Las cuatro estaciones de Lionel Messi

por el 13 noviembre, 2012 • 10:34

Con 25 años lucha (aunque no obsesivamente) por pulverizar los escasos récords que le quedan como futbolista de leyenda. Las cimas terrestres hace tiempo que no se ajustan a sus baremos y hoy, hecho del Olimpo su patio de juegos, parece haberse propuesto certificar que la intangibilidad de la corona del O Rei brasileño o el inagotable arsenal del Torpedo germano no podían durar para siempre.

Ante la obra futbolística individual más completa, densa e intensa de la que se haya podido disfrutar —como poco, por ser la mejor documentada—, Lionel Messi va camino de cerrar en 2012 un (¿primer?) ciclo en su evolución como jugador que, ya en sí mismo y sin evaluar los resultados, se me antoja complicado que vivamos en otro individuo. Con Vivaldi sustituyendo a los guardiolianos Coldplay como banda sonora, nos aventuramos a describir cómo Messi nos presenta sus Cuatro estaciones incorporando y puliendo piezas, hasta concluir una ópera prima impoluta en lo estético y perfecta en su narrativa.

  • Verano (III – presto)

Messi irrumpe con un presto contundente. Llega al primer equipo como suplente de Ludovic Giuly y comienza posicionándose como extremo derecho. Es el momento de la diagonal de un regateador implacable, frustración continua de defensas marcadores y de los fotógrafos que le suplican una toma en la que aparezca con nitidez. Es un Messi de dos velocidades, quinta y sexta. Su explosividad se hace insostenible para su musculatura a la vez que su capacidad para alterar la sangre rival le va dibujando escenarios hostiles e intimidatorios.

Es el Messi que, en su versión de genio sudamericano, empieza a arrimarse como un rayo al mito Maradona, cuando de un plumazo calca el que fue bautizado como mejor gol de todos los tiempos y, para colmo de divinidades, plasma su particular mano de Dios como quien no quiere la cosa. No obstante, aún no está enamorado del gol.

  • Primavera (I – allegro)

Junto a un conjunto de medidas individualizadas para su mejor preparación y con el asesoramiento táctico (y pedagógico) que pauta Pep Guardiola, surge la Primavera de Messi, un allegro en el que hay lugar para el vértigo, pero en el que se disfruta la armonía conjunta por encima de todo.

Leo ya no es extremo, pues se resitúa en un punto concreto del centro del ataque, ni en pugna directa con los centrales, ni entre la maleza de los pivotes defensivos. El análisis futbolístico también ha de cambiar para él, pues esa zona ya no es tierra de nadie, sino la zona de Messi, versión 2.0 de aquel falso delantero centro que había dejado destellos como brillante recurso táctico décadas atrás y en estilos diferentes.

Messi amplía su ángulo de visión, su radio de acción creativa, y se convierte en el eje sobre el que orbita un equipo histórico por su capacidad de asombrar y su imprevisibilidad. Ya con la portería rival entre ceja y ceja, el Barça de Messi se hace leyenda viva.

  • Invierno (I – allegro non molto)

Tras la final del Mundial de Clubes de 2011 contra el Santos aparecen vías de agua en el Barça de Guardiola. Algunos mecanismos internos comienzan a chirriar, bien por el hartazgo psicológico que supone saberse en lo más alto del techo futbolístico conocido, bien por el agotamiento al que le somete la presión del Real Madrid de José Mourinho. Eléctrico, visceral y provocador, es un Real Madrid empeñado en superar hasta el límite de las fuerzas propias, obsesionado con negar la divinidad de un eterno rival que, pese a un campeonato de Liga conseguido con 100 puntos, parece haberle privado del derecho a acceder al palco vip de los mejores equipos de la historia.

El Pep Team no se rinde hasta que la calculadora certifica la imposibilidad de la remontada, pero destemplada la forja de su mejor juego, decide reinventarse sobre la marcha. Guardiola, más que con un equipo, trabaja con un prototipo, un modelo diferente que comparte marca e ingeniería, pero que ha de incorporar soluciones de urgencia ante el nuevo desafío. Sus centrocampistas clave, Xavi e Iniesta, están extenuados; Cesc se atraganta con el temario para pasar de mediapunta a interior; Abidal sale del equipo para afrontar el mayor reto de su vida; a Piqué le puede el peso de lo extrafutbolístico; Villa dejó en Japón su último partido de la temporada y Pedro se esfuerza en reparar su avión. Pero está Messi.

Por exigencias del guión, Pep deposita toda su fe y recursos en la capacidad de Leo para tirar del carro. Ambos saben que el argentino ya es lo suficientemente maduro para aceptarlo. Consolidado en su posición propia, y pese a ser el único efectivo determinante en esa línea, se vuelve un rayo que no cesa. Cincuenta goles registra Messi en la Liga 2011-2012 del total de 114 que anota el equipo. 14 tantos en 990 minutos le aúpan como máximo goleador de la Champions League de ese año. Messi, Rey Sol azulgrana, supera a golpe de récord un invierno difícil.

  • Otoño (III – allegro)

Como si hubiera descansado y desconectado más de la cuenta, Messi comienza la temporada del primer Barça de Tito Vilanova con mayor sentido de la pausa. A la espera de que la dureza que nota en sus piernas le permita proyectarse hacia la portería rival con mayor velocidad, aparece incrustado como un centrocampista más la gran mayoría del tiempo, actuando como una de las catapultas del fútbol vertical que se empieza diseñar para afirmar a Cesc con el visto bueno de Xavi y la confianza total del entrenador.

Mientras continúan las reparaciones en la retaguardia, privada de su defensa titular al completo, Messi va musculando una cuarta versión en la que hay mayor dedicación al pase, mejor uso de la cintura para el desborde casi en estático, la incorporación de sutilezas —entre ellas, un lanzamiento más preciso a balón parado o ciertas pinceladas de juego de espaldas en fase de construcción—, así como el ofrecimiento directo a ser igualmente el gestor principal de dicha fase, añadido un componente visceral hasta ahora inédito. Messi hace de Xavi mientras que el de Terrassa pule un tanto su anatomía y hace acopio progresivo de recursos para aceptar la verticalidad sin sufrir en demasía, mientras que Cesc apura sus últimas asignaturas en su carrera para dirigir el juego del Barça que viene.

Aun así, no aparca del todo lo asimilado, y mientras el equipo retuerce sus números y se mueve entre pizarras que bailan al son del 4-3-3, 4-4-2, 3-4-3, 3-5-2 y 4-2-2-2 (la carta es amplia), Messi es una de las pocas certezas de compatibilidad absoluta, así como el mayor aval que financia esta metamorfosis a base de victorias. Como mediapunta, interior derecho, falso delantero o delantero puro, va ayudando a que madure este Barça veloz y eléctrico, tal vez como poética venganza contra sus némesis futbolísticas anteriores.

Conocidos su primavera, verano, otoño e invierno, sin duda el futuro aún nos depara una fórmula impredecible, al menos para quien esto escribe, porque se nos acaban las estaciones. Quizá toque admirarse con un Messi de entretiempo, que se revuelva contra sí mismo y fusione su fútbol en un clima eternamente estable. Seguro no hay nada, salvo que lo vamos a disfrutar.

 

*Víctor Manuel Rodríguez es periodista.


 – Foto: Montaje realizado con imágenes de El Mundo Deportivo, Arxiu FCB e IBT Sports.




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