En las recientes temporadas el Valencia fue, probablemente, el rival que más apretó al Barça. En Mestalla o en el Camp Nou, cada enfrentamiento resultó un martirio para los chicos de Guardiola, pillados casi siempre a contrapié, por lo general superados inicialmente en el marcador, obligados a protagonizar remontadas hercúleas. Jugar contra el Valencia llegó a ser sinónimo de sufrimiento agudo. Conviene no olvidarlo en este final oficial de la pretemporada en que los chicos de Vilanova han sufrido en acciones a balón parado, pero solo en esas acciones. Lejos de aquel Valencia eléctrico que ahogaba al Barça, el que se ha presentado en el Camp Nou ha sido un equipo de bajo tono que ha esperado replegado con poca tensión aunque muy bien organizado defensivamente. Tanto que ha prescindido incluso de cualquier ambición contragolpeadora. Prefería esperar encerrado al Barça, como confiando en que el equipo de Tito se ahogaría en su propia salsa.
Es curioso que el partido arroje sensaciones de un Barça empequeñecido y dubitativo cuando resulta que el equipo ha sufrido mucho menos que en esos episodios de temporadas recientes. Creo que es debido a dos razones: la primera y fundamental, que Tito Vilanova se está haciendo con el equipo. No es lo mismo ser primer entrenador que segundo, por más años que lleves en el convento; y al Barça le toca reinventarse como cada curso pero bajo otra batuta. La segunda razón es que las percepciones son muy engañosas. Del mismo modo que se idolatra aquel partido de Stamford Bridge en que Iniesta marcó, olvidando que solo se disparó una vez a puerta en noventa minutos, y se vilipendia el duelo de abril aunque el Barça rematara 46 veces contra Cech; del mismo modo se juzgan ahora las sensaciones en base a recuerdos que no siempre coinciden con la realidad que exactamente ocurrió.
Lo que sucedió es que también hubo varios arranques de temporada dificultosos, fuese por derrotas sorprendentes (Numancia, Hércules…) o por costosas montañas que escalar; hubo tramos espesos de juego, futbolistas en baja forma y movimientos colectivos poco afinados. Ahora también hay un poco de todo esto, pero parece mucho más grave o más sensible porque ha cambiado quien manda y da la sensación que todo el castillo se va a desmoronar de un momento a otro. Entiendo esa aprensión, pero le otorgo más valor a la voluntad de un colectivo empecinado en reinventarse.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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