Hay un factor en la gestión de los clubes que no acostumbra a ser excesivamente valorado y consiste en la secuencia con que contratan a sus sucesivos entrenadores en función de sus perfiles. Naturalmente, en aquellas entidades que cambian de técnico cada año o incluso cada pocos meses debido a los malos resultados, o por otras razones, este factor no ha lugar. Me refiero a aquellos clubes que, dentro de la imprevisibilidad que tiene el fútbol, poseen una planificación a medio-largo plazo que ejecutan con un amplio grado de cumplimiento.
Los entrenadores pueden agruparse, de acuerdo con sus perfiles y maneras de trabajar, en arquitectos o administradores. Por supuesto, existen otras muchas formas de identificarlos: ofensivos o defensivos, proactivos o reactivos; estrategas o emocionales; diseñadores o alineadores… No importa demasiado cómo les agrupemos, sobre todo porque cada técnico es singular y distinto y agruparlos solo es válido a efectos de nuestra comprensión. Haciendo esta importante salvedad y con los mil matices que ello supone, podríamos aceptar que existen dos perfiles muy diferentes de entrenador: el que es constructor y arquitecto; y el que es gestor y administrador. Ambos perfiles son imprescindibles en el fútbol. Son perfiles que en ocasiones figuran ya en la propia idiosincrasia o carácter del técnico, pero que en otras sencillamente se van componiendo y modelando con el paso de los años y las experiencias.
Por entrenador constructor o arquitecto defino a aquel que otorga prioridad a una determinada manera de jugar. Puede ser un modo ofensivo o defensivo, eso no importa a efectos de esta reflexión, pero destaca por dar mucha importancia a la propuesta global de juego. Busca que los jugadores de la plantilla afloren sus mejores potencialidades para amoldarse a dicha propuesta, que con el tiempo es matizada en un proceso de ensayo y error hasta alcanzar un punto común de consenso final. Como en todo ámbito humano, existen grados diversos de aplicación de una propuesta: hay quien es un fanático de la misma y se muestra incapaz de modularla a pesar de que sus jugadores son incapaces de adaptarse a ella; y hay quien acepta las lógicas transacciones con los jugadores hasta conseguir una síntesis beneficiosa para el equipo, sin por ello renunciar a que siga siendo básicamente similar a su propuesta inicial.
Este tipo de entrenadores posee rasgos de un liderazgo intenso y activo, puesto que debe implantar una determinada cultura, un modo de jugar, una propuesta. Dado que los resultados siempre son variables y nadie triunfa siempre, este entrenador-arquitecto está obligado a desprender mucha energía personal para lograr el objetivo de construir el proyecto diseñado. A menudo, el club no se alinea con su entrenador en dicho esfuerzo y el proyecto salta por los aires. Tampoco es sencillo que los aficionados se muestren receptivos con el mismo si los resultados son irregulares y, desde luego, no puede esperarse que los medios de comunicación actuales vayan a realizar grandes esfuerzos de comprensión al respecto de la propuesta liderada por el entrenador. Solo si los resultados son positivos -y constantemente positivos-, el camino del técnico-constructor será relativamente tranquilo.
La historia del fútbol destaca algunos grandes entrenadores con perfil de arquitecto. Entre otros, mencionemos a Herbert Chapman en el Arsenal; Jack Reynolds en el Ajax primigenio; Jimmy Hogan en Austria y Hungría; Vittorio Pozzo en la Italia doble campeona mundial; Peucelle en River y su Máquina; George Raynor emigrado a Suecia; Gusztav Sebes con los Mágicos Magiares; Hans Pesser en la Austria post-danubiana; Bela Guttmann allí donde fue; el cuarteto soviético Arkadyev, Maslov, Lobanovskyi, Beskov; Helenio Herrera y su estrategia engañosa; Ernst Happel y Rinus Michels, dos gigantes; Telè Santana y su maestría inagotable; Arrigo Sacchi como sintetizador de tendencias; o Johan Cruyff, el mayor de los intuitivos.
El entrenador-arquitecto se relaciona con una propuesta identificable de juego, no necesariamente con el éxito. Ha habido excelentes técnicos que han puesto los cimientos de un modo de jugar y, sin embargo, han sido prontamente despedidos en dichos clubes o no han conseguido alcanzar los éxitos que la propuesta prometía. Sin ir más lejos, entre los mencionados destaca Rinus Michels. Si analizamos bien su carrera de entrenador, el trabajo que realizó en el Ajax sirvió en realidad para que Stefan Kovacs, su sucesor, alcanzara un palmarés muy superior al del propio Michels. Fue uno de esos casos en que la secuencia de los entrenadores resulta esencial: el Ajax transitó desde un arquitecto (Michels) a un administrador (Kovacs) con acierto y éxito. El tránsito no resultó muy diferente en el AC Milan cuando Sacchi dio paso a Capello. O en el Bayern cuando Heynckes, magnífico gestor, sucedió a Van Gaal, de perfil constructor.
La ventaja competitiva para un club que pueda y quiera planificar esta secuencia reside en que tras un período de edificación de una propuesta por parte de un entrenador-arquitecto, su sucesor puede beneficiarse de la inercia adquirida por dicho proceso siempre y cuando posea rasgos de gestor-administrador y no pretenda a su vez erigir otra propuesta distinta. Si es así, lo que acostumbra a ocurrir es que se desanda un camino. Probablemente es lo que habría ocurrido si en la selección española no hubiera sido Vicente del Bosque quien sustituyó a Luis Aragonés. Pero el actual seleccionador, de perfil esencialmente administrador, supo heredar una propuesta de arquitectura definida y la gestionó introduciendo matices pero sin sustituirla por otra distinta. Para ello hace falta sabiduría, humildad y un liderazgo fuerte aunque más silencioso.
Hoy en día hay varios entrenadores significadamente “arquitectos”: Guardiola en el Bayern, Simeone en el Atlético, Sampaoli en Chile (y ya en el Sevilla), Tuchel en el Borussia Dortmund, Klopp en el Liverpool, Hasenhüttl en el Ingolstadt (y ahora en el RB Leipzig), Berizzo en el Celta, Conte en la Juve y después en Italia… Son muy distintos entre sí: los hay ofensivos, los hay defensivos y los hay extremadamente defensivos; los hay dúctiles y flexibles y los hay rígidos e inamovibles. Pero les distingue un perfil netamente constructor, rasgos de arquitectos, aunque sus obras sean radicalmente diferentes, incluso opuestas entre sí.
El perfil “administrativo” resulta a menudo idóneo para suceder a un “arquitecto”, aunque no es fácil para cualquier club acertar en ello. El entrenador-arquitecto ha inculcado una propuesta, ha enseñado a los jugadores una serie de ideas, y el entrenador-administrador -cuando es sabio- puede prolongar el beneficio de dicha propuesta durante un largo tiempo, alcanzando frutos fecundos. Carlo Ancelotti es un gran ejemplo de este tipo de entrenadores. En anteriores ocasiones he detallado sus rasgos y virtudes como técnico. Ancelotti no ha dejado en ningún equipo un legado en forma de estructura futbolística identificable por su sello personal, pero ha sabido gestionar siempre con acierto la herencia recibida, a condición de que su antecesor hubiese erigido un proyecto reconocible.
Los líderes de los clubes -de cualquier tamaño- tienen en este ámbito una materia muy importante en la que profundizar. Cómo planificar a medio y largo plazo la secuencia sucesiva de sus entrenadores. Cómo apostar durante un período de tiempo por un arquitecto que erija una determinada construcción y cómo a continuación emplear a un administrador para gestionar dicha construcción hasta que la inercia se agote y el ciclo tenga que empezar de nuevo. Y, por supuesto, cómo identificar los rasgos de cada entrenador y los momentos idóneos para un perfil u otro.
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