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La última vuelta de ‘Jojo’

por el 23 abril, 2014 • 11:55

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Si por algo es maravilloso este deporte es por las miles de sensaciones que engloba. Competir, entrenar, pelear, sufrir, caer, mejorar. Pero hay una que sobresale por encima de todas: ganar. En el tenis, como en el resto de modalidades, el poder de la victoria es algo incomparable al resto. Es la recompensa por haber hecho correctamente todas las acciones previas. Jürgen Melzer (Viena, 1981) arrastraba seis largos meses sin disfrutar de esta emoción debido a una lesión de hombro que le obligó a retirarse desde el octubre pasado. Ayer en Barcelona, pasada ya la tormenta, Jojo desbancó en primera ronda a Mikhail Kukushin (7-6, 3-6, 6-3) y volvió a sonreír después de tantos días de sufrimiento. Una luz al final de un túnel que parecía interminable.

Qizhong Stadium. 9 de octubre de 2013. Jurgen Melzer disputa su partido de segunda ronda en el Masters 1000 de Shanghái ante el japonés Kei Nishikori. Antes había vencido a Ivan Dodig en tres sets, un triunfo más en su bolsillo pero que guardaba un secreto inesperado: iba a ser el último del año. Ante el japonés cedió también en tres mangas (6-4, 3-6, 6-1), pero se marchó con algo más que una derrota. El austriaco abandonaba el continente asiático con molestias en un tendón de su hombro izquierdo: había que operar. Fue un palo muy duro para el jugador de 32 años: una cirugía de ese calibre podría acabar con el resto de su carrera. A partir de ahí, seis meses de fatigosa depresión y una impotencia recalcitrante.

Llegaron los cambios a la vida del vienés. El primero fue el de su entrenador, Joakim Nystrom, con quien rompió relaciones para unirse más tarde, en diciembre, con Markus Hipfl, exjugador austriaco. En esta unión comenzó a fraguarse la verdadera recuperación de Melzer, toda la vida ligado al mundo del tenis y, ahora, obstinado a verlo por televisión. Su hermano Gerald, tenista. Su esposa Iveta, tenista. Desde que cogiera su primera raqueta con nueve años había convivido con una red de por medio y este parón, de incierto final, lo estaba llevando por el camino de la amargura. Por si el daño aún no era suficiente, se perdería el Erste Bank Open, torneo de su oriunda Viena, allí donde cosechó dos de las cinco coronas que lucen en sus vitrinas.

Tantas ganas tenía Jurgen de volver a saltar a la pista que las ansias le traicionaban. Se puso como meta Melbourne, primera gran cita de la temporada, pero el hombro no opinaba lo mismo. “Desafortunadamente tengo que renunciar este año a competir en el Abierto de Australia debido a mis problemas en el hombro izquierdo. Me perderé uno de mis torneos favoritos y con los mejores hinchas. Estaré el próximo año“. Apenas unos 140 caracteres en su cuenta de Twitter que reflejan a la perfección la frustración del austriaco. Hacía siete años que no faltaba a un Grand Slam. Segundo intento, Acapulco. Esta vez incluso viajó hasta la ciudad mexicana, pero fue plantarse sobre el cemento y darse cuenta de que la máquina todavía no estaba engrasada. Se había inscrito tanto en el cuadro individual como en el de dobles, y de ambos se tuvo que retirar prematuramente.

A la tercera fue la vencida, el refranero no podía fallar. El día que tanto había esperado por fin había llegado, en su querida tierra batida, Montecarlo, un lugar que le traen grandes recuerdos al nacido en Deutsch-Wagram. El principado le daba la bienvenida de nuevo a un cuadro final gracias al ranking protegido del curso anterior. El sorteo le emparejó con Julien Benneteau en primera ronda y, pese a perder, aquel día jamás se le olvidará a Jojo: volver a competir, celebrar cada punto, sentir la adrenalina por tus venas, la presión en tu cabeza, el fervor del público, en definitiva, degustar la esencia de la élite del tenis. Se fue cabizbajo, derrotado, pero aquel solo había sido el primer paso. La segunda bala del cañón esperaba en Barcelona y esta ya no la iba a desaprovechar.

Hablamos de un jugador que ha cantado victoria en Shanghái tras doblegar a Rafael Nadal en tercera ronda (2010), que ha sido semifinalista en Roland Garros dejando a David Ferrer y a Novak Djokovic por el camino (2010), que ha vencido a Roger Federer en unos cuartos de final de un Masters 1000 (Montecarlo 2011), que es bicampeón de Grand Slam en categoría de dobles (Wimbledon 2010, US Open 2011) y máximo representante de su país desde la retirada de Thomas Muster. Quizás no pase a la historia ni sus partidos entren el salón de la fama –aunque su volea de revés es de lo mejor del circuito–, pero pocos pueden presumir de haber ganado a Nadal, Federer y Djokovic durante su carrera natural. Y mucho menos, de haber sido referente deportivo para toda una nación.

Constancia, trabajo y talento fueron sus credenciales desde que ingresó en el circuito. Así fue como consiguió ir escalando hasta situarse como número 8 del mundo en abril de 2011, su mejor ranking. Ahora su ficha marca el escalón 73, su peor clasificación desde junio de 2008. Es lo que tiene estar casi siete meses fuera de las canchas. Su victoria ante Kukushkin en Barcelona calmó el dolor físico y exterminó la tortura del alma. Lo hizo además con épica incluida, remontando un 0-3 en el parcial definitivo y apuntándose seis juegos corridos para engrandecer aún más su vuelta. Horas más tarde remató su complaciente día ganando en dobles junto a Fabio Fognini ante una pareja consolidada como son Peya y Soares (4-6, 6-4, 10-8). Una sonrisa de oreja a oreja se manifestaba en el rostro de Jürgen, algo inédito desde hacía muchos meses

Esta tarde se las verá con Janowicz (17:00h), un gigantón con diez primaveras menos que él y con ganas de comerse el mundo. Posiblemente pierda, o quizás no. Lo que es evidente es que con 32 años, al bueno de Melzer ya no le queda nada que demostrar. Lo único que busca es disfrutar de sus últimas diabluras por el circuito y hacernos disfrutar a nosotros. Aprovéchala Jojo, tu última vuelta acaba de comenzar.

* Fernando Murciego es periodista.


– Foto: Barcelona Open Banc Sabadell




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