"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
En los últimos días, el diario Bild daba la noticia del fichaje de Mario Götze por el Bayern München. Un duro golpe en la línea de flotación del gran rival del equipo bávaro en el último lustro. Esta contratación no deja de ser el último eslabón en una cadena de traspasos que se han venido repitiendo desde los orígenes de la Bundesliga en 1963. La política contemporánea del Bayern se ha caracterizado por fichar a los mejores talentos que ofrecía el país con un doble objetivo. El primero, obvio, lograr mejorar la plantilla para acometer el asalto a títulos con garantías. El segundo, dejar a los grandes rivales sin sus mejores hombres con el fin de lograr una hegemonía que el cuadro bávaro ha tenido en el fútbol alemán durante décadas. Además, a partir de la Ley Bosman, el club muniqués ha seguido convencido de la necesidad de reforzarse con jugadores del país con los que conseguir una identificación entre hinchada y jugadores y un sentimiento de pertenencia bastante olvidado en este fútbol posmoderno. Este sentimiento de pertenencia se ha visto siempre acompañado de la decisión estratégica tomada desde los años sesenta de contar con la cantera como elemento fundamental del equipo. Desde Maier a Thomas Müller, pasando por Dürnberger, Schwarzenbeck, Augenthaler, Nerlinger o Lahm, el vivero muniqués ha sido un pozo sin fondo del que tirar en momentos de dificultad deportiva o económica.
Antes de la creación de la Bundesliga en 1963, el fútbol alemán estaba atomizado en un gran número de ligas regionales y los ganadores y finalistas de las mismas tenían derecho a competir con el campeonato nacional. Esta estructura no favorecía la competitividad y por ello se decidió crear una liga nacional. La recién creada Bundesliga comenzó sin la presencia del Bayern, ya que no había logrado ganar la Oberliga, liga regional en la que jugaban los equipos bávaros. Hasta 1965 no llegó el equipo a la élite, pero lo hizo para quedarse para siempre. En aquel equipo ya se vislumbraba la columna vertebral de los años de oro del club: Maier, Beckenbauer y Gerd Müller. Tres jugadores bávaros, reclutados por el club en edad juvenil y que fueron santo y seña del fútbol alemán en los setenta.
Ya en su primera temporada en la Bundesliga el Bayern se reforzó con Hans Nowak, uno de los defensas más brillantes de los sesenta, fichado del Schalke 04. A finales de esa misma década se hicieron con el menudo líbero Herwart Koppenhöfer, un inteligente futbolista fichado del Kaiserslautern.
A principios de la década siguiente llegó otro hombre que haría historia, Uli Hoeness, procedente del Ulm 1946, y Johnny Hansen, defensor danés procedente del Nürnberg. Con Maier, Hansen, Beckenbauer, Hoenness y Müller como tronco principal, el árbol seguía incorporando jóvenes ramas desde la cantera (Dürnberger, Schwarzenbeck) y desde otros equipos como Gernot Rohr, que llegó procedente del Neckarau. El primer fichaje impactante en estos principios de la Bundesliga fue Kapellmann, estrella emergente del Köln, contratado a golpe de talonario por un Bayern que ya había logrado la estructura necesaria para comenzar su reinado europeo. A este equipo se agregó la gran estrella en ciernes Karl-Heinz Rummenigge, llegado con 18 años desde el Lippstadt 08. Ya a finales de los setenta, y tras una etapa de sequía de títulos, la renovación llegó de la mano de dos internacionales, Dremmler y Dieter Hoeness, fichados del Eintracht Braunschweig y Stuttgart respectivamente.
La década comenzó con un fichaje impactante, posiblemente tanto como el de Götze en la semana que nos ocupa. El diminuto extremo del gran Borussia Monchengladbach, Karl Del’Haye, fichaba por el Bayern en lo que supuso un golpe sobre la mesa de un Bayern que buscaba además debilitar a su gran rival en la época. Apenas tres años después llegaba el golpe definitivo para el Gladbach. Se producía la llegada de Lothar Matthäus al Olímpico, la nueva estrella del fútbol alemán que había crecido de la mano de Jupp Heynckes.
A finales de la década tocaba nueva renovación. Ni corto ni perezoso, el cuadro bávaro, que por entonces ya dirigía Heynckes, se reforzó con hombres como Jürgen Köhler, procedente del Köln, Olaf Thon, que llegaba del Schalke, o Stefan Reuter, procedente del Nürnberg. Se volvía a crear un equipo campeón que sería en un futuro base del equipo que volvería a retomar la senda de los títulos en Alemania y la base de la Mannschaft.
El club bávaro seguía firme en su política de fichajes y reforzándose con lo mejor del mercado interno. Hombres como Berthold, que volvía de su experiencia en Italia, o Bruno Labbadia,llegaban a principios de los noventa para apuntalar un equipo muy potente. Sin embargo, el trono del fútbol alemán estaba muy caro y la decisión del técnico, Erich Ribbeck, y del director deportivo, Uli Hoeness, fue una vez más la de debilitar a los mayores adversarios. Por ello llegaron Thomas Helmer, el elegante líbero del Dortmund, y Jorginho, el mejor lateral del mundo en el momento y estrella del Bayer Leverkusen.
A mediados los noventa llegaba Oliver Kahn, procedente del Karlsruher, y que fue considerado el mejor portero del club desde Sepp Maier. Junto a él, hombres como Sforza, Herzog o Strunz reforzaban al Bayern y dejaban sin sus mejores argumentos a Kaiserslautern, Werder Bremen y Stuttgart. Por si esto fuera poco, Mario Basler y Steffan Effemberg llegaban al Olympiastadion procedentes del Borussia Mönchengladbach y del Werder Bremen para ser los cerebros del equipo en los últimos años del siglo.
Lo que eran Basler y Effemberg en los noventa lo representaban Deisler y Ballack a principios del siglo XXI. Ambos llegaron desde el Hertha BSC y Bayer Leverkusen para conducir un nuevo proyecto. Pero, como siempre, la cantera seguía funcionando. Debutaron Lahm, que luego se asentó en el Stuttgart, y Schweinsteiger, santo y seña del equipo actual. Cartera y cantera, identificación y sentimiento de pertenencia, elementos grabados a fuego en la historia del club.
Los rivales a mediados de la primera década del siglo eran Borussia Dortmund y Bayer Leverkusen. Nada mejor que quitar a Frings al primero y a Lúcio al segundo. Con el tiempo llegaría Podolski del Köln, aunque no lograría triunfar como en la selección. También se fichó a Klose, el eterno goleador, procedente del Werder Bremen. Y aunque el equipo cada vez era más multicultural, jamás se olvidaba mirar a la base y ascendían al primer equipo hombres como Sandro Wagner, Toni Kroos, Thomas Müller o David Alaba. Esta última temporada han llegado hombres como Mario Mandzukic o Dante, en este caso de equipos que no eran rivales directos. También Javi Martínez o Shaqiri, enormes talentos del fútbol europeo.
En los últimos días se confirmaba el fichaje de Götze por el Bayern. La prensa española ha interpretado la contratación del mediapunta en clave de Pep Guardiola. Sin duda, el jugador es del gusto de Pep, pero Sammer, Rummenigge, Hoeness y resto de mandamases del Bayern no han hecho otra cosa que mantener una tradición que dura décadas. Reforzar a su equipo, minar al rival y reforzar la identificación del público con el club mediante la llegada de uno de los mejores jugadores del país.
Agradezco la colaboración de Eduardo Ruiz Mínguez (@eduruizmi), por su ayuda a la hora de consultar webs en alemán.
* Ángel Iturriaga Barco es Doctor en Historia y miembro del GIHNT (Grupo de Investigación de Historia de Nuestro Tiempo). Autor de ‘Diccionario de Jugadores del FC Barcelona’ y ‘Diccionario de Técnicos y Directivos del FC Barcelona’.
– Fotos: Rodolfo Espinosa (Marca) – Heinz Ducklau (dpa) – Bongarts
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