La resurrección de Ronaldinho

por el 11 abril, 2013 • 18:03

Si exactamente hace un año alguien hubiera apostado por este presente de Ronaldinnho, figura del Atlético Mineiro sensación de la Copa Libertadores, llevaba las de perder. El gaucho deambulaba en un pálido Flamengo que no lograba pasar la fase de grupos del mismo torneo continental y que no podía revalidar el título estatal carioca. Hoy, todo es diferente en su aventura en Belo Horizonte.

Lo que se diga de su ocaso en tierras europeas está de más, por reiterativo. Se recuerda su salida por la puerta de atrás del Camp Nou en el 2008 con la llegada de Josep Guardiola y su rescisión de contrato con el Milan a comienzos del 2011. Su pico de rendimiento, pero sobre todo, de intensidad para con la actividad había pasado mucho tiempo atrás, antes del Mundial de Alemania. Allí abdicó Dinho de su reinado, dejando un lugar vacante como número uno del mundo del fútbol.

Su retorno a Brasil (como su estadía) no estuvo exento de polémica. Lo esperaba el Gremio, el club que lo vio nacer y desarrollarse, pero fue finalmente el Flamengo su destino; en Porto Alegre no se lo perdonarían. El Mengao lo recibía con los brazos abiertos. Uno de los dos clubes más populares del país (junto a Corinthians se disputan esa condición), pero también uno de los más caóticos e histéricos.

Su arranque no desentonó en lo más mínimo. De su mano el Flamengo se quedó con el título estatal en esa primera parte del 2011 y haría un aceptable Brasileirao que terminaría dándole al Fla su pase a la Copa Libertadores del 2012. Un triplete en un 4-5 a domicilio ante el Santos en Vila Belmiro, el día que Neymar anotó el mejor gol del 2011 para la FIFA, fue su highlight del año.

Su buen nivel y la vuelta de esa alegría perdida demostraban, por un lado, que ante un medio menos exigente Dinho aún podía destacarse, y por el otro, que en su tierra gozaba de placeres que no eran condescendidos en Europa. Estaba motivado, pero al mismo tiempo podía tener sus licencias.

Sin embargo, en muy poco tiempo ese arranque venturoso comenzó a diluirse. Las promesas económicas empezaron a incumplirse y si bien Ronaldinho no hacía alarde de eso, sentía el disgusto.

Cabe hacer un alto en este punto y comentar cómo son los contratos de muchas de las estrellas que actúan en Brasil, ya sean repatriadas de Europa u otras emergentes. Además de su salario, existía un convenio por derechos de imagen. El mismo lo debía abonar Traffic, la empresa poseedora de los derechos de televisión del fútbol brasileño. Luego de uno de los primeros pagos, Traffic comenzó a incumplir. Flamengo intentó poner el cuerpo a esa deuda, pero rápidamente se mostró insolvente. Curiosa (o polémica) la relación entre televisión y clubes en Brasil. De hecho, la campaña pasada, Santos cobraba menos dinero si Ganso (cuando aún estaba en el Peixe) o Neymar no actuaban de arranque.

Dinho percibió que no era la situación ideal, ni mucho menos. Sin embargo, el anhelo de la Libertadores motorizaba su continuidad en el 2012. La llegada de Joel Santana como entrenador, lejos de ser un bálsamo, potenció el disgusto personal y el desorden colectivo. Además, ubicaba al ex ’10’ del Barcelona como extremo izquierdo, una posición que lo perjudicaba. La pronta eliminación en la fase de grupos sepultaba las esperanzas de los cariocas, que no obtienen el certamen más importante de América desde 1981, cuando Zico los comandó a su única Libertadores.

Esa fue la gota que rebalsó el vaso. El Flamengo ya no aguantaba a un Ronaldinho desmotivado y desilusionado y el crack estaba cansado de las promesas incumplidas. Mediante una presentación judicial el gaucho logró su libertad de acción.

Su futuro era una incógnita, incluso había quienes especulaban con un retiro del astro. Pero no podía ser ese el final del genio. No hubiera sido justo. Y apareció allí el lugar exacto para la rehabilitación futbolística de Ronaldinho: Atlético Mineiro, un club totalmente opuesto al Flamengo.

El Galo siempre vivió a la sombra del Cruzeiro, el gigante de Belo Horizonte. Pero en la actualidad se trata de un club ordenado, con hambre de triunfos, con un técnico de vocación ofensiva y una hinchada muy pasional. Ronaldinho fue recibido como el plus que venía a darle al Atlético Mineiro aquel ángel que le estaba faltando. Y la apuesta no fue fallida.

Protagonista durante todo el 2012, el Mineiro finalizó subcampeón del Brasileirao. No había título, pero sí protagonismo. A su vez, el ’10’ era elegido como el mejor jugador del certamen (a Neymar se le dio un premio fuera de concurso que sólo se le había otorgado a Pelé en 1970). Dinho volvía a estar feliz.

Sin embargo, este arranque del 2013 fue mucho mejor todavía por dos factores: su actuación en Libertadores y la selección brasileña. La caída en la final olímpica, además del pobre nivel del equipo en los amistosos (y un sinfín de internas políticas) derrocaron a Mano Menezes y llegó Luis Felipe Scolari a la dirección técnica.

Felipao mostró como declaración de principios su confianza en Ronaldinho, llevándolo a jugar a Wembley ante Inglaterra por delante incluso de Kaká. Con Menezes, Dinho no había estado en la Copa América y apenas había sido convocado para algunos pocos partidos intrascendentes como el Clásico de las Américas, una serie de ida y vuelta ante Argentina con jugadores del medio local. Más allá de errar un penal en Londres, el ’10’ sabe que es muy tenido en cuenta y que puede soñar con llegar al Mundial del año próximo; parece depender de él.

La Canarinha tiene mucho talento joven de tres cuartos en adelante, pero nadie que se eche el equipo al hombro. A Neymar ese rol le quedó grande en los Juegos Olímpicos y la presión en casa puede será más grande todavía. Si bien hay nombres como Lucas Moura, Oscar o Ganso (venido a menos desde su traspaso al Sao Paulo, donde es suplente), ninguno tiene la experiencia de un Ronaldinho o un Kaká. Punto a favor de los veteranos.

Pero además está la obsesión de la Libertadores, uno de los últimos grandes certámenes que se le resisten al gaucho (además del Brasileirao o el Mundial de Clubes). Esa copa que cuando comenzaba a despuntar en las divisiones juveniles del Gremio era obtenida por el primer equipo del tricolor en 1995.

El Atlético Mineiro es la sensación de esta primera parte de la Libertadores. Cuca, hábilmente, no ubica a Ronaldinho como puntero izquierdo, sino que lo hace jugar como enganche, en un equipo que a ese jugador le ofrece todo el tiempo opciones de pase. Acompañado por Diego Tardelli por la derecha, el joven Bernard (gran promesa) por la izquierda y Jo Alves –el ex Manchester City– como punta de lanza, Ronaldinho destiló clase hasta acá.

Desmitificó la solidez defensiva del férreo Arsenal: el Galo le anotó diez goles en dos juegos. Si bien Dinho no pudo convertir en Sarandí (pese a ser figura lanzó un penal al travesaño), en el choque en Belo Horizonte marcó por duplicado, el segundo una delicia propia del mejor Ronaldinho.

Con puntaje perfecto tras cinco juegos, el equipo blanco y negro metió miedo y lanzó un mensaje de advertencia al continente. Su potencial ofensivo sólo podría ser comparable al del Corinthians con Guerrero, Emerson y Pato, aunque con un estilo bien distinto.

Disfruta Ronaldinho y nos hace disfrutar a todos. Sí, no es aquel que hace poco menos de una década apilaba rivales con una facilidad asombrosa. Sin embargo, en algunas pinceladas aún se ve al genio que fue rey hasta que quiso serlo. Su segundo gol al equipo argentino la semana pasada es la muestra más cabal.

* Diego Huerta es periodista y editor del sitio web Cultura Redonda.

– Foto: EFE




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