHAS DUDAS

En esta segunda puesta en largo, Valverde ha recibido un grupo que ya lo quisieran para sí la mayoría de entrenadores de la competición, pero con el que no acaba de dar en la tecla pese a los 9 puntos que luce en el casillero. Se enfrenta a un problema que ya tuvo en su primera etapa como rojiblanco: las piezas que tiene no le encajan en su manera de entender el fútbol.

Como decimos, ya en su primer periplo tuvo problemas con el modelo. Si Txingurri tuviera que elegir un sistema favorito, ese sería seguro el 4-4-2, con una sala de máquinas trabajadora y técnicamente bien dotada y dos delanteros verticales. Fútbol ofensivo, presión adelantada y posesión de balón, con transiciones rápidas defensa/ataque tras la recuperación.

Intentando instaurar su idea, Valverde apostó desde el principio por una delantera con Ezquerro y Etxeberria y aquello no funcionó. Tuvo que acabar cambiando porque las exigencias de la plantilla lo demandaban. Urzaiz, cuyo impacto en aquel grupo era impresionante, se veía relegado al banquillo y el equipo lo notaba, mientras que las virtudes de Yeste quedaban completamente anuladas anclado en la banda izquierda.

Valverde, que a la mínima que pudo recurrió a la fórmula de los dos puntas sin mucho éxito, ideó un trío de delanteros en los que Etxeberría y Ezquerro ejercían de extremos y Yeste se situaba muy adelantado por detrás de Urzaiz, lo que le permitió al de Basauri lograr unas cifras goleadoras que nunca más repetiría.

Aquello salió bien y ahora Valverde se vuelve a encontrar con un escenario similar. Ironías de la vida, de todos los futbolistas a los que no logra situar en su esquema, el que mayores quebraderos de cabeza le da es a su vez el que más calidad tiene: Ander Herrera.

El bilbaíno, cuyas virtudes son infinitas, está completamente desdibujado en un sistema que no le ayuda. Valverde quiere más cuerpo en el mediocentro y por eso lo adelanta a la mediapunta, lugar donde no funciona porque apenas tiene contacto con el balón. Herrera quiere jugar más protegido, pero la presión alta y la necesidad de tener un hombre cerca del delantero le obligan a estirarse demasiado.

Como el experimento no funciona, Valverde ha optado por sentar a su mejor futbolista y probar en la posición a jugadores como Beñat y Mikel Rico, cuyas limitaciones en esa zona son parecidas. Todo a la espera de que haga lo que le pide el cuerpo y de el paso definitivo, que es el de colocar a De Marcos al lado del delantero. Parece la opción que más le convence, pero el debate vuelve al inicio: ¿qué hacer con Herrera?

Siempre se podría retrasarlo, pero ahí parece que Beñat, menos creativo pero más constructor, le tiene ganada la partida. El físico del vizcaíno demanda a gritos un hombre fuerte al lado y por eso Valverde pidió a Rico, que va camino de ganarle la partida a un Iturraspe que en su intento de ser un híbrido de todos los demás corre el peligro de quedarse sin sitio. Como la opción de un doble pivote Herrera-Beñat parece descartada, al internacional sub-21 no le queda otra que adaptarse a una mediapunta que le ahoga.

En la defensa las cosas tampoco están claras. La presión para recuperar la pelota obliga a la zaga a estar muy adelantada, lo que ofrece demasiadas ventajas a equipos verticales ante jugadores tan lentos como los bilbaínos. En el eje, Gurpegui parece fijo al ser quien más garantías ofrece al corte, mientras que Laporte debería ganarse el puesto a su lado cuando recupere el tono físico, aunque los ya clásicos problemas en el lateral izquierdo podrían reconvertirlo. San José se ha confirmado como el tercer candidato, pero su gran desplazamiento de balón no compensa los problemas que tiene a la hora de defender, tanto en velocidad como en contundencia.

Hasta la portería y la delantera, dos puestos que parecían tener dueño, son foco de interrogantes. Herrerín no ha conseguido mejorar las prestaciones del siempre discutido Iraizoz, mientras que Aduriz aún no no ha marcado, pese a que los rojiblancos han anotado ya diez goles.

Así que con cinco jornadas ya disputadas, Valverde tiene todavía mucho trabajo que hacer. El Athletic ganará muchos partidos gracias a su calidad, pero todavía le falta para competir con los aventajados. Txingurri lo achacó a la falta de oficio ante el Espanyol. Puede, pero también de muchas cosas más.

* Gontzal Hormaetxea es periodista.


– Foto: Miguel Toña (EFE)




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