Partido malucho, resultado sorprendente pero normal, actitud normal, ruedas de prensa normales y días post-partido normales.
Tenemos la gran suerte de que la normalidad se está apoderando de los clásicos, dejando atrás pisotones, sopapos, tanganas y batallas barriobajeras que ocupaban las portadas posteriores al clásico.
Lo extraño eran los 5-0 y los 2-6. Lo normal es que estos partidos se decidan por “detallitos”: una cadera de Casillas, una precipitación de Tello, una asistencia de Özil, algo que durante el partido se trata como una jugada más pero que al acabar y hacer reflexión, te das cuenta que podría haber cambiado totalmente la historia.
SE ACABARON LOS LATIN KINGS
Ya desde los días previos se respiraba normalidad. Existía tensión pero sin provocaciones o citaciones para darse navajazos en la primera falta. Algo de agradecer a los jugadores, sobre todo los madridistas que estábamos viendo como nuestro equipo se convertía en los Latin Kings cada vez que las cosas se le torcían. Y contra el Barça lo más normal es que se tuerzan, pero la manera de reaccionar de hace un año no tiene nada que ver con lo vivido el sábado. Incluso el lunar del partido lo protagoniza un jugador del Barça, que no está cortado por los patrones culés, pero del Barça.
Como diría un tipo Special: ¿Por qué? Pues porque existen jugadores con personalidad dentro de ese vestuario que se niegan a mantener la actitud que exigía su entrenador. (De ahí que este no hable más).
Parece ser que los Casillas (que en su día fue el más Latin de los King), Xabi Alonso, Arbeloa, Ramos e incluso algún portugués han dicho basta. Probablemente lo dijeron el día de Villarreal, en el que se negaron a darle la razón a su entrenador y vieron la realidad tal cual era: algunos días se gana, otros se pierde y otros se empata, pero ninguna de las tres es culpa del árbitro.
Los frutos de esa tranquilidad se ven en el primero de los Clásicos. Esto debería valerle a Mourinho para darse cuenta de que es mucho más fácil que los jugadores hagan lo que el entrenador quiere si a su alrededor no existe un foco de tensión permanente que impide que se concentren. Esto era necesario para un club que en los últimos diez enfrentamientos no ha sido capaz de vencer más que en uno de ellos, y que en varios ha salido escaldado y vapuleado: lo peor no era el resultado en sí, sino la penosa imagen que transmitía.
500 millones, 2 años, 30 tanganas y 25 ruedas de prensa después, esperemos que el entrenador madridista haya entendido que, si el ambiente es normal, es mucho más probable que su equipo lo focalice todo en el juego y se olvide de lo que le rodea. Al final, como en todos los deportes, suele ganar el mejor. Ahora sí, el mejor no lo decide la Liga (que decide al más regular). Al mejor lo decide la orejona, y esa aún está por ver.
Deseamos que suceda lo esperado y podamos disfrutar de una final española. Si no es así, toca rezar para que la culpa no la tenga nadie que vista de amarillo y se acepten las derrotas de una manera normal. No como un complot para desterrar a alguien de la Tierra Media.
* Álvaro Torres. En Twitter: @Palermo41
– Fotos: Ángel Martínez (Real Madrid)
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