1.- A lo largo del reinado del Barça y de Messi, las fuerzas mediáticas han diferido entre dos versiones: todo lo que es el Barça lo es por Messi y Messi es todo lo que es por el Barça, tratando de restar méritos a equipo o estrella en base a la grandeza del otro. Ahora, en un momento en que el conjunto busca las variantes o el giro tal vez necesarios para seguir ganando, la tendencia instalada está en considerar que sin el astro argentino el club sería poco menos que mediocre.
2.- De acuerdo con esta tendencia, el Barça ha sufrido para ganar al Celtic porque Messi no ha estado acertado. Ello de acuerdo con barómetros tan fiables como que no ha marcado ningún gol ni ha dado ninguna asistencia. Sin embargo, la realidad es que el Barça podría haber goleado aun sin marcar Messi y que a Leo le han separado del hat-trick unos pocos centímetros y un portero agigantado . Es decir, la línea entre el actual «el Barça sufre horrores para ganar sin Messi inspirado», «el Barça golea pese a que Messi no estuvo inspirado» y «Messi volvió a salvar al Barcelona» es tan pequeña que en una gran cantidad de partidos se decide por detalles.
3.- Pero la realidad es otra bien distinta. No se puede entender al mejor equipo como mínimo de las últimas dos décadas sin el mejor jugador del mismo periodo, y viceversa. Porque, por mucho que haya mejorado su rendimiento en los últimos tiempos, Leo nunca será el mismo con Argentina ni, más allá de los goles, el Barça sería el mismo sin el elemento diferencial capaz de poner el vértigo dentro de la pausa y de alcanzar la máxima precisión cuando el contexto es vertiginoso.
4.- Pero vayamos al partido. Una vez más, enfrente un equipo amurallado con ese terrorífico 4-5-1 que ha llevado a buscar giros de tuerca al modelo para continuar en la senda de la victoria. Anoche, en una versión más clásica, el juego se basaba en derribar un muro a través de la paciencia. Ordenada por Xavi y acatada por Leo y Andrés, con licencia asimismo para, en ocasiones, ser los motores de la aceleración que podía resultar diferencial. El propio Messi sufre especialmente con ese sistema cuando es aplicado aguantándole y cerrándole los espacios, lo que le obliga a buscar constantes soluciones. Más aún si las veces en que es capaz de abrir una mínima rendija en el muro el rival tiene licencia para pararle mediante faltas sin que medien tarjetas.
5.- Pero la Pulga no se obceca, sino que busca soluciones. Ya que no puede ser decisivo en la finalización, alterna posiciones más retrasadas y otras algo más escoradas de la suya habitual para ser trascendente en la generación de juego pese a dejar de recaer el protagonismo en él. El ejemplo definitivo de ello es el acertadísimo envío que se convierte en el penúltimo pase del primer tanto culé, habilitando a Iniesta en la frontal con un envío veloz y certero para que pudiera inventarse junto con Xavi una nueva obra de arte.
6.- Ya antes de ello había visto cómo los lanzamientos de falta que venía convirtiendo en goles salían desviados por centímetros, o cómo sus sempiternos envíos al costado izquierdo no se convertían en definitivos pese al acierto en los movimientos de Alexis y a la hiperactividad de Jordi Alba. Pero Leo no es ansioso: está impregnado de la tranquilidad, la seguridad en sí mismo y la fe inquebrantable que está llevando a este equipo a no dejarse puntos que no merece perder por el camino.
7.- En el segundo tiempo, las oportunidades fueron aún más claras. Sin que haya sido un partido brillante del Barcelona, lo único que hace que la prensa no lo califique como tal tiene nombre y apellidos: Fraser Gerard Forster. Sin haber sido el único culpable de las dificultades barcelonistas (palo y tiros desacertados por poco dan fe de ello), sus dos intervenciones evitando que Lionel marcara han sido sencillamente sublimes. La primera, despejando un tiro del argentino a bocajarro que se dirigía hacia al lado contrario de su estirada; la segunda, evitando que un buen cabezazo del mejor jugador del mundo, tras una deslumbrante asistencia de Iniesta, entrara en las mallas.
8.- No, ayer tampoco el destino quería que ganara el Barça. Que llegado el minuto 90 campeara en el marcador el empate pese a haber generado, como mínimo, diez veces más ocasiones de gol que el rival da fe de ello. Los titulares con una supuesta crisis y la confirmación de la mal entendida messidependencia ya estaban preparados, pese a que el resultado más lógico de acuerdo con lo visto en el terreno de juego habría sido una goleada local.
9.- Pero el gol de Jordi Alba en el último minuto no nace de la casualidad, sino de una persistencia y una fe descomunal en una manera de hacer las cosas. Y en ello me parece especialmente meritoria la actitud de Messi, pues en partidos como el de ayer lo más frecuente es ver a la individualidad más determinante de un equipo haciendo la guerra por su cuenta: tirando desde posiciones que lo desaconsejan, intentando esláloms imposibles… Pero no. Leo es tan barçaparlante como el que más y, si el partido no propicia que sea él quien lo resuelva, jamás deja de aportar su contribución al colectivo. Con mayor o menor desacierto, pero siempre sumando, algo inusual en un jugador de su caché.
10.- Y es que jamás (o, al menos, en muchísimo tiempo) una individualidad tan sublime (o casi, pues igual tal vez no haya habido ninguna) como la de Lionel ha estado tan colectivizada. A costa de concesiones en el juego y de menor brillo de otros jugadores, sí, pero también de que la estrella piense siempre en el equipo interpretando de maravilla su juego colectivo. Una y otra hacen que el Barça sea lo que es por Messi, que Messi sea lo que es por el Barça y que sea absurdo decir una cosa sin mencionar la otra.
* Rafael León Alemany.
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– Foto: EFE
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