La posesión sin emoción no sirve de nada

por el 18 mayo, 2015 • 20:13

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No corren buenos tiempos para el Pucela. En los dos últimos partidos en casa –contra Leganés (2-0) y Osasuna (1-1)–, al equipo se le ha notado triste. Hay que destacar varios aspectos futbolísticos:

  • La presencia de Sastre y Rubio como mediocentros en el 1-4-2-3-1, para dar más velocidad a la posesión, conseguir mayor control y visión del juego, no se ha traducido ni en más pegada ni en más profundidad. Tampoco el equipo se ha resentido en el equilibrio defensivo por tener estos menos presencia física que Timor y Leao, titulares en otros momentos de la temporada. Conclusión: el Real Valladolid tiene cuatro mediocentros en los que se puede confiar prácticamente al mismo nivel.
  • Tampoco el equipo ha notado la aparición de Samuel o Chus Herrero. Como con los mediocentros, la conclusión es la misma.
  • Contra Osasuna vimos por primera vez en la temporada cómo el equipo blanquivioleta jugaba asimétrico: Mojica ocupaba toda la banda izquierda arrancando desde el puesto de lateral. Supongo que con la intención de sorprender desde atrás y a la vez contar con superioridad por dentro con dos mediapuntas. En ningún caso este recurso táctico creó demasiado peligro a la defensa de cinco planteada por los rojillos. En mi opinión, la intención de Rubi fue buena, pero no la ejecución. La creación del espacio libre, arrastrando al lateral derecho rival, nunca se hizo de manera sincronizada.

Desde el punto de vista táctico, y enumerados tal y como lo acabo de hacer, es evidente que son aspectos interesantes del juego. No obstante, en este momento de la temporada, y muy a mi pesar, el equipo se comporta gobernado por un pensamiento pobre. Se observa claramente que falta algo. Llámenlo chispa, intensidad o ambición. No dudo de que los jugadores y el cuerpo técnico estén poniendo lo mejor de sí mismos, pero no es suficiente a la altura de la temporada, con los playoffs a la vuelta de la esquina.

Las últimas tendencias en entrenamiento futbolístico, esas que aplican Guardiola o Mourinho, tienen como una de sus piedras angulares crear emociones positivas en los jugadores con el objetivo de fijar mecanismos de juego. Emociones que, una vez asimiladas, se conviertan en sentimientos. Sentimientos que, a su vez, consiguen el fin pretendido: el aprendizaje de un comportamiento, o cuando menos la intencionalidad de comportarse de una manera determinada en el campo. ¿Quién no se acuerda de su primer beso? Las emociones positivas facilitan el recuerdo de nuestras acciones exitosas. Un poco de esto falta en el Real Valladolid. Falta que los jugadores sean arrastrados en el campo por mecanismos generados por emociones positivas previas que, de salir bien, de nuevo volverán a generar otras emociones positivas, produciéndose el efecto avalancha deseado. Los aficionados necesitamos sentir su pasión. Y creo, por lo que veo, que también ellos necesitan sentirla.

No sirve de nada tener el control del juego o conservar el balón en los partidos si no existen mecanismos entrenados que permitan generar desequilibrios en el rival, pero para ello hay que entrenarlos antes, y deben entrenarse generando emociones. Como aficionado, e incluso como entrenador, siempre perdonaré los errores de mis jugadores, pero nunca la falta de actitud y alegría en el juego.

Nunca he sabido si el pájaro canta porque está alegre o está alegre porque canta, por tanto, lo que depende de uno mismo, y en este caso del equipo, para estar alegre es cantar. Cantemos entonces, seguro que nos acerca a la victoria.

1.- El Real Valladolid posicional (septiembre 2014)

2.- Los detalles de Zorrilla (octubre 2014)

3.- Que la inspiración te encuentre trabajando (noviembre 2014)

4.- Ser justos en la victoria y en la derrota (diciembre 2014)

5.- Los tres Reyes Magos (enero 2015)

6.- Inercia emotiva (febrero 2015)

7.- El Capitán Álvaro (marzo (2015)

8.- Amnesia, titubeo y corazón (abril 2015)

* Daniel Juan Sánchez es entrenador.

– Foto: Real Valladolid




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