"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
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Está claro que esta no es la mejor temporada del equipo che de los últimos años. El Valencia está presentando una gran cantidad de problemas a nivel organizacional, a nivel de juego. Me gustaría destacar la gran cantidad de goles que está encajando tras pérdida, sobre todo en las primeras jornadas, y que parece que últimamente es un problema que se está sabiendo solventar.
Las dificultades en la transición ataque-defensa se han sucedido independientemente de la altura del bloque defensivo rival: tanto contra equipos que disponían de un bloque intermedio o alto, como si se trataba de un equipo que presentaba un bloque bajo, esperando en campo propio.
Pero tratar de buscar la explicación a estos errores en el justo momento de la pérdida sería una equivocación. Generalmente ahí es donde menos respuestas podemos encontrar a nuestros interrogantes. Para contextualizar estos problemas habría que insertarse en el momento inmediatamente anterior, la fase ofensiva, y más concretamente en la subfase donde están presentando mayores dificultades. Estamos hablando de la construcción del juego, la salida de balón.
En las primeras jornadas, el Valencia tuvo pérdidas en la salida de balón, contra equipos como el F. C. Barcelona o el Real Betis, que supusieron varias ocasiones en contra en los mejores casos, y en los peores, encajar goles.
El Valencia presentaba una estructura muy amplia, con unas distancias de relación entre jugadores bastante largas, con el objetivo de ampliar también las de los jugadores del equipo rival y generar una serie de intervalos que permitieran ir progresando hasta la portería rival. Estos espacios pretendidos se creaban, pero ¿eran realmente aprovechados? Lo eran, pero por el adversario.
Disponer de una estructura amplia te permite esa creación de espacios, pero si luego tienes problemas para conectar con las líneas siguientes, esos espacios se vuelven en tu contra: distancias de relación larguísimas entre los jugadores de la primera línea de construcción que tras pérdida se transforman en intervalos que los jugadores más avanzados del equipo rival pueden aprovechar para romper y penetrar a la espalda de la última línea defensiva. A esto hay que añadir que estas largas distancias evitan una posible presión o temporización tras la pérdida que permita cerrarse y reducir las distancias interválicas y volver a cierto equilibrio. En el momento en que el rival roba (generalmente por interceptación al tratar conectar con una línea posterior, lo que supone aún mayor espacio de acción para el nuevo poseedor rival), la posibilidad de un contraataque directo está ahí y es muy difícil contrarrestarla.
Por tanto, podemos deducir que las primeras dificultades son estructurales. La estructura no es más que la ocupación del terreno de juego que hace un equipo. Dentro de esta estructura, no solo está el sistema de juego (como el 1-4-2-3-1 que el Valencia empezó empleando), sino también la amplitud y la profundidad que se le da a este sistema, las incursiones de jugadores en otras líneas (ya sean anteriores o posteriores), las alturas, escalonamientos… Como ya he dicho, la forma de ocupar el verde.
“La estructura es importante, pero no fundamental. Fundamental sólo es el juego”.
Dani Fernández
Esa estructura debe ir seguida de una funcionalidad. Nos colocamos así para favorecer que hagamos X cosas. Pero colocarnos así no hará que eso que busquemos aparezca sin más. La estructura favorece la aparición de conductas, relaciones o situaciones, pero lo que realmente hace que sucedan esas cosas es el juego. Por lo que nuestra estructura debe ir relacionada a aquello que queremos/podemos manifestar en el juego. Y si la estructura no se ajusta a lo que emerge en el juego, puede aumentar nuestros problemas, como le sucedía al Valencia.
Junto a esta amplia primera línea de construcción, la mayoría de apoyos de la segunda línea eran por dentro, de espaldas a portería y con oposición cercana. He ahí las dificultades para conectar con ellos. Estructura no ajustada a las necesidades del juego: buscar conexiones internas, cuando presentamos dificultades para encontrarlas, lo que supone pérdidas, a lo que añadimos una estructura amplísima que genera espacios que nosotros no aprovechamos, sino que lo hace el rival tras recuperar.
De aquí pueden surgir dos problemas. Por una parte, esa amplia primera línea de construcción genera intervalos que aprovecha el rival tras recuperar el balón. Por otra, dificultades para conectar con la línea posterior por dentro, lo que suponía muchas pérdidas y en contextos muy desfavorables. El Valencia, en las siguientes jornadas, trataría de hacer frente a este segundo problema, cambiando las zonas por las que circular y hacer progresar el balón, evitando esas conexiones internas.
A esto hay que añadir otro comportamiento que pasó factura al Valencia en el inicio de liga. Ante rivales que disponían de un bloque bajo, uno de los centrales, generalmente Mathieu, conducía internándose en campo rival tratando de provocar que un opositor indirecto saltara a por él y liberara a un compañero para poder jugar con él. Es una conducta habitual para tratar de eliminar rivales cuando el equipo adversario se repliega en su propio campo, y es una conducta que puede generar muchas ventajas, pero para ello hay que entenderla.
Si uno de los centrales se introduce en campo rival en conducción mientras incorporamos a ambos laterales… Tratamos de someter al rival, empujarlo hacia su portería y, en caso de no salir bien, los que acabamos sometidos somos nosotros. Si las superioridades que tratábamos generar no emergen, estamos en una situación en la que solo compensa uno de nuestros centrales (normalmente contra otro rival que queda al balance). Si hay pérdida, situación de uno contra uno en una primera oleada y la posibilidad de que nos ganen la posición jugadores que constituyan la segunda oleada rival. Peligro, mucho peligro, por no compensar y mantener un equilibrio.
Como ya hemos comentado, el Valencia iba a cambiar los sentidos de su circulación de balón. Para ello, Djukic empezó a dar minutos a Parejo, que esta temporada está desarrollando un gran fútbol. Parejo es un mediocentro al que le gusta recibir sin oposición, levantar la cabeza y buscar a un compañero por delante. Es un jugador que se aleja de forma muy inteligente de los opositores para conseguir esa recepción limpia. Por ello, busca generar líneas de pase ocupando espacios libres en los que poder girarse y no sentirse presionado. ¿Y dónde busca esos espacios? En los costados de la primera línea de presión adversaria, que suele estar constituida por uno o dos jugadores, rara vez tres (porque aquellos equipos que juegan con un 1-4-3-3 suelen hacer que sus extremos replieguen y se cierren), que además se encargan de cerrar por dentro, por lo que la salida por fuera acostumbra a quedar liberada, y esos espacios los encuentra Parejo a la perfección.
Así, en vez de buscar tantas conexiones por dentro se empezó a dar importancia a la salida por fuera (más sencilla al haber menor oposición), lo que redujo el número de pérdidas en zonas de iniciación, presentando el equipo una mejoría en ese aspecto. Sufría menos en la transición ataque-defensa porque precisamente tenía un menor número de pérdidas en zonas de peligro.
Pero para evitar estas conexiones con la línea inmediatamente posterior por dentro, no solo buscaban conexiones por la periferia, sino también empezaron a mirar lejos. La salida larga empezó a ser una opción. Porque sacar el balón en largo también es una forma óptima de sacarlo si el contexto y los jugadores lo permiten o exigen. A veces parece que solo hay salida de balón si esta es construida en corto desde abajo. Un mito más que habrá que desterrar. La salida larga también es una opción.
La solución se buscó tratando de cambiar relaciones entre los que tejen la madeja. Más minutos de Parejo, que orienta la salida hacia fuera; Jonas y Pabón junto a Postiga, e incluso Alcácer, interactuando dentro del campo, empezando a utilizar un 1-4-4-2, proporcionando más profundidad al equipo y permitiendo esas salidas largas, a espaldas de la última línea de presión, superando (aunque no siempre con éxito) todo el dispositivo defensivo rival.
En ese aspecto creo que hay un progreso, pero hay otras muchas conjeturas que si el Valencia no empieza a resolver, como el balón parado defensivo o la defensa del área, impedirán que el equipo rinda al nivel competitivo que se le exige.
* Enric Soriano.
– Foto: AFP
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