Tratar de engañar a un árbitro es una práctica tan antigua como el propio fútbol. Algunos critican ese hecho porque ensucia el buen nombre del deporte rey y se convierte en una acción contagiosa y aborrecible. Otros hablarán de que el fútbol, como cualquier otro deporte, es para listos, y si con artimañas se logra lo que se quiere, bien por el que lo sepa hacer. Yo no soy capaz de mojarme por una u otra perspectiva quizás porque sé que no va a cambiar pase lo que pase. Seguirá habiendo jugadores que se tiren y gente que los ponga a parir; árbitros que piquen y árbitros que saquen amarillas. Los piscineros tendrán un problema al tirarse, y este será paralelo a la historia de Pedro y el lobo. Todos la conocemos. El bueno de Pedro gastaba bromas a los pastores anunciándoles la llegada de un lobo feroz hambriento de corderillos, y cuando al final acabó llegando el lobo, no le creyeron y el rebaño fue devorado. Si a un árbitro se le intenta engañar varias veces, cuando sea verdad, no se lo creerá.
En Florencia, Giampaolo Calvarese acabó cabreado, y la verdad es que tenía sus motivos. Tuvo que tirar de tarjetas amarillas para Juan Guillermo Cuadrado y Giuseppe Rossi por sendos piscinazos dentro del área, o al borde de la misma, como fue el caso del italiano. Dos saltos al vacío sin que ningún rival los tocase para irse al suelo de tal forma. Iba ya entonces la Fiorentina perdiendo 1-2 con el Napoli y precisamente el gol viola había llegado desde los once metros por un supuesto empujón de Fede Fernández a Savić tras el saque de una falta. En el minuto 91 de partido, con la Fiore volcada desde mucho antes sobre el marco de Reina, Cuadrado volvió a intentar otra de sus muchas jugadas personales. Primero superó a Armero e inmediatamente después le salió al paso Inler, que metió la pierna, golpeó al colombiano y lo derribó. Calvarese mostró la segunda amarilla a Cuadrado y por lo tanto lo expulsó.
El juego del Napoli no podría ser más del estilo de Rafa Benítez. Ha inculcado su filosofía de juego directo, efectividad y contención de maravilla. No es un equipo que busque insistentemente el gol contra los rivales y no crea jugadas colectivas mediante la paciencia y el toque, sino que busca un juego vertical que los hombres que tiene arriba, perfectos para dicho juego, se encargan de definir de maravilla. El Napoli tuvo dos zarpazos, adquirió lo que quería y se lo gozó hasta el final del partido. Es una plantilla creada para contragolpear, para salir rápido una vez se roba la pelota. El lanzador encuentra rápidamente al delantero y este habilita a los extremos. Higuaín fue, de hecho, el asistente en los dos goles del partido. Jugadas ambas rápidas y directas. En pocos toques, Higuaín se encontró en el borde del área florentina, levantó la cabeza y vio en el otro costado la internada de Callejón. Se la puso templada y el andaluz la empalmó como venía con elegancia y efectividad. En la segunda jugada, le sirvió de pared a Mertens para poner el segundo. El Pipa no marcó, pero fue, como decimos, fundamental.
Benítez decidió dar descanso a Marek Hamšík y Lorenzo Insigne con vistas al próximo compromiso de Champions League y salió con dos delanteros y dos extremos en un 4-4-2 muy puro, en el que Pandev hacía las veces de segundo punta, teniendo que bajar algunos metros para recibir la pelota. Callejón estaba en la derecha y Mertens en la izquierda. El trabajo de los extremos, tanto ofensiva como defensivamente, fue enorme. Fueron los autores de los goles y en buena parte responsables de la poca relevancia en el juego de sus opuestos viola. Joaquín prácticamente no participó gracias en buena medida a la labor oscura de Callejón atrás. El hombre de la Fiorentina más liberado y que más aportó fue Borja Valero. Pidió siempre el balón para crear, tanto cerca como lejos del área, aunque su labor creativa se vio aumentada por las pocas intervenciones de mérito de Alberto Aquilani. Arriba, Rossi se peleó con los centrales del Napoli y consiguió varias ocasiones peligrosas, como una rosca desde la frontal que nos permitió ver lo mejor de Pepe Reina.
Algo muy a mejorar en este Napoli es la sensación de fragilidad de la defensa. La Fiorentina tiene uno de los ataques asociativos más peligrosos de la Serie A, probablemente sólo por detrás del de la Juventus. Todo eso es cierto, pero que cada acercamiento al área azzurra diera sensación de peligro de gol es preocupante para el Napoli. Dos cosas me sorprendieron en la defensa napolitana. La primera es que ante la baja de Zúñiga en el lateral izquierdo Benítez apostase antes por Mesto que por Armero, un lateral profundo y muy físico bastante más parecido a su compatriota que Mesto. Es posible que lo considere peor defensa que el italiano, que en realidad hizo un buen partido sobre Cuadrado, pero que restó capacidad ofensiva al sentirse mucho menos cómodo en la izquierda que en su banda natural, la derecha. La segunda es que sin Britos, el beneficiado sea Fede Fernández y no Cannavaro. Paolo no es Fabio, no obstante su capacidad de liderazgo y su contundencia se echan en falta en la zaga partenopea.
La Fiore atacaba con muchos hombres, acumulando en ocasiones a sus diez jugadores de campo en territorio azzurro en la segunda parte, pero no encontraba el gol. En el primer tiempo, Cuadrado se situó en la derecha, dejando a Joaquín caído hacia la izquierda. Aquilani, Pizarro y Valero se repartían la medular en forma de triángulo. Atrás, Compper sustituyó a Gonzalo Rodríguez, formando junto a Savić en defensa de cuatro junto a Roncaglia y Pasqual. En vistas de la poca productividad efectiva, Montella cambió a los extremos de banda para que Cuadrado, muy activo (y demasiado individualista), pudiera buscar con comodidad un perfil de disparo. Mediada la primera parte, tras el gol de Rossi de penalti, la Fiore se arrancó en arrebato y pudo empatar inmediatamente con un disparo del propio Cuadrado al palo. Agobió al Napoli, pero entre Reina primero y Mertens, con su gol, después, calmaron el ambiente.
Con los cambios, Montella quiso aumentar su número de efectivos en torno al área napolitana. Pasó a jugar con dos puntas y defensa de tres con la entrada de Matos por Joaquín, y por suerte para ellos, el Napoli no consiguió salir al contragolpe (más por errores napolitanos que por presión florentina). Con la expulsión de Maggio por doble amarilla, Montella introdujo a Vargas para dar profundidad a la banda izquierda, pero sin que el peruano fuera capaz de entrar casi nada en juego. Vecino, el primer cambio sustituyendo a Aquilani, tampoco influyó en la mediapunta. En un partido como éste es cuando más se evidencia lo mucho que va a echar de menos la Fiorentina a Mario Gómez el tiempo que el alemán esté lesionado.
* Jesús Garrido es periodista.
– Foto: SSC Napoli
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