En la previa del partido, Mourinho había quitado hierro, más que a sus palabras, a las consecuencias que se podían prever de sus declaraciones –“Cometí once errores, debí sacar otros once jugadores”, lamentaba– tras la derrota del sábado pasado en St. James’ Park. El técnico portugués se anticipaba a las interpretaciones que podían suscitar los cambios en el once ante el Schalke –“No quiero que se interpreten los cambios que haga mañana como si los que falten estuviesen pagando la derrota ante el Newcastle”, aseguró–, dando a entender que los habría, y vaya si los hubo. Seis, para ser exactos. De nuevo en un partido clave, David Luiz y Mata, que habían sido titulares ante el Newcastle tras su ausencia en los dos partidos gordos consecutivos ante Schalke y Manchester City, regresaban al banquillo y dejaban su lugar a Cahill y Schürrle. El lateral izquierdo pasaba a un Azpilicueta que le está comiendo cada vez más terreno a Cole, mientras que en el medio, el nigeriano Obi Mikel sustituía a Lampard formando pareja en la medular con Ramires, y en la punta de lanza la lesión de Torres dejaba sitio a Eto’o. Capítulo aparte merece Eden Hazard, al que Mourinho mandó a la grada por llegar tarde a un entrenamiento. Tras el partido, el técnico lo confirmaría: “No quiero mentir, Hazard no está lesionado. Es un niño, los niños cometen errores, y los padres deben ser inteligentes para educarlos correctamente. El sábado estará de regreso”. Willian jugó en el extremo derecho en lugar del belga.
Salió el Schalke descarado, como queriéndose desquitar de su falta de ambición en el partido que les enfrentó hace quince días en Alemania. El equipo alemán, consciente de los problemas del Chelsea a la hora de elaborar juego en el mediocampo, ejerció una agresiva presión sobre Obi Mikel –distanciado un mundo de la mediapunta– y sobre la defensa, sometida a sobar más el balón de lo que les interesaba. A cada robo de balón los alemanes buscaban a Draxler, que partiendo desde la derecha trazaba la diagonal hacia el centro buscando el último pase o su excelente disparo con ambas piernas y dejando libre el carril a Uchida, que ya había sido un quebradero de cabeza para los blues en Alemania. Era el minuto seis y Draxler ya había tenido tiempo de disparar a puerta y de asistir a Szalai tras una fantástica jugada por el centro que acabaría marrando el delantero. La entrada del húngaro retrasaba la posición de Kevin-Prince Boateng, que a diferencia del partido de Gelsenkirchen –entonces jugó de falso nueve– jugó detrás del delantero.
Como le ha pasado varias veces esta temporada, el Chelsea sufrió el primer cuarto de hora, tiempo que necesita para imponer ese ritmo cansino y contagioso que deja al rival expuesto a la calidad de los hombres de arriba, a su potencial a balón parado y a la intensidad que aplican solo cuando huelen el miedo del contrario. Así llegó el primer gol. El meta Hildebrand, con el balón controlado en su área, ganaba tiempo demorándose para patear en largo, mientras Eto’o, perro viejo, adivinaba la duda en la lejanía. El camerunés, corriendo al trote y de lado, fingió que amagaba sólo con encimar, pero cuando estuvo a tres metros del arquero esprintó, a Hildebrand le dio tiempo a golpear, pero la pierna de Eto’o ya se había interpuesto en el camino. El rebote cogió dirección portería y el Chelsea se adelantaba en el marcador. Como ante el Cardiff City, una pillería de Eto’o desatascaba un equipo apático. El gol no ocultaba un partido plano hasta ese momento de los blues, que recurrían a balones largos cuando no bastaba que Willian bajase a asociarse con Ramires y Obi Mikel, con el fin de lubricar una circulación de balón a la que le faltaba fluidez.
La segunda parte comenzó como la primera. De nuevo en una contra del Schalke, Draxler recibió en la derecha y en un recorte hacia dentro se sacó un disparo raso que obligó a Cech a hacer un paradón que evitaba el empate. Aquí estuvo el partido. De nuevo el portero checo, providencial, condicionaba el resultado. Dos minutos después, Willian ganó una pelota dividida en mediocampo, y con esa conducción veloz y elegante que le define apuró hasta la frontal, asistió a Eto’o, que había acompañado el contragolpe por la derecha, y el camerunés resolvió cruzando el balón lejos del alcance de Hildebrand. El gol, sumado a la lesión de Draxler –que fue sustituido al cuarto de hora de la segunda parte por Clemens– hundió al Schalke y espoleó al Chelsea, que adelanto líneas y comenzó a generar llegadas al área de forma más continuada.
Willian asumió el protagonismo, cayó al centro –donde Oscar no estuvo tan participativo como acostumbra– y recordó por momentos al excelso jugador que vimos en el Shakhtar. El balón llegaba con mucha más facilidad a la zona de tres cuartos, y ahí el Chelsea disfrutaba; los hombres de arriba comenzaron a permutar posiciones constantemente y la sensación de peligro creció. Eto’o bajaba a ofrecerse a la mediapunta, Oscar desahogaba la zona cayendo a la banda y Schürrle ocupaba la posición de nueve en distintas fases, combinando y alternando zonas del campo ante un Schalke a merced que ya no daba señales de vida.
Mourinho llevó a cabo un carrusel de cambios a diez minutos del final, dando minutos a Djemba Ba, Lampard y De Bruyne –inédito hasta ese momento en Champions y que no disputa un minuto en Premier League desde el 21 de septiembre ante el Fulham–, y acrecentando la inquietud de un Mata que mira cada vez con más preocupación cómo se va acercando el Mundial de Brasil. Todavía hubo tiempo de que los recién ingresados Lampard y Ba fabricaran una jugada que acabó en un gol precioso. Cahill pateó una falta desde su campo, Ba la frenó con el pecho dejando la pelota a Willian, que ganó el lance al defensa para hacer llegar el balón a Lampard, que de primeras intuyó el desmarque del delantero de origen senegalés, que definió con un remate nada fácil y firmó el 3-0 final. El Chelsea sella así tres puntos que le dejan a una victoria de asegurarse el primer puesto del grupo, mientras que el Schalke se ve inmerso en una igualada batalla con Basilea y Steaua por la otra plaza de octavos.
El partido del Chelsea se pareció mucho a lo visto esta temporada, con las notas positivas de que el equipo sigue creciendo con victorias, la competencia por el nueve sube de nivel y jugadores decisivos como Hazard no se echarán tan en falta cuando Willian sea Willian. En el debe quedan las dificultades para desplegar un ataque organizado que permita hacer llegar balones con más fluidez a la zona de tres cuartos, donde el Chelsea más puede dañar, pero alimentar este debate puede llegar a frustrar porque lo que hay en la medular no tiene demasiado recorrido para mejorar en este aspecto. El enfoque debe ir hacia la consecución de un equipo cada vez más compacto, que pierda la bola donde la quiera perder y al que hacerle una ocasión sea una quimera. Porque la calidad que rebosa arriba hará todo lo demás.
* Alberto Egea.
– Foto: AP
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