No está, no comparece. El Betis que Pepe Mel había ideado no se está ejecutando sobre el verde. Él lo reconoce. Las intenciones se han ido cayendo poco a poco como fichas de dominó. La falta de gol trajo consigo inseguridad y precipitación; esto, a su vez, hizo que se asumiera un mayor número de riesgos, siendo penalizados con goles, los cuales merman el ánimo y se transforman en derrotas. El global es un equipo poco reconocible y adentrado en una pequeña crisis anímica y de resultados. Por ello, y actuando en consecuencia, el propio entrenador afirmó que es el momento de dejar algunas premisas a un lado y optar por un guión de juego algo distinto.
Hasta ahora hemos visto un Betis con una cuota de balón superior en relación a la temporada pasada, pero que realiza un pobre gestión de la misma. Un equipo que no logra desajustar al rival desde el dominio del esférico y que, como consecuencia de ello, no disfruta de ventajas y exhibe un juego plano. Emerge con facilidad en un marco táctico que le incomoda y le hace vulnerable. Está entre los que más disparos a puerta promedia por encuentro, pero la calidad de las ocasiones es muy baja, ya que no se disfruta ni se logra la superioridad necesaria para estar en una situación más favorable para perforar la meta rival. En algunas ocasiones se debe a la más que sensible baja de Rubén Castro, pero en otras el problema es colectivo, y eso es lo que preocupa al entrenador.
El problema del Betis en ataque, sus dificultades para romper los repliegues del contrario, ha debilitado su entramado defensivo. Los errores y deficiencias individuales han sido más visibles y, sobre todo, más penalizados. Tras ver la situación en fase ofensiva no solo no mejoraba sino que estaba tumbando otros pilares, Pepe Mel decide actuar: el equipo da dos pasos atrás para ganar en seguridad y disfrutar de un contexto en el que la verticalidad intrínseca de esta plantilla sea potenciada.
Retrasar la disposición del equipo y dejar de optar por un pressing medio-alto no siempre debe ser considerado como una estrategia conservadora. Es decir, se dan esos pasos hacia atrás para poder avanzar de mejor modo. Con la actual plantilla, lo lógico es seguir tomando decisiones tácticas que precipiten un contexto en el que existan metros para correr, para transitar. Nada le viene mejor a hombres como Cedrick, Nosa, Vadillo y Juan Carlos. O al propio Verdú para encontrarlos en ventaja. No es casualidad que los mejores partidos de los verdiblancos hayan sido frente a rivales superiores técnicamente y que tienen la intención y capacidad de adueñarse del esférico –Real Madrid, Valencia y Villarreal–.
Otras de las decisiones del entrenador bético es dejar de optar por rotaciones continuas. Parece haber decidido conformar un bloque de siete u ocho futbolistas para poder asentar las ideas y mejorar la competitividad interna del plantel. Se puede perder algo de frescura, pero la realidad es que las rotaciones, hasta ahora, han rentado muy poco. Y puede ser, sin duda, uno de los causantes de la indefinición del conjunto andaluz en el arranque ligero.
Ese es el Betis que parece venir por palabras del propio entrenador. Si bien la ejecución frente al Vitoria Guimarães y Atlético de Madrid no fue todo lo completa y satisfactoria que se pretendía, parece que ésta es la tecla, la vía por la que Mel considera que su Betis puede recuperar la sonrisa. Estamos ante decisiones cargadas de coherencia y a las que el tiempo y los resultados le darán o quitarán la razón.
* Miguel Verdugo.
– Foto: Juan José Úbeda (ABC)
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