1.- Isco es un jugador que define estados de ánimo. Y si el fútbol, como dijo Valdano, es tal cosa, la actuación del Madrid estuvo por debajo del mínimo. Fue una noche incómoda en la oficina de la liga, donde asoma el Barça por la puerta del título y el Schalke por la mirilla de un himno especial. El Madrid dejó vivir a un Málaga que comenzó el partido como se empiezan las etapas en las grandes vueltas, con salida neutralizada. Adelantó las líneas y regaló lo vertical. El plan de Schuster salió tal que un diesel, y ahí el Madrid comenzó a encomendarse a inconexos zarpazos.
2.- De La Rosaleda han salido con los tres puntos el Madrid, el Atlético y el Barça. Y de esos partidos ha salido el Málaga con la sensación de ganar habiendo perdido. Esa sensación es la misma que cuando uno rompe con su novia y queda como amigo: podía haber sido peor. El Madrid impuso el rock and roll del que presume Xabi en la espalda de Angeleri (ayer lateral), que jugó tanto de central que basculaba como si quisiera recuperar la posición que le habían robado. Fueron minutos que despejó Willy con su sobriedad habitual, la del portero que gana puntos y vende pocas camisetas. Cristiano encontró una fisura, marcó y siguió golpeando hasta hacer impermeable al argentino.
3.- Amrabat tomó el testigo de Cristiano en la izquierda y la presencia, ayer sí, de Bale en la derecha. Cogió el partido y comenzó a agitar a base de recepciones y giros. Primero buscó a Carvajal y luego la espalda de Isco. Allí fue girando el partido hasta que el Madrid, con cierta discreción, fue agachándose hacia Diego López. El marroquí es el principal activo individual del Málaga. Su permuta con Samu dio peso al Málaga en el partido, uno recibiendo permanentemente en ventaja y el otro aprovechando las dudas de Carvajal para ser incisivo.
4.- El plan de Schuster comenzó a funcionar cuando el Málaga llegó a Diego López dos veces. A la tercera, el Madrid comenzó a salir desde atrás en una lavolpiana de dudosa funcionalidad. Xabi se incrustaba entre los centrales, pero no generaba ventajas en la salida. El Málaga se achicó y se estrechó, cerró los caminos interiores (Isco y Modric) y solventó la papeleta exterior con los laterales obligando a pases largos sin ventaja. El Madrid comenzó a fallar en la salida y dejó de salir. Literal.
5.- Benzema se lesionó, Isco pasó a ser el nueve y el Madrid renunció a todo cuanto pasara en el partido. La posición de Isco es dañina para su equipo y para él. No interviene más que en transiciones, donde todo va a un ritmo superior al que sus piernas y su voluntad le dan. Dos toques y soltar para volver a tocarla diez minutos después; el esquema, que es algo más que los números, ha devorado al malagueño, que se siente cómodo solo cuando su equipo pierde. Es decir, cuando le necesita para encontrar el alfiler en la telaraña del repliegue bajo rival.
6.- Es cierto que el Madrid tuvo cierta fluidez para atacar corriendo, aunque no se parezca a aquel fenómeno fugaz que montó Mourinho, donde sus jugadores iban a motor como si fueran Cancellara mientras los demás subían repechos. Pero este de Ancelotti no dominó en La Rosaleda. Ni la salida de Jesé, que pasó por el partido como Jordan por el béisbol, subió el ritmo al Madrid. Ni la intensidad ni el volumen de juego. El Málaga robaba alto, no llegaba, pero estaba en permanente asomo, propio de los que quieren, pero no pueden: la cantinela de un alto porcentaje de pequeños.
7.- Mientras el Madrid seguía mirando, el Málaga saltó la chispa de la afición, que comenzó a creérselo sesenta minutos después del comienzo. Digamos que la grada completó el círculo de ir llegando al partido. El equipo de Schuster generaba por dentro con dos hombres quietos, Santa Cruz y Duda. Los dos asumieron el peso del Málaga interior –Portillo también sumó cuando entró por Tissone– desde su completa y estática capacidad para entender lo que pasa en el partido. El Málaga lanzó centros, probó a balón parado y desde lejos, pero su técnica y su ritmo no daban para más, es un equipo con problemas severos para llegar con claridad.
8.- En el Madrid hubo quizá dos pequeñas exhibiciones, amén de la presencia más o menos continuada de Bale en la fase ofensiva. Xabi Alonso sostuvo al Málaga asomado, pero nunca dentro del área, impidiendo que su equipo se partiese al correr y minimizando el impacto de Portillo en la posesión. Y Pepe completó la noche perfecta para el central: con importantes dosis de trabajo, leyó todas las acciones anticipando y cortando, sin apenas tener que corregir. Quizá sea el mejor estado de forma en cuanto a capacidad para jugar, el punto de maduración ideal entre lo físico, lo táctico y lo mental.
y 9.- La noche en la oficina de Isco resultó incómoda. No es un jugador importante en su equipo, pero salió cabizbajo, expresando con su gesto que la posesión del Madrid sucedió en lugares intrascendentes y la brillantez fue nula. El Málaga salió vivo de juego y muerto de gol, demérito técnico propio y virtud del rival, al que se le destaca su capacidad goleadora, pero se le aplaude menos su solidez defensiva, donde hasta Marcelo ha convertido sus defectos en mínimos lapsus para hacer valer el tópico baloncestístico: los ataques ganan partidos y las defensas, campeonatos.
* Fran Alameda es periodista.
– Foto: Jorge Gurrerro (AFP)
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