Lo necesitaba. Suena raro tratándose de él, pero a veces, hasta los números uno requieren de estos golpes de suerte. Una corriente de fortuna que te acerca a tu objetivo con la misma fuerza con la que devasta las ilusiones del rival. Tantas veces le tocó vivirlo desde el otro lado de la barrera que hasta se hacía raro. Las malditas lesiones, otra vez, esas que a veces cargan contra ti, otras contra tu oponente y siempre contra el espectáculo. Aunque inevitables en el deporte de élite. «No es bonito ganar así», admitía el propio Rafa Nadal antes de levantar su cuarto cetro en Madrid. Siempre humilde, sincero ante el micrófono y honrado sobre la pista. Ayer, el desenlace no fue justo, algo inusual en el tenis, pero la suerte seguirá siendo una factor diferencial ligado al deporte hasta el fin de los días. Eso sí, hay que buscarla y, si es posible, merecerla. Dos condiciones que el jugador español ha cumplido siempre desde niño.
De todas las retiradas que se recuerdan en lo que llevamos de año, y son unas cuantas, esta fue sin duda las más trágica. Kei Nishikori, la sensación en la capital de España durante toda la semana, llegaba a la final del Mutua Madrid Open después de una batalla de casi tres horas ante el segundo centurión más fuerte de los locales, David Ferrer. Antes había dejado por el camino a otros guerreros del mismo escuadrón, como Feliciano López o Guillermo García-López. Algo tiene la península que el japonés se transforma. «Siento España como mi segunda casa«, declaraba el jugador de 24 años. Ya deslumbró hace un par de semanas en el Barcelona Open Banc Sabadell, donde acabó llevándose el título, así que desplazarse 500 km hacia el interior no iba a provocar un cambio drástico en su juego. Con lo que no contaba era con la fragilidad de su físico.
Abandonar en un partido tiene poco de positivo. Primero, eres incapaz de competir; luego te sientes impotente, lo sigues intentado pero te ves obligado a tirar la toalla y, si se puede empeorar un poco más la situación, igual hasta te toca estar de baja unas cuantas semanas. La espalda de Nishikori venía con alguna que otra alarma a lo largo de la semana, un cúmulo de avisos que terminaron por unificarse en el peor momento posible hasta introducirse en un callejón sin salida. Justo en la final, la primera de Masters 1000 de su carrera, en casa del número uno y realizando el mejor tenis de su vida, palabras del propio Kei. No solo se había ganado estar ahí, sino que estaba arrasando sobre la arena a Don Rafael Nadal Parera, bandera del tenis español e ídolo local. 6-2, 4-2, a dos juegos de la victoria. Entonces ocurrió, crack. Su espalda dijo basta.
«Siento mucho tener que haberme retirado, perdón«. Fueron las primeras palabras del jugador que desde hoy ocupa la novena posición del ranking ATP. Se le había escapado el título, pero no el corazón de los 13.000 espectadores que abarrotaron la Caja Mágica. Aquellos que lo habían visto sufrir mientras caminaba renqueante por la arcilla, incapacitado para golpear bien a la bola, inhabilitado para mantener un peloteo, pero negado descaradamente a despedirse de Madrid de aquella manera. Bottini y Chang, sus dos técnicos, ni siquiera gesticulaban desde el palco, estupefactos ante aquel ejercicio de coraje y pundonor. Pero el soldado de Shimane estaba desarmado, solo faltaba que entregara su alma porque el físico ya había quedado sometido al polvo de ladrillo.
Veintisiete Masters 1000 para Rafa Nadal y seguro que ninguno más amargo que este. «Me pasó lo mismo en Australia y sé como se debe de sentir«, afirma alguien que conoce de primera mano lo que es soportar el dolor. ¿Título inmerecido? A esta pregunta contestó su tío y entrenador, Toni Nadal, al finalizar el encuentro: «No nos merecíamos la victoria. Ha sido una victoria injusta, hemos tenido mucha suerte. No íbamos camino de remontar, el otro estaba jugando muy bien y Rafa estaba muy nervioso«. Duras declaraciones, como de costumbre, pero cargadas de realismo y honestidad. Solo una lesión pudo parar una racha de catroce triunfos consecutivos de Nishikori (si no contamos las semifinales de Miami, donde no se presentó ante Djokovic por molestias). De no ser por eso, hubiera sido raro que se le escapara una final que estaba dominando con un tenis fresco y contundente, algo que viene mostrando durante toda la temporada y que le ha llevado a ser, con tan solo 24 años, el mejor tenista asiático de la historia. Ahí es nada.
¿Y el ganador, qué? ¿No se habla de él? Se le vio poco en la final. Errático en sus tiros, nervioso en los momentos críticos y superado en todo momento por la rapidez y la profundidad del japonés. Nadal vio apagar aquel incendio justo en el momento en que la espalda de su rival puso fin a las dudas de quién sería el futuro campeón. Por primera vez en la historia del torneo no hacía falta cambiar la placa del vencedor del año pasado. El balear conseguía así su 44º corona sobre tierra batida, a dos del récord de Guillermo Vilas, además de convertirse en el séptimo jugador de la historia con más títulos ATP (63), a uno de Borg, pero todavía muy lejos de Connors (109).
Una patada en el estómago de Nishikori. Una jarra de agua en el desierto para Nadal. Dos extremos radicales tras bajar el telón del Mutua Madrid Open. Obviamente, el japonés se autodescarta del cuadro de Roma para llegar en plenas condiciones a Roland Garros, mientras que Rafa pinta el primer broche de oro a su 2014 y pone freno a la mala racha que arrastraba. Atrás queda el disgusto de Melbourne, las decepciones en los Masters 1000 americanos o los fracasos en Montecarlo y Barcelona. El manacorense debe quedarse con las sensaciones de toda esta semana –quizás quitando las de la final– para terminar de recuperar la confianza en su juego y sus posibilidades. Por delante queda aún la mitad del camino por andar: defender el trono en Roma y más tarde en París, esta vez, ya con Djokovic por el medio. Y con Federer. Y con Nishikori. Y con una larga lista de rivales que, una primavera más, lucharán por tumbar al balear sobre la tierra y quitarle los galones. Hasta ese día, el ranking ATP manda y Rafa Nadal seguirá siendo el rey, tanto en la clasificación como en la carrera hasta Londres, donde se ha situado a la cabeza tras lograr su tercer título del año. Quizás no ha recuperado toda la solidez en su raqueta, pero la suerte vuelve a estar de su parte. La suerte del campeón.
* Fernando Murciego es periodista.
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