Definitivamente no tiene suerte. Después de sufrir una lesión extremadamente grave para un jugador de baloncesto como es la rotura del tendón de Aquiles, hace unos días Kobe Bryant sufría otra lesión en su pierna izquierda. En esta ocasión, una fractura incompleta en el platillo tibial externo de su rodilla izquierda era la culpable. Ya se sabía que este año iba a ser de transición para la franquicia de Los Ángeles, pero con Kobe incluso los más escépticos se atrevían a soñar con los playoffs y de ahí, quién sabe…
¿Cómo empezó todo? Durante el partido que los Lakers ganaron 118-116 a los Warriors la temporada pasada, Bryant había anotado 34 puntos antes de lesionarse, cuando quedaban 3:08 minutos para el final. Estaba defendiendo a Harrison Barnes, alero de los Warriors, cuando tras girar sobre el pie izquierdo acabó cayendo al suelo. Para cualquiera que vea los gestos de dolor, se imagina que la lesión es grave. A veces, el crujido se oye, no solo por la persona que lo sufre, sino hasta por los que están alrededor y creo que alguno en la pista lo escucharía. Imposible seguir. El Aquiles es el tendón conjunto de los músculos gemelos y sóleo (tríceps sural) por los que insertan estos en el hueso del talón llamado calcáneo. Eso quiere decir que entre dichos músculos se unen dos articulaciones, la rodilla y el tobillo. No puede haber una contracción de ambos extremos a la vez: o se contrae en el tobillo y hace que el pie se mueva como cuando nos ponemos de puntillas o saltamos, o cuando el tríceps se contrae en la parte posterior de la rodilla hace que esta se puede flexionar. Ambos gestos deben estar sincronizados o, de otra manera, el tendón puede romperse en una contracción brusca.
El tendón de Aquiles es el más voluminoso y potente del cuerpo humano. Su longitud media es de entre 15 y 20 cm y un espesor superior a los 5 mm. Al correr, la fuerza de tracción que se ejerce sobre él puede rondar seis u ocho veces el peso del cuerpo y al saltar puede llegar a las quince veces. En el momento de la rotura se produce un chasquido audible, con dolor no muy intenso que permite al deportista girarse para averiguar la causa de su traumatismo, e impotencia funcional, tampoco excesiva porque se puede mantener la marcha, con cierta cojera. Se llama el signo de la pedrada porque la sensación es como si nos hubieran tirado una piedra en el pie. Pero cuando el deportista se vuelve en busca del culpable, no hay nadie. Al poco de lesionarse, Bryant se desahogó y comentó: «Todo el entrenamiento y sacrificio se ha marchado por la ventana por culpa de un paso que he hecho millones de veces. La frustración es insoportable. El enfado se ha convertido en ira».
El tratamiento consiste en intervenir ese tendón y suturarlo. Estoy convencido de que, tras los millones de saltos que Kobe lleva a lo largo de su carrera, la estructura de ese tendón no es la más idónea y seguramente le añadirían plasma rico en factores para provocar una cicatrización más resistente y rápida. Una buena cirugía seguida de un tratamiento rehabilitador intenso y continuado llevaron como consecuencia un buen resultado. Tan buenas sensaciones tenía el jugador y los dirigentes del club que Kobe Bryant firmó el 25 de noviembre de este año la extensión de su contrato hasta 2016 y, pese a que rebajó notablemente su ficha, continuará siendo el jugador mejor pagado de la NBA. Esta temporada percibe 22,5 millones de euros y su renovación se produjo por 17,4 millones de euros por la temporada 2014-2015 y 18,5 por la 2015-2106. Sabía que su período de adaptación sería lento. El jugador ya comentó estar mentalizado a que sus quiebros y fintas no tuvieran la velocidad centelleante de antaño, que fueran más a cámara lenta. Este extremo era sabido por los rivales, que estarían ansiosos de medirse con alguien antes extraterrestre y ahora un ser más terrenal.
Ocho meses después, Kobe volvió a la arena de la NBA. Sus números reflejan el período de rodaje en el que se encontraba, en ese momento: 13,8 puntos, 4,3 rebotes y 6,3 asistencias por partido. Sin embargo, en el tercer cuarto del partido contra Memphis, Kobe notó un dolor en su rodilla izquierda tras una caída en una posición poco afortunada. El dolor inicial fue reconocido como habitual para alguien que está acostumbrado a sufrir molestias en muchas partes de su cuerpo, habida cuenta de los innumerables contactos que hay en un partido de baloncesto. Pero cuando tuvo que entrar a la cancha de nuevo, en el cuarto período, algo en su rodilla le avisaba de que lo que tenía no era una molestia, sino algo de mayor entidad. Pudo seguir jugando, pero al final del partido notificó que el dolor era intenso. La resonsancia magnética de esa rodilla dictó sentencia: fractura incompleta del platillo tibial externo de su rodilla izquierda. La misma pierna. ¿Casualidad? Pudiera ser. Bien es cierto que esa pierna, tras la intervención, aún no tiene la intensidad ni el nivel competitivo previo; su capacidad de reacción es más lenta y la activación también. Afortunadamente, la consecuencia es menor. Esa lesión le mantendrá alejado de las pistas alrededor de dos meses, tiempo menor cuando se habla de una fractura en un hueso largo como es la tibia ,y además, está comprometida la zona de carga del peso, como es el platillo tibial.
¿Y ahora qué? Tratamiento intensivo para no perder la forma. Desde continuar el trabajo de musculación general, magnetoterapia para acelerar la consolidación, incluso oxígeno hiperbárico para aumentar la vascularización de la región con la consiguiente formación del callo de fractura. Trabajo en piscina y con dispositivos antigravedad para que los 100 kilos de peso de la Mamba Negra no supongan un estrés para esa fractura y, sin embargo, para el deportista es como si realmente pesara 30 kg, y su capacidad cardiopulmonar trabajando a tope. Kobe volverá. Está roto pero no derrotado.
* Antonio Ríos Luna es traumatólogo, maratoniano y autor del libro «Del sillón a la maratón».
– Foto: Justin Ford (USA TODAY Sports)
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