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1.- Habiendo alcanzado ya su mejor versión con el Barcelona, Leo se enfrentaba al reto mayúsculo de mostrar lo mismo con Argentina. Aunque en los últimos tiempos había alternado buenas actuaciones con otras discretas, el último precedente ante Perú le había dejado un sabor amargo que deseaba quitarse.
2.- Para ello, estaba enfrente nada menos que la mismísima Uruguay, mejor combinado sudamericano de los últimos tiempos, el mismo que apeara a Argentina de la última Copa América, y a Batista de su cargo, tras imponerse en la tanda de penaltis que daba acceso a las semifinales de un torneo en el que Messi no estuvo tan desacertado como se quiso hacer ver pues, pese a no convertir ningún gol, dio un recital de asistencias que, extrañamente, sus compañeros de ataque (en especial Higuaín) no supieron aprovechar.
3.- Pero ni Uruguay ni Argentina son las mismas. La primera, principalmente porque Forlán ya no es capaz de suplir la mayor parte de las carencias del equipo; la segunda, debido a que va creciendo a partir de decisiones técnicas más lógicas. En esta ocasión, Leo fue el enganche que jugaría por detrás de Higuaín y Agüero, siendo habilitado por Gago desde la parcela central y acompañado por un Di María que abarcaba desde zonas cercanas a Mascherano hasta el extremo izquierdo.
4.- Y es que el planteamiento de Uruguay ayudó a que los compañeros de Leo pudieran sentirse más cómodos. Sin sentirse encimado, Gago podía distribuir. Con la presencia de Higuaín y Agüero, los cuatro defensas no podían ser expeditivos. Y ante Messi, las bajadas del Kun y las constantes apariciones de Di María quedaban tres mediocentros como González, Gargano y Arévalo Ríos más las ayudas de Cavani. Estos, si bien lograron sostener a su equipo, no pudieron hacer nada cuando Leo activaba el turbo de un (en el resto de las ocasiones) lento ataque estático argentino.
5.- En este contexto se produciría la mejor acción individual del partido (de Leo, quién si no). Arrancando desde la zona central derecha del campo uruguayo a aproximadamente la misma distancia del centro del campo que del área, Messi superaría a tres contrarios para, tras ello, enviar el balón ligeramente por encima del marco de Muslera con un toque sutil, llegando a impactar el esférico en la parte trasera del travesaño.
6.- Esta sería la única ocasión de una primera parte discontinua y disputada, en la que toda amenaza de peligro vino generada por Lionel, pero sin culminarse. Por el escaso hueco entre centrales y portero, no acababan de llegar a sus destinatarios buenos envíos al espacio. Tampoco ninguno de sus (a veces mejores y a veces peores) centros a balón parado concluyó en remate claro. Así, en la primera mitad, la contribución de Messi se basó en ser uno de los principales artífices del relativo dominio argentino, así como, mediante lo anterior y también sus cambios de ritmo, ir desgastando a los charrúas.
7.- Poco cambiaría hasta bien avanzada la segunda mitad, más allá de haber estado a punto de convertirse en asistente de gol tras un gran envío a balón parado que incomprensiblemente marró Garay. Concretamente hasta que, llegado el minuto 64, se repetiría una de las acciones que más hicieron sufrir a Uruguay durante el partido. Leo encaró, atrajo y soltó a la izquierda para la desconcertante llegada del Fideo. Solo que en esta ocasión, Ángel acertó a situar su envío en la zona letal (la intermedia entre portero y defensa), donde Messi aparecería para situar el primer gol en el electrónico.
8.- A partir de este momento, Argentina tendría menos problemas para desatarse. Gracias a que la desventaja en el marcador obligaba a los uruguayos a tratar de atacar, aparecieron espacios que se convertirían en definitivos, como no podía ser de otra forma teniendo en cuenta los cuatro corredores albicelestes. Sin embargo, fue la pausa en mitad del vértigo el gesto diferencial que permitió a Leo generar la acción del segundo gol, enviando, una vez detenido, un penúltimo pase fantástico (como tantas otras veces, más meritorio que la propia asistencia y el gol; pero esto se tratará en otro apartado). Claro que sin el acierto de Di María y el Kun, este no habría resultado definitivo.
9.- Por si no estaba suficientemente decidido el partido, una Pulga cuya hambre parecía incrementarse por momentos enviaría directamente al fondo de las mallas un libre directo solo cinco minutos después. Emulando las acciones recientes de Pirlo o Ronaldinho, situando el balón raso por debajo de una barrera saltadora. Aunque aún es pronto para compararle a los mejores en esta faceta, todo hace pensar que alcanzará ese nivel, como demuestra su capacidad para anotar de falta de distintas maneras.
10.- Por mucho que el partido esté decidido, Leo siempre quiere más. Así, estuvo a punto de volver a marcar y de asistir, pero no pudo ser. Tampoco le hacía falta a un público argentino que ya siente definitivamente como propio al mejor jugador del universo, sin discusión una vez alcanzado su punto álgido (momentáneo, pues año a año aumenta). Solo cabe felicitarle, pues, tras infinidad de malos momentos, ya es también profeta en su tierra.
* Rafael León Alemany.
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– Foto: EFE
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