La suerte del viejo romance

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La suerte del viejo romance

por PEDRO JOSE ARBIDE el 5 marzo, 2015 • 13:06

1.- El Athletic se clasificó para la final de Copa del Rey y da la sensación de querer recuperar una relación especial con la competición que solo existió como tal en color sepia y en las memorias de los abuelos de nuestros padres. Después de un cuarto de siglo sin franquear el muro semifinal de las lamentaciones, llega al partido más especial del curso por tercera vez en los últimos seis años, donde se va a encontrar con la bestia más negra para sus ilusiones de colorear un sueño hecho realidad.

2.- Tras el empate a uno de la ida en San Mamés, el ámbito de las emociones parecía dibujar una ventaja para el Espanyol más nítida que el billete provisional con el pitido inicial del partido de vuelta jugado en casa. Los periquitos parecían tener el plumaje erizado de pasión, azul y blanco el oleaje de una maravillosa minoría que acumulaba méritos para vivir su gran noche. Yo soy aquel que ha demostrado merecer la final.

3.- La necesidad de hacer gol, crucigrama invertido para el Athletic esta temporada, determinó la alineación de Ernesto Valverde. Las bajas y su creciente atención a las particularidades de los oponentes perfilaron el planteamiento. Sin sus dos piezas clave en la salida de balón (Ander Iturraspe y Aymeric Laporte) y ante un rival difícil de sortear de uno en uno, los vascos basaron en Aritz Aduriz todo su sistema ofensivo. Juego directo o circulación sencilla asumiendo riesgo solo para buscar al referente. El bloque de presión fue más bajo que nunca, asentando un cuadrado de seguridad en torno a la central, con Carlos Gurpegi y Xabi Etxeita detrás, y Mikel San José y Mikel Rico delante. Blindar el portal del área y evitar los contragolpes era el objetivo, así que en los costados siempre había dos rojiblancos entre las plumas locales y el pescuezo de la raya de fondo: Andoni Iraola en la derecha, delante de Óscar de Marcos (variante táctica de inicio) y el cachorro de ébano, Iñaki Williams en la izquierda, con Mikel Balenziaga guardando su espalda. Uniendo el sistema y su referente estaba Iker Muniain.

4.- El Espanyol se sabía en ligera ventaja virtual y se creía en claro favor sensitivo. Sergio González dispuso su 4-4-2 más simétrico y habitual, con dos volantes de cal (Lucas Vázquez y Víctor Álvarez) y Stuani haciendo la doble punta con Sergio García. El técnico blanquiazul tenía su propia conciencia de ventaja, en este caso táctica, tras lo visto en Bilbao, pero no contaba con dos circunstancias que decidirían su suerte y la de sus pericos: la gestión de la excitación y la notoria inferioridad de sus centrales ante Aduriz.

5.- Pudo ser el recibimiento a las puertas del campo, quizá la ilusión de la Barcelona más suya que abarrotó la grada, tal vez la visión de una final con el eterno rival ciudadano. Quién sabe si todo al mismo tiempo. El caso es que los futbolistas del Espanyol salieron tan acelerados que sus ventajas, las reales y las virtuales, se esfumaron pronto. El Athletic ejerció de veterano y asumió que le tocaba tener la pelota, comprobando pronto dónde estaría la llave de paso. Los pericos iban siempre, a todo y a todas, los nervios les obligaban a moverse, y el Athletic supo leerlo. Como Aduriz ganaba siempre, en todo y en todas, a los centrales, el camino estaba marcado. Algo anunció que no iba a ser la noche blanquiazul: su mejor zaguero, Héctor Moreno, vio pronto la inferioridad propia y colectiva y reaccionó sin calmarse. Quedó enganchado en un achique y habilitó a Iraola, quien, solo, casi hace gol, y cometió una falta prescindible cerca del área que anunció peligro gratuito. Su tercer error en cinco minutos acabó en el 0-1 por obra del estado de gracia de Aduriz.

6.- Necesitaba girar la situación el Espanyol y Sergio García caviló. No iba a poder atacar en transición (futbolistas de ambos equipos corriendo hacia la meta de Iago Herrerín era la situación que le daba una ventaja más abusona) ni encontrar a Caicedo de espaldas en la frontal porque a Felipe había que buscarle en el banquillo. Le quedaba el desborde de Lucas Vázquez en la derecha, pero el Athletic ató al pivote más que nunca a Rico, que cerraba la jaula con lateral y volante para cortar las alas del periquito más audaz. Tampoco tuvo un golpe de fortuna ni aprovechó el único error bilbaíno tras una mala cesión de Balenziaga. Es más, poco después encajó el segundo gol en una acción a balón parado rematada por Etxeita que se repetiría idéntica, con protagonistas distintos, pero misma secuencia.

7.- Ya no bastaba con un giro, sino que era imprescindible un vuelco en la situación. Entró Caicedo y se descolgó unos metros Sergio García, lo que llevó a Valverde a ajustar sin rubor sus piezas: Iraola iría al costado del mago blanquiazul y Williams correría a equilibrar la acera de enfrente. Pero la Copa había elegido candidato. No se quiso quedar con el meritorio equipo que más y mejor había apostado por ella. El disparo de Caicedo que pudo encender un punto de inflexión se fue al poste tras rozar la yema de los dedos de Iago Herrerín, que volvió a ser decisivo y merece jugar la final. La dama de la gloria no atendió al cortejo perico, vete a saber por qué. Se dejó engatusar por un viejo amante con el que ha vuelto a coincidir alguna noche, pero a quien no recordaba en la resaca del despertar. Era el tercer palo para el Espanyol, la tercera madera en el corazón maravilloso de los pericos, la tercera vez que la muerte vino a visitar al Athletic y se fue sin despedirse con una sonrisa burlona.

8.- Flavio Josefo fue un historiador judío en la época de la Roma imperial que se salvó tres veces de la muerte por puro azar. Encarcelado por los romanos, el inesperado favor de la esposa del emperador, Popea Sabina, le libró por primera vez. Fue comandante en jefe de Galilea, y cercado con otros 40 hombres en Jotapata, estos decidieron matarse antes que entregarse al enemigo. Para proceder, alguien propuso formar un círculo y contar uno, dos y tres, de modo que al que le tocase el tres moría, y así sucesivamente sin contar los muertos. Flavio Josefo se colocó por azar en el puesto número 16 hasta dos veces, el único puesto junto con el 31 que salvaba de morir. Quedando solo dos supervivientes, decidieron entregarse a los romanos. Josefo eludió la muerte por segunda vez. Con todo perdido, y esperando sentencia ante el general Vespasiano, se atrevió a predecir que llegaría a ser emperador. Cumplido su augurio, fue liberado. La muerte disparaba al poste, ganaba la suerte por tercera vez.

y 9.- La Copa ha elegido al Athletic para su gran noche. Ningún club del mundo vive tan pendiente de los sueños y de los recuerdos, y esta vez ha llegado hasta aquí sin demostrar que sueña a conciencia y sin recordar la última nostalgia que le hizo llorar de tristeza. Porque, por reflexión, uno es del equipo que gana, si en el juego se busca alegría y compartir; por azar, uno se encuentra con el éxito a veces sin dar a cambio; pero por suerte… Por suerte, merece la pena ser un león.