La última obra de Miguel Ángel

por el 19 julio, 2013 • 22:01

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Un jugador de 49 años no tendría la más mínima oportunidad en cualquier otro deporte. Es lógico y sencillo. Rebasada cierta edad, los músculos se vuelven rígidos, la mente se desgasta a través de todos los errores acumulados y, en general, la vida comienza a pedir otras cosas distintas y ajenas a la salvaje competición; nadie quiere seguir en la brecha demasiado tiempo. Sin embargo, en el golf, la historia ha dejado a enormes profesionales que alcanzaban su plenitud cuando aparecían las canas y las arrugas surcaban su rostro. Véase Tom Watson, segundo en el Open Championship a los 59 años, o Jack Nicklaus, el más veterano en ganar un grande en el Masters de 1986. Hay ciertos hombres que no solo eluden el desgaste, sino que se sirven de la experiencia para dar la mejor versión de sí mismos.

En otras disciplinas, más exigentes físicamente, sería imposible ver a Miguel Ángel Jiménez como líder de un torneo. Se rompió la tibia esquiando en diciembre, sufre una tendinitis en el codo izquierdo y si cualquiera le ve por la calle lo último que pensaría es que este hombre con coleta es un deportista profesional. Le gusta el vino y fumarse un puro de vez en cuando, sí, pero también pasa las horas dibujando en el aire efectos con sus hierros o con el driver y es capaz de estirar su cuerpo como si llevara solo un par de años en la élite. No hay nadie en ningún circuito profesional que se parezca él. Unos le llaman El Mecánico; otros, El hombre más interesante del mundo, pero quienes le conocen solo le apodan El Pisha, quizá porque son conscientes de que este raro espécimen merece un nombre más típico de la tierra que le vio nacer.

Muirfield recibió a los participantes de la segunda jornada del Open Championship con los mismos peligros que en la primera. Los que salieron en el turno de mañana disfrutaron del trabajo de los operarios, que habían sacado las mangueras para regar los greenes antes de salir el sol, mientras que los que lo hicieron por la tarde se enfrentaron a un campo que se incendia a medida que avanza la semana. Las calles están duras y teñidas de marrón, como si existieran las sequías en Escocia, y en ciertos momentos parecía imposible romper el par del campo. “Voy a sentarme en el sofá y ver al resto sufrir”, declaró Lee Westwood, que tras patear “con las manos de un niño” firmó la mejor vuelta del día con menos tres. “Va a ser más difícil a medida que avance el día”, sentenció Tiger Woods, que a base de una contundencia digna de sus mejores épocas le igualó en la clasificación con un acumulado de menos dos. Aquello era lo razonable y lo que debería haber sucedido con el paso de las horas, pero, de nuevo, el golf rompió con la lógica más aplastante.

De una forma silenciosa y constante, Jiménez fue sumando pares en su vuelta con el oficio de quien lleva veinte años rompiendo piedras en la mina. Hizo un birdie al 3 y un bogey al 4, otro acierto en el 11 y otro error en el 14. Y ya está. No parecía nada del otro mundo, pero mientras tanto, Zach Johnson, líder de la jornada anterior, se iba hasta el más cuatro, Rafael Cabrera-Bello, hasta el mas tres, al igual que Phil Mickelson… Los mejor posicionados en la tabla sucumbían a las garras de Muirfield sin capacidad de reacción y el malagueño levantaba su gorra en el green del 18 con una vuelta de par. No le fue necesario hacer demasiados alardes ni pegar golpes imposibles para ocupar la primera posición del Open Championship, y en cierto modo tampoco le parecía demasiado a él. “Ey, vosotros, chicos de veinticinco años, ¿qué estáis haciendo? Vamos, jugad algo al golf”, había declarado el jueves por la tarde.

La realidad sigue indicando que en algún momento caerá, que los años no pasan el balde y que cualquiera de los segundos clasificados (Lee Westwood, Tiger Woods, Dustin Johnson o Henrik Stenson) le superarán en el llamado día del movimiento, la antesala de la última jornada de un grande. El Open sigue estando tan abierto como cuando empezó, y cualquiera de los que ronde el par del campo estará en disposición de dar un zarpazo en las próximas dos jornadas, las verdaderamente trascendentes. Pueden ser también Martin Laird, Rafael Cabrera-Bello, Zach Johnson o un incombustible Ángel Cabrera, situados en menos uno, o incluso Ryan Moore, desde el par. Pero quién sabe. Si la razón o la lógica no han funcionado para Miguel Ángel en la última década, en la que ha ganado más de diez torneos en el Circuito Europeo, puede que tampoco rijan la realidad durante esta semana en Escocia. Puede que la última obra de Miguel Ángel reciba su última pincelada en la misma tierra que vio nacer el golf.

* Enrique Soto.


– Foto: Reuters




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