Llegaba Seedorf a Nápoles con la intención de cambiar la dinámica de su equipo, pero no pudo ser así. Lo cierto es que sí cambió bastantes cosas en su alineación. En primer lugar debutó el marroquí Taarabt, situado en la banda izquierda, una posición un tanto extraña. Pero a los ocho minutos, tras un rápido contragolpe y brillante conducción, logró hacer el primer gol con un precioso disparo. Sorprendió a propios y extraños un inicio de partido así, un Nápoles con el cuchillo entre los dientes y un Milan que salía rápido a la contra. Poco le duró la alegría al técnico neerlandés. A los tres minutos, Inler, acostumbrado a hacer grandes goles, anotó tras un disparo fuera del área que golpeó en un rival. Entonces cambió por completo la dinámica del encuentro, por otra parte la dinámica esperada antes del inicio del mismo.
Benítez juntó a Inler y Jorginho en la medular y en la mediapunta a Mertens, Insigne y Hamsik. En punta estaba claro, Higuaín buscando una y otra vez numerosos desmarques. Así se sucedieron casi todas las ocasiones, salidas rápidas del Nápoles que llevaban el balón a las botas de alguno de estos jugadores, que levantaban la cabeza y ahí veían a Higuaín corriendo en busca de espacios a la espalda de Mexès y Rami. De esa manera llegó el segundo gol de Nápoles. Recién iniciada la segunda mitad, un centro medido de Inler y cabezazo certero del argentino a la espalda de la defensa. Rugía San Paolo, sabía que era el día idóneo para hacer sangre a un rival que no sabía bien por dónde le daba el viento. Entro Kaká por un desaparecido Robinho y cambiaron de banda los dos laterales: Emanuelson pasó a la derecha y De Sciglio a la izquierda. Los de Benítez seguían jugando guiados por la organización de Jorginho, potenciando la banda izquierda de un insistente Ghoulam y sobre todo con el empeño del belga Mertens.
A falta de veinte minutos para el final, Seedorf movió su última ficha: un gris Balotelli abandonó el terreno de juego para dar entrada a Pazzini. Lloró Balotelli en el banquillo, las lágrimas de haber hecho un mal encuentro y sobre todo de desesperación, saber que pese a adelantarse en el marcador era difícil ganar a un rival superior. Posiblemente no sean las únicas lágrimas milanistas las que derramó anoche el delantero italiano; es la sintonía habitual de una temporada en la Serie A donde no están saliendo las cosas. Benítez también movió ficha, dando entrada a Callejón. Pese a los pocos minutos, aprovechó su oportunidad asistiendo a Higuaín, que firmaría su doppietta y el último gol de la noche. Concluyó el encuentro con un Nápoles que necesitaba la victoria como el oxígeno y un Milan que necesita el oxígeno en forma de victorias.
* Iñaki Lorda.
– Foto: Reuters
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