Desde la llegada de Jürgen Klopp al banquillo, el Borussia Dortmund se ha caracterizado por ser un equipo que se adapta a cualquier rival. La temporada pasada alcanzó un punto de madurez importante, siendo capaz de llevar la iniciativa con balón y también de mostrarse como un equipo tremendamente reactivo que mezclaba agresividad en la presión con velocidad en sus combinaciones tras el robo. Es en esta última versión en la que se encontraba más cómodo y en la que alcanzó la mayor expresión de competitividad y, por qué no decirlo así, belleza. Klopp se ha confesado un discípulo de Arrigo Sacchi hasta el punto de manifestar que todo lo que ha aprendido como entrenador procede de Sacchi. De ahí podemos entender su intención de ser agresivo cuando el rival tiene la pelota, subiendo mucho las líneas y distribuyendo a sus jugadores zonalmente. Eso le permitía al equipo estar muy bien posicionado tras robar y en dos o tres pases generar peligro fácilmente.
No obstante, si algo hemos observado en lo que llevamos de temporada es que parece desentenderse más del balón que en años anteriores. El Dortmund se ha convertido en un equipo más reactivo si cabe, con uno de los mejores contraataques del mundo y mayor pegada. Es el equipo que más dispara de las cinco principales ligas (veintiún tiros por partido) y promedia casi tres goles por encuentro en la Bundesliga. Todavía sigue conservando a uno de los mejores delanteros del panorama mundial como Lewandowski, capaz de crear peligro como referencia en el juego directo y fantástico en términos asociativos. Pese a sus cifras, no nos engañemos: nunca será un goleador. Es un delantero que va más allá de los números.
Con todo, el equipo borusser está teniendo muchos problemas cuando se enfrenta a defensas muy compactas y cerradas. Ejemplos como el partido en Napoli, Arsenal en casa o Gladbach fuera dan buena cuenta de ello. Le cuesta superar planteamientos conservadores del rival y, cuando se ve con urgencias en el marcador, no termina de encontrar la serenidad suficiente para atacar con sentido, cayendo en la imprecisión. Es un equipo tan diseñado para correr y disfrutar con espacios que, si el rival impide que se sientan cómodos sobre el campo, no tienen demasiada capacidad para invertir la inercia.
El joven alemán, que decidió cambiar Dortmund por Múnich, permitía al equipo encontrar el equilibrio necesario para no tener que vivir solamente del vértigo y la velocidad en todo momento. Aportaba una pausa necesaria y, gracias a su movilidad entre líneas, permitía un excelente balance entre el eje vertical y horizontal. Las permutas de posiciones eran constantes y Marco Reus –con quien formó un Zipi y Zape futbolístico de lo más divertido– podemos decir que todavía le echa de menos. Ambos compensaban sus movimientos y el primero lograba liberar al segundo, que partiendo normalmente de izquierda podía percutir por dentro una y otra vez.
Sin embargo, sin Götze y con la llegada de Mkhitaryan, de características casi diametralmente opuestas, el equipo ha perdido la figura de un mediapunta que pueda dar esos dos segundos de pausa que en el fútbol a veces lo son todo. El armenio, centrocampista adelantado con alma de delantero, imprime aún más velocidad y verticalidad, pero es también más plano. La consecuencia de ello es que el equipo se atora demasiado ante defensas compactas y cerradas. El fichaje de Pierre-Emerick Aubameyang también se entiende en este contexto de más vértigo. Es un jugador veloz y con gol que suele ocupar el flanco derecho, pero con carencias en la asociación, faceta en la que el polaco Blaszczykowski es claramente mejor activo. Ahí Klopp tiene dónde elegir en función de si busca más juego por fuera (Aubameyang) o apoyos por dentro (Kuba). El jugador africano también puede desenvolverse bien en un esquema de dos delanteros, como segundo punta.
Además de las nuevas caras en ataque que añaden más verticalidad y velocidad, hay que focalizar la atención en una ausencia clave: Ilkay Gündogan.
El centrocampista lleva sin poder jugar desde septiembre y puede ser la incógnita que hay que despejar en la actual ecuación de Klopp, consciente de que necesita un ingrediente distinto. Las principales virtudes de Gündogan son su capacidad de asociación, la facilitad que tiene para filtrar pases entre líneas y una gran lectura acompañando la jugada. El hecho de manejar el balón finamente con ambas piernas le da una ventaja cualitativa importante sobre los rivales: no sabes hacia qué lado puede orientar el juego. Un equipo que vive del robo y de salir rápido al contragolpe necesita de clarividencia en los pasadores. La duda es si, con su regreso, relegará al banquillo a Sahin –poco a poco recuperado anímicamente para el máximo nivel– para formar una pareja con Sven Bender en el medio o si, por el contrario, Klopp mantendrá el Bender-Sahin y colocará como mediapunta a Gündogan, algo que ya probó al inicio de temporada. Asumiendo que Reus y Lewandowski son fijos, si Gündogan fuera el mediapunta quedaría por resolver quién ocupa el extremo derecho.
A continuación presentamos posibles escenarios de XI titulares (1-4-2-3-1 / 1-4-3-3):
Las lesiones han sido un flujo habitual en el BVB estos primeros meses. La sabida baja de Piszczek hasta 2014 ha hecho que el comodín Grosskreutz actúe como lateral derecho fijo. La baja de Schmelzer en el primer tramo permitió la irrupción en el lateral izquierdo de Erik Durm, uno de esos fichajes made in Klopp, llegado de las inferiores del Mainz en el 2012. Junto a Durm, otro que ya ha podido mostrar su virtuosismo en ataque es el joven Jonas Hofmann, procedente de la cantera del Hoffenheim. Es un jugador con un comportamiento interior a pesar de poder partir de banda e incluso poder adaptarse a la posición de interior creativo. Además de los laterales, una ausencia también ilustre ha sido la del capitán Kehl, más que solvente para jugar en el centro del campo, dar descanso a Bender o Sahin e incluso para cerrar partidos con su experiencia. Y, para el final, dejamos la última de las lesiones y la más dolorosa: Neven Subotic. El central serbio, todo un seguro en la zaga, se rompió el ligamento cruzado ante el Wolfsburg y será baja toda la temporada.
No hay mal que por bien no venga, pensará Jürgen Klopp, capaz de exprimir al máximo todos sus recursos en el club schwarzgelben. Recientemente renovado hasta 2018, es consciente de que el equipo tiene más contundencia arriba y que disfruta más aun con espacios. Defensivamente ha tenido bajas a lo largo de la temporada y reemplazar a Subotic parece imposible. Pero sabe que tiene además un reto pendiente: alcanzar un mayor equilibrio a partir del balón. Cuando vuelva Gündogan podremos empezar a despejar algunas dudas. Mientras, ni en la Bundesliga ni en la Champions pueden fallar más. El Bayern está a cuatro puntos y visitará el Westfalenstadion el próximo 23 de noviembre; en Europa necesitan ganar ante Marsella y Napoli para poder pasar a octavos de final. El equipo deberá agarrarse a una competitividad de la que no presumieron en todas las competiciones la temporada pasada, en la que se descolgaron demasiado pronto de la lucha por la Bundesliga y se centraron del todo en la Champions League.
* Jordi Iglesias.
– Foto: AFP
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