Fútbol / Crónicas 2014-2015 / Inglaterra
Desatado tras el partido, la alegría de John Terry era la viva imagen del título que el Chelsea acababa de amarrar. Él ha sido el estandarte de un equipo al que en 2015 la ausencia del mejor Diego Costa –los tres partidos de sanción, su bajo estado de forma y las lesiones lo han lastrado estos últimos cuatro meses– le ha restado potencial ofensivo y le ha obligado a competir con una implicación defensiva colectiva máxima, moviéndose en resultados cortos y ajustados –sus últimos 11 partidos en Premier han dejado 7 victorias por la mínima y 4 empates– que han terminado por dar sentido a una primera mitad de temporada donde el Chelsea rindió a un nivel extraordinario.
Al Chelsea le valía el empate para apagar esas últimas opciones del Arsenal de pelearle el título, así que Mourinho armó el equipo sabiendo que cedería la iniciativa del juego al Arsenal y buscaría controlar el partido desde lo compacto de su bloque, minimizando riesgos y focalizando sus opciones ofensivas en castigar el error rival, apelar a los fogonazos de magia de Hazard y explotar el balón parado. Como Diego Costa era baja y Drogba no estaba al cien por cien, Mourinho tuvo que recurrir a Oscar como falso nueve. El técnico portugués dibujó un 4-2-3-1 con Matic y Cesc en el doble pivote, Ramires como extremo derecho para ayudar a Ivanovic a contener a Alexis, Hazard en la izquierda y Willian de mediapunta. Mientras, Wenger eligió el mismo sistema que su oponente, ubicando a Coquelin y Cazorla en el doble pivote, Ramsey en la derecha, Alexis en la izquierda y Ozil por detrás de Giroud.
El Arsenal quería el balón y el Chelsea no se lo iba a discutir demasiado. Los locales juntaron a Monreal, Alexis y Ozil en la izquierda y buscaron dañar asociándose con el objetivo de facilitarle la diagonal al chileno, encontrar profundidad mediante las internadas del lateral navarro o generarle espacios al alemán –que firmó una gran primera mitad– para que pudiera filtrar ese último pase del que es maestro. La amenaza de Hazard en la banda contraria iba a provocar que Héctor Bellerín fuera esta vez más prudente que Monreal en las subidas, pero sí conseguía sorprender atacando el segundo palo para amortizar las diagonales que se gestaban desde la izquierda. En una de estas –pasada la media hora– el ex del Barça le puso un gran balón a Cazorla, pero el remate del asturiano lo paró Cahill con la mano en una acción polémica que el árbitro no interpretó como penalti. Para entonces, en el área contraria, Ospina ya se había llevado por delante a Oscar, que tras una asistencia fabulosa de Cesc había superado al meta colombiano y solo un Bellerín providencial había evitado el 0-1. El árbitro había conseguido enfadar a los dos equipos, que veían como sus dos ocasiones más claras podían haber acabado en penalti perfectamente.
El ejercicio defensivo de ambos equipos era de admirar. Producían buenos ataques, pero las dos parejas de centrales rayaban a gran nivel, y su coordinación táctica con el mediocentro posicional (Coquelin en un bando y Matic en el otro) hacían que fuera muy difícil jugar entre líneas con cierta comodidad. Una de las notas a destacar del Arsenal en este curso es que la figura de Coquelin ha elevado el nivel competitivo del equipo. Ha encontrado en el francés un muro de contención que empequeñece la trascendencia de los errores en ataque, corrigiendo desequilibrios y dificultando esas contras rivales que tanto sangraron al equipo la temporada pasada. Tiene mucho margen de mejora porque todavía es demasiado impulsivo, le cuesta medir y entra al bulto más veces de las que le toca, pero su capacidad para abarcar campo, la longitud del radio en el que consigue robar y la intensidad que contagia a sus compañeros son características que este equipo necesitaba como el comer.
Antes del descanso Hazard ya había hecho suya definitivamente la zona de la mediapunta, dejando la banda izquierda a Willian. Con el belga bajando incluso a mediocampo para colaborar en la creación el Chelsea ganó en fluidez, viéndose entonces los mejores minutos del ataque organizado de los visitantes. A la vuelta de vestuarios, Mourinho metió a Drogba por Oscar, que al parecer había salido mal parado de su choque con Ospina.
El escenario cambió con respecto a la primera mitad. El Arsenal retrasó su línea de presión –que pasaron a marcarla los mediocentros visitantes– y la intensidad disminuyó. El Chelsea congeló el partido con balón, exhibiendo ese arte de hacer que no pase nada que tan bien domina Mourinho. Ni ritmo ni pulsaciones. Los locales se contagiaron del ambiente, Ozil desapareció y solo Wenger pareció querer ganar el partido cuando a falta de un cuarto de hora metió a Welbeck por Coquelin primero y a Walcott por Giroud después, dejando a Cazorla y Ramsey en el doble pivote, a Walcott en la derecha y a Welbeck de nueve. Sin que el encuentro diera para más, Ozil tuvo el partido en un remate franco que golpeó al aire tras un último servicio de Monreal en el descuento, que hubiera provocado la primera derrota de Mourinho en los 15 partidos que ha disputado en Premier ante Manchester City, United, Arsenal y Liverpool desde que regresara al Chelsea la pasada campaña.
* Alberto Egea.
– Foto: Reuters
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