Este 2013 será un año que dificilmente olvidará Mireia Belmonte García (Badalona, 1990), la sirena desatada. Es realmente complicado mejorar un año después de triunfar en el final de un ciclo olímpico, ya que casi todos los deportistas optan por recuperarse del inhumano trabajo que requiere preparar una cita de esa magnitud; el año siguiente suele ser de relajación. Los deportistas que no tienen demasiada suerte intentan lavar su imagen consiguiendo éxitos deportivos que cubran sus necesidades. No es el caso de Mireia. La nadadora catalana, tras conseguir dos medallas en los JJ. OO. ha conseguido dar un salto más en su brillantísima carrera. El 2013 de Belmonte es, en pocas palabras, una animalada. Estos días acaba de culminar una temporada de ensueño, con cuatro medallas doradas en el Campeonato de Europa de Piscina Corta disputado en Herning (Dinamarca). A ese botín hay que sumar las veinticinco medallas en Copa del Mundo, las tres del Campeonato del Mundo disputado en Barcelona y los tres récords mundiales.
Todo el mundo dentro de la natación intuía que iba a ocurrir La chica rubia de ojos verdes proyectaba una carrera de altos mares. En un país donde no hay una excesiva cultura deportiva, parecía complicado que todo el esfuerzo se viese recompensado. Hubo dudas, y muchas. Seguro que Mireia aún recuerda las dudas por parte de todos cuando los resultados no llegaban o incluso una vez iniciados los propios Juegos de Londres. La prensa nacional, siempre ansiosa y muchas veces irrespetuosa, se preguntaba si era capaz de nadar todo lo que prometía. Pero ella sabía que podía y en esa competición supo coger el toro por los cuernos y conseguir que las criticas, a veces maliciosas, se tornaran en aplausos. Algunos interesados, otros verdaderos de la gente que realmente creía en ella desde el principio. Tras los éxitos, llegó el boom mediático –en forma de apariciones en televisión y anuncios publicitarios–, con todo el peligro que conlleva para el entorno y la propia cabeza del deportista. Una delgada línea muy peligrosa que cruzas con facilidad. Hay que andar con pies de plomo en esos casos. Llegó, incluso, un problema mayor, como fue la ruptura con su entrenador de toda la vida, el francés Fred Vergnoux, y por ende la ruptura con su club de siempre, el CN Sabadell. Mireia, en esos momentos donde seguro no lo pasó nada bien, se refugió en tierras francesas, donde entrenó con Fabrice Pellerin (entrenador personal de Yannick Agnel, la nueva gran estrella de la natación europea y mundial). Por suerte, de alguna manera las relaciones se volvieron a acercar y Mireia Belmonte volvió a entrenar con Vergnoux en Sabadell. Un binomio implacable.
Impacable como su rendimiento, motivadísima por la celebración del mundial organizado por la FINA en su ciudad, Barcelona. Con su público, su gente, alentando cada brazada en busca de la gloria. Faltó la guinda del pastel, esa guinda dorada que no se pudo dar, pero que igualmente no deslució el voraz desempeño para conquistar tres metales en esa cita, su cita. Su rendimiento en una prueba tan alargada en el tiempo como la Copa del Mundo habla de una regularidad increíble. Una regularidad que la hace mantenerse en la élite mundial de un deporte de mucho sacrificio, por momentos inhumano. No sabemos si tendrá el merecimiento nacional que merece, ya que es una de las deportistas más destacadas del año. Lo que sí sabemos es que esto no acaba aquí. 2014 está a la vuelta de la esquina y seguro que Mireia ya trazó los objetivos hace tiempo. La sirena desatada ya es imparable, surca los mares de todo el mundo sin oposición, buscando en el fondo esos metales que renuevan la energía y el hambre de seguir ahí, en lo más alto de un deporte que, tras todo el sacrifico, te compensa con creces. No sabemos la deportista que tenemos. No perdamos el tiempo no disfrutándola. Merece la pena.
* Andrés Marchante.
– Foto: Jens Dresling (AP)
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