Todos los entendidos están de acuerdo: las primeras semanas de la ronda francesa son claves, no para ganar, sino para no perder. Las volatas temerarias, las maniobras de los esprinters, el recorrido poco favorable –como una etapa entera de pavés– y el miedo a quedarse descolgado hacen casi misión imposible no sufrir un percance. Que se lo digan a Chris Froome. Una caída le dañó la muñeca y le obligó a retirarse. Ya lo dijo Alberto Contador cuando cedió un par de minutos respecto a Nibali: «el objetivo de hoy era sobrevivir». Cuánta razón tenía. En la décima etapa del Tour, el ciclista español cayó al asfalto en el descenso del Petit Ballon, el segundo de los siete puertos incluidos en la tercera jornada de Los Vosgos, en el kilómetro 64 de carrera. Contador hubo de ser atendido en la carretera y le fue colocada una venda en la rodilla derecha, y más tarde cambió las zapatillas. Todo eso le supuso un retraso de cinco minutos, y luego acabó abandonando. La caída le provocó una herida en la rodilla derecha, de profundidad considerable, justo en la zona próxima al tendón rotuliano, clave para cualquier deporte, y más en el ciclismo. Sin embargo, esa herida escondía algo más. El dolor inicial fue reconocido como habitual para alguien que está acostumbrado a sufrir molestias en muchas partes de su cuerpo, habida cuenta de lo dolorido que se puede encontrar tras una caída. Sin embargo, cuando el organismo fue teniendo conocimiento de la lesión, el dolor fue cada vez más intenso, incluso con derrame articular que le obligó a bajarse de la bicicleta. Las radiografías que se le practicaron en el puesto médico avanzado de la carrera dictaron sentencia: fractura incompleta del platillo tibial externo de su rodilla derecha. Esa lesión le mantendrá alejado de las carreteras alrededor de dos meses, tiempo menor cuando se habla de una fractura en un hueso largo como es la tibia y además está comprometida la zona de carga del peso, como es el platillo tibial.
La tibia es el hueso largo que forma parte de la rodilla junto al fémur. Está constituido por dos platillos, llamados mesetas tibiales, que son las que soportan el peso de la pierna como una plataforma. Encima de esos platillos descansan los meniscos, que son las estructuras que distribuyen el peso del cuerpo al caminar. Todas estas estructuras están reforzadas por todo el aparato ligamentoso: por fuera, el ligamento lateral externo; por dentro; el lateral interno y los ligamentos cruzados. Cuando hay una caída, la rodilla puede sufrir una torcedura, ya sea hacia adentro o hacia fuera, provocando una angulación de la articulación. Si la energía es importante, el fémur golpea como si de un martillo se tratara el platillo tibial, provocando que se agriete como lo hace un parabrisas cuando recibe un impacto. Cuando el trauma es severo, se llega a provocar un hundimiento de dicho platillo. Esto es lo que se temió al principio con el de Pinto, al especularse que debía pasar por el quirófano. En ese caso, si no se restaura la altura hundida, la articulación está condenada a un envejecimiento precoz, pudiendo acabar con la carrera deportiva del afectado.
Tratamiento intensivo para no perder la forma. Desde continuar el trabajo de musculación general, con magnetoterapia para acelerar la consolidación, hasta oxígeno hiperbárico para aumentar la vascularización de la región con la consiguiente formación del callo de fractura. Además, trabajo en piscina y con dispositivos antigravedad para no sobrecargar la zona y que no supongan un estrés para esa fractura; para el deportista es como si realmente pesara 30 kg, y su capacidad cardiopulmonar trabajando a tope. Otros favoritos antes que él pasaron por la misma tesitura: Pedro Delgado o Beloki, uno con su clavícula y el otro tras romperse la cadera, dijeron adiós a la posibilidad de subir a lo más alto del cajón en los Campos Elíseos. Contador volverá, como otros volvieron antes que él.
* Antonio Ríos Luna es traumatólogo, maratoniano y autor del libro “Del sillón a la maratón”.
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