Tras su última derrota en Wimbledon, el mundo de la raqueta se preguntó si Roger Federer había gastado su última bala en un Grand Slam. Difícil misión para alguien con los 33 años recién soplados, edad con la que solo dos tenistas en la historia lograron levantar un grande. No es la primera vez que se da por muerto al helvético y se cae en el error: ocurrió en Melbourne 2010, cuando su rostro lloroso destapó la impotencia y debilidad que sentía por el aplastamiento criminal que estaba recibiendo a manos de Rafa Nadal. Ocurrió en 2011, después de una temporada en la que fue incapaz de sumar ninguno de los cuatro grandes. Ocurrió este año en Wimbledon, cuando tras un 2013 de auténtica desdicha, el de Basilea remó a contracorriente para llegar de nuevo a la final. ¿Cuántas vidas tiene Roger Federer?
Tras la caída en Londres en cinco sets, el ave fénix vuelve a escena: finalista en Canadá y campeón en Cincinnati. En la reseña, grabados ya a fuego sus 80 títulos ATP, 22 de Masters 1000, ocho finales en ocho meses y 49 victorias hasta el momento, más que ningún otro. Como remate final, la décimo tercera clasificación consecutiva para la Copa de Maestros. ¿Pero no decían que estaba muerto? Seamos sinceros, pese a todo esto, no sería una sorpresa si el tenis no vuelve a verle levantando un Grand Slam. La edad, la ambición, la exigencia del circuito, el físico y la extrema competitividad que hay dentro de los diez primeros son algunos de los factores que ayudan a dar peso a tal afirmación. La carrera del suizo ha estado siempre marcada por la excelencia, pero en los últimos años el bajón en rendimiento ha sido evidente. Como en el resto de deportes, dejar paso a las nuevas generaciones es ley de vida. Pero el basiliense, acostumbrado a estar en lo más alto machacando a sus rivales, se ha ganado la integración de un nuevo capítulo a su leyenda debido a sus numerosas resurrecciones.
Federer pintó los mejores broches de su obra de 2004 a 2007, época en la que levantó 11 de los 16 Grand Slams en juego. Los cinco restantes: dos finales, dos semifinales y una tercera ronda. Números antológicos que significaron una dictadura de cinco años en lo más alto de la ATP donde los Hewitt, Roddick o Ferrero no supieron o no pudieron consolidar sus reinados. El Expreso suizo corría a una velocidad de vértigo, haciendo temblar cualquiera de los récords impuestos en el pasado… hasta que llegó 2008 y el primer punto de inflexión. Rafael Nadal se destapó como su gran amenaza, privándole por tercer año consecutivo de la Copa de los Mosqueteros y cortando su racha en Wimbledon, torneo que el suizo llevaba apuntándose durante cinco cursos consecutivos. El US Open salvó la temporada de más tropiezos (se lo ganó a un Murray de tan solo 21 años), pero todavía quedaba un último mordisco al orgullo del gran campeón.
2009 significó la primera muerte anunciada de Federer y, por consecuencia, su primera resurrección. El Open de Australia volvió a enfrentar al suizo con el balear en la última ronda. Tres finales seguidas perdidas ante el español provocaron las lágrimas más sinceras en el de Basilea, impotente al ver que un nuevo extraterrestre convivía con él en el circuito. Y no le iba a ceder ni un palmo de terreno, es más, le iba a arrancar el suyo propio. Entonces ocurre. Federer despierta de su letargo y logra aquello por lo que llevaba años luchando: Roland Garros. Y no se queda ahí, sino que lo complementa con su sexto Wimbledon y el retorno al número uno. Tras perder dos meses más tarde en Nueva York (ante un jovencísimo Del Potro) comenzaría el 2010 anotándose un nuevo major, el Open de Australia. De estar muerto, o eso decían, a enlazar ocho finales seguidas de Grand Slam.
Su regreso al más alto nivel ya era una evidencia, tocaba un nuevo bajón. 2010 termina sin más cetros en su cuenta, exactamente igual que en 2011, el primer año sin títulos de esta categoría en su maleta después de ocho temporadas sin fallar. Ni siquiera un Masters 1000 pudo llevarse a la boca. Tocaba volver a remar y a demostrarle al mundo que la leyenda de Basilea estaba tocada, pero no hundida. La oportunidad, como siempre, en un nuevo calendario: 2012. Dos semifinales consecutivas desembocaron en la disputa por el título en Wimbledon, y allí obró el milagro, con 31 años, sumando su 17º Grand Slam y recuperando, dos cursos más tarde, el primer escalón de la clasificación. Indian Wells, Madrid y Cincinnati fueron otras plazas en las que el helvético logró cantar victoria. Temporada brillante para acallar a la incesante rumorología.
La última recaída del genio fue en 2013, el peor año de Federer desde que empezara a gobernar el circuito profesional. Ninguna final de Grand Slam (algo que no ocurría desde 2002) y solo un título, en la hierba de Halle. Fracasos sonados como la eliminación en Wimbledon ante Stakhovsky (nº116 del mundo) y su horrendo bagaje ante los diez primeros (4-10) situaron al suizo más cerca que nunca de la retirada. Su ranking se desmoronó hasta el octavo puesto e incluso las lesiones, conflicto ausente en sus dieciséis años como profesional, aparecieron como obstáculo en su camino. De nuevo una recuperación milagrosa conducida a base de trabajo, casta y hambre. El objetivo era, una vez más, demostrar que aún tenía cuerda para rato. Y así lo ha reflejado en este 2014, con ocho finales y tres títulos hasta el momento, algo que se ha manifestado en el ranking, donde el suizo no solo ha vuelto al podio que abandonó hace más de un año, sino que en su cabeza vuelve a concebir las posibilidades matemáticas de liderar, una vez más, la clasificación mundial.
De nuevo una pregunta invade las gradas de los estadios y se palpan en los medios de comunicación: ¿volverá Roger a ganar un Grand Slam? ¿Volverá a tener siquiera la oportunidad? La historia dice que solo dos hombres lograron tal epopeya siendo más viejos que el suizo: Ken Rosewall (37 años y 2 meses) en Australia 1972 y Andrés Gimeno (34 años y 10 meses) en Roland Garros 1972. Dos precedentes en los que Federer debe apoyarse para creer en el milagro. En su camino volverán a cruzarse los mayores depredadores del circuito, aunque la estadística incita a no tenerles miedo: 12-4 ante los diez mejores del mundo. Hoy por hoy, y tras lo visto en Cincinnati, el coco es Roger. El día 25 todos los focos apuntarán hacia la Gran Manzana, lugar donde el suizo encadenó cinco años consecutivos sin bajarse del trono. Algunos osados siguen manteniendo que el último tren del exnúmero uno se perdió el pasado julio en Londres. En el otro bando, los más románticos, todavía confían en que el maestro nos regale una última lección de superación.
* Fernando Murciego es periodista.
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