Lo sospechábamos. Los planteamientos de Vilanova nos hacían pensar que se siente más cómodo cuando los contrarios van a buscar al Barça arriba que cuando lo hacen replegados, justo lo contrario que Guardiola. Pues bien, en la rueda de prensa previa al partido contra el Betis lo confirmó, aunque casi nadie lo constatara por centrarse exclusivamente en la presencia o no de Messi: «Yo prefiero que vengan arriba, es verdad que te complica la salida de pelota pero tienes más metros cuando sales de esta presión».
La diferencia radica en que Pep prefería decidir de antemano prácticamente todo lo que pasaba en el terreno de juego. Con el balón regalado, su equipo podía organizarse a partir del mismo y reducir al máximo la amenaza ofensiva del rival mediante posesiones que, antes de buscar derribar el muro, agrupaban al equipo en posiciones cercanas. Una vez agrupado, el equipo intentaba superar al contrario mediante una gran cantidad de recursos, extraordinarios por su ejecución en espacios tan reducidos. Al mismo tiempo, el número de ocasiones del contrario se reducía al máximo. Sin embargo, el ratio de eficacia de uno y otro equipo por lo general difería considerablemente. Y es que, al tener que decidir tan rápido, con el portero tan cerca una vez superada la defensa, era harto complicado acertar de cara al marco rival. Por contra, con tantos metros para ser resolutivo, el rival conseguía porcentajes de acierto elevados las escasas veces que conseguía armar el contragolpe.
Mientras tanto, cuando el rival presionaba, el ratio de acierto se invertía, pasando a ser el Barça el más acertado. Partidos sin una gran diferencia en cuanto a ocasiones terminados en 5-0 frente a Betis o Shakhtar dan fe de ello. Sin embargo, en estos encuentros los culés no podían ejecutar su juego habitual. No tenían ese control, ese dominio. No existía esa superioridad colectiva y los triunfos habían de basarse en la superioridad individual. En resumen, el Barça merecía con menor claridad la victoria y, pese a ello, la obtenía por márgenes más amplios.
En lo que va de temporada esta tendencia se ha acentuado. Prácticamente sin excepción, la diferencia de ocasiones generadas frente a equipos replegados ha sido mayor mientras que con la eficacia ha sucedido a la inversa. Y eso que ha habido cambios trascendentes en el juego del Barça, como el abandono de la priorización de la agrupación en torno al balón para minimizar los riesgos en la transición defensiva en pos de potenciar el ataque organizado. Incluso, colateralmente, incitando al contrario a exponer más al ser más vulnerable. Pero, por el momento, ello no se ha revelado sino como una trampa que aniquila a quien cae en ella.
Hay notables excepciones, claro está. Y matizaciones importantes, como que salir de una presión alta será aún más difícil para el Barça en un campo pequeño que en el Camp Nou. O que el listón que ponga el colegiado con las tarjetas en muchas ocasiones convertirá esa presión en efectiva o en suicida. También, claro está, que con repliegue nos referimos al equipo que cierra los espacios, no al que presiona desesperadamente descubriendo espacios a una altura media o baja, pues en este contexto la felicidad culé es total.
Sin embargo, creo que, tras infinidad de ejemplos, se puede concluir que, en la mayoría de las ocasiones, el equipo que presiona arriba al Barcelona tendrá más ocasiones y recibirá menos que el que espera replegado. Sin embargo, el acierto de los culés será mucho mayor y, el propio, enormemente menor. Dicho de otra forma, casi siempre, ir a buscar al Barça arriba en lugar de esperarle replegado implica complicarle el juego y facilitarle el resultado. Pep prefería lo primero, Tito lo segundo. Cuestión de gustos.
* Rafael León Alemany.
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– Fotos: EFE
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