"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
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No es casualidad. El Everton está entre los cuatro primeros –a falta del Arsenal-Chelsea– no porque haya un descenso de nivel entre los equipos de élite de la Premier League, sino porque ha pasado a ser por méritos propios un contendiente de primer nivel, capaz de disputar el título de igual a igual con los grandes. Bajo la persistente lluvia de Swansea, Roberto Martínez, hijo pródigo que volvió a casa demostrando haber crecido notablemente desde su marcha, defendió que su equipo merece ser tomado en serio con una victoria llena de oficio en la que lucieron las que son ahora mismo dos de las joyas más brillantes de la competición.
Seamus Coleman y Ross Barkley ya no necesitan presentación. Son dos de las figuras más destacadas del Everton y son los compañeros más veteranos los que se tienen que hacer un lado ante el empuje de estos dos jóvenes. La exhibición ofrecida por Coleman en la banda derecha merece capítulo aparte, anulando no solo a un gris Routledge, sino también a su compañero Kevin Mirallas, que tuvo que hacerse a un lado para que no se vieran inhibidas las cabalgadas del joven carrilero de Donegal. Cada subida por la banda superaba a la anterior, para desesperación de Ben Davies, lateral izquierdo castigado por el hambre constante de su oponente, que firmó un gran gol desde fuera del área que sorprendió a Tremmel, portero sustituto que no consigue hacer olvidar a Vorm.
Si el ’23’ del Everton estuvo inconmensurable, otro tanto cabe decir de Barkley. Rapado al cero, no dejó de insistir ante Chico Flores y Ashley Williams, y aunque estuvo errático siempre en los metros finales, no se fue del Liberty Stadium sin un gol que sumar a su registro personal, una bella falta directa que entrará en la lista de lo más granado de la temporada, además de ser clave para que los puntos volaran hacia Liverpool. Si estos dos jugadores están enchufados en un partido, el rival tendrá que esperar alguna desconexión por parte del resto de sus compañeros para optar a un triunfo –o un empate como mal menor– ante este Everton, coyuntura que no se dio más allá de un desafortunado despeje de Bryan Oviedo a un mal disparo de Tiendalli.
Roberto Martínez ha conseguido dejar su impronta personal con tan solo cuatro meses al frente del equipo toffee. En comparación con el Swansea, la plantilla no es precisamente la misma, pero ha sabido adaptarse a los mimbres que se le han dado en Liverpool sin pretender crear una fotocopia del que fue su equipo hace unos años. Sirva como ejemplo que el centro del campo que tiene en el Everton, formado por McCarthy y Barry en el doble pivote, tiene pocas características en común con aquel dúo formado por Leon Britton y Ki Sung-yueng, que garantizaba altísimos índices de posesión, pero en lugar de mostrar terquedad queriendo transformar a los dos primeros acepta la naturaleza más táctica de ambos y explota otras virtudes que presenta su plantilla, las cuales, por cierto, no son escasas.
La situación del Swansea, aunque tranquila en lo clasificatorio, no es tan idílica como la de su rival. Las lesiones de Michu y Dyer preocupan mucho a Michael Laudrup y por extensión a toda la plantilla y la afición; Shelvey sigue perdido en una guerra consigo mismo en la que no queda muy claro cuál es su objetivo ni quién el beneficiado; y el jugador que más aporta es José Antonio Cañas, centrocampista aseado y correcto cuya labor no tenía que ser la de liderar una plantilla diseñada para compatibilizar Premier y Europa League. Las lesiones están dejando las costuras del Swansea a la vista de todos y Michael Laudrup sopesa seriamente la posibilidad de acudir al mercado de invierno en busca de potenciar una plantilla a la que se le tiene que exigir bastante más, sobre todo ante su propia afición.
En la comparación entre Roberto Martínez y Michael Laudrup salió ganando el entrenador de Balaguer por delante del danés, no solo por lo ya reseñado de saber adaptarse a cualquier proyecto sin perder sus señas de identidad, sino también por los síntomas de estancamiento que ofrece el Swansea. Las nuevas incorporaciones, hasta el momento, no han mejorado lo que el Liberty había paladeado en temporadas anteriores, con especial mención a Jonjo Shelvey, que teóricamente debería haberse reencontrado con la alegría de jugar en un lugar más tranquilo y proclive a que los talentos se desarrollen sin estridencias que Anfield Road, pero su facilidad para entrar en cortocircuito sin nadie externo a quien achacárselo resta mucho a sus posibilidades. De momento, sus sombras son más frías y alargadas que cálidas sus luces, igual que las de un Swansea City que, pudiendo haber sacado provecho del factor campo, dejó escapar tres puntos ante un Everton que esta temporada es mucho más sólido e inclemente que las anteriores. Al fin y al cabo, ya es un aspirante más.
* Agustín Galán es periodista.
– Foto: Kieran McManus (BPI)
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