La perla del Adriático

por el 10 junio, 2014 • 10:33

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Presumida y celosa de su independencia, Ragusa (como fue conocida la República de Dubrovnik en italiano) cae al Adriático como una punta de lanza desde el monte Srd hasta fundirse con las aguas turquesas que bañan la costa de Dalmacia, al sur de Croacia. Esculpida sobre roca, la ciudad ha sabido fortificarse, muestra de un pasado convulso, del cruce de caminos en que se sitúa y de las continuas confrontaciones de las que ha sido testigo. Con una belleza íntima, cuenta con la sensibilidad renacentista que otorgan sus calles de piedra pulida, sus palacios e iglesias. Y ese aire aristocrático y orgulloso también se refleja en el carácter de una población que poco a poco recupera el esplendor de otras épocas, tras sufrir el horror de una guerra que amenazó con destruir la perla. No debe ser sencillo crecer rodeado de tanto arte, correr por unas calles que son patrimonio de la humanidad desde 1978 y compartir veranos con algunas de las mayores fortunas del mundo. Todo eso es lo que le espera a uno en la Dubrovnik de Halilovic, la otra perla del Adriático.

Cuando Alen Halilovic llegó al mundo en junio de 1996, los acuerdos de Dayton que pusieron fin a la Guerra de los Balcanes daban sus primeros pasos. Firmados siete meses antes, acabaron con las hostilidades entre musulmanes, croatas y serbios. Silenciaron la metralla, paralizaron el genocidio y la limpieza étnica. Dubrovnik no se libró de nada de eso por su estatus artístico, aunque fuera una ciudad desmilitarizada. El asedio fue uno de los mayores que llevó a cabo el ejército de Slobodan Milosevic, después de que en 1991 los electores de la región de Dubrovnik votaran, casi de forma unánime, por la República de Croacia independiente. Los ataques comenzaron en agosto de 1991 y durante casi seis meses la ciudad amurallada llegó a recibir setecientos proyectiles diarios. El día del horror se sitúa en diciembre de ese año, concretamente el día 6, cuando un ataque por tierra, mar y aire destruyó los principales monumentos de la ciudad. La gente de Dubrovnik huyó o no luchó, y el resentimiento de la población se extendió hasta Belgrado, con quien tenían más lazos de unión que con su capital, Zagreb.

FÚTBOL PARA OLVIDAR LA GUERRA

La familia de Alen Halilovic permaneció en su tierra, masticando el miedo y digiriendo la indiferencia, primero de sus compatriotas de Zagreb y luego de toda una comunidad internacional que miró para otro lado durante demasiado tiempo. Mientras, el fútbol siguió siendo uno de los pocos alimentos de unión. Sejad Halilovic, padre de Alen, era uno de los mejores mediocentros bosnios del momento y defendía los colores del Dinamo de Zagreb. Tras la guerra probó suerte en el Valladolid, una temporada, antes de comenzar un periplo por la liga turca, israelí y eslovena. Incluso llegó a defender la camiseta ajedrezada (en una sola ocasión), ya que Bosnia-Herzegovina no tuvo selección oficial hasta 1992. Sejad vestiría posteriormente la camiseta de los dragones en quince ocasiones y portaría el brazalete de capitán.

Tras la indiferencia internacional, de repente Occidente intentó reconstruir de las cenizas un territorio histórico decorado por la amalgama multicultural. En cierto modo Dayton trajo lo sustancia que se pretendía: estabilidad, enfriamiento de las tensiones entre comunidades y una convivencia más tranquila. Pero esa mezcla cultural y racial también se observa en la propia familia Halilovic. Alen, nacido en suelo croata, es hijo de padre bosnio y madre croata, y como ha ocurrido en tantos rincones del mundo el deporte y el fútbol, en particular, fueron cultivando la identidad cultural en los rescoldos de la antigua Yugoslavia. Dubrovnik, por ejemplo, se croatizó, aunque la comunidad musulmana de bosnioherzegovinos ha ido en aumento gracias al auge del turismo.

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Alen, que ingresó muy joven en las categorías inferiores del Dinamo de Zagreb, siguió viviendo el fútbol en familia, ya que su padre era el entrenador de las nuevas promesas croatas tras retirarse. Pronto, de todos modos, se vio ante su primera encrucijada. Cuando su talento se desbordaba por los Balcanes, Halilovic se vio en medio de otra guerra, esta deportiva: Croacia y Bosnia-Herzegovina le querían en sus filas; y Alen, apenas un adolescente, zanjó la polémica a finales de 2012 al desvelar su sueño: “Quiero jugar junto a Luka Modric en la absoluta”. Pero a pesar de sus declaraciones, de haber defendido a los ajedrezados desde la sub-14 y de la influencia de su representante (y director deportivo del Dinamo) Zoran Mamic, partidario de que jugara con Croacia, en Bosnia no perdieron la esperanza y forzaron la situación. Safet Susic, histórico crack del Sarajevo y del PSG y hoy seleccionador de Bosnia-Herzegovina, no dudó en rebuscar entre sus vínculos paternos para convocarle con la absoluta. Halilovic agradeció el gesto, pero tenía un sueño que cumplir.

Lo hizo en junio del año pasado, cuando debutó en un amistoso contra Portugal. Jugó cuarenta minutos, suficientes para convertirse en el jugador más joven en jugar con los de cuadros blancos y rojos. Sus declaraciones posteriores retratan a un niño en un mundo de hombres. “Estoy encantado de haber debutado con mi país. Ahora me toca centrarme en el examen de biología que tengo la próxima semana”. Siete días después, Halilovic cumpliría 17 años y todo iba muy rápido para la perla del Adriático.

TALENTO PRECOZ

La educación siempre fue la principal asignatura para su familia, y a la postre se ha resuelto como clave en su formación como futbolista. Hasta tal punto que Alen no ha salido antes de Zagreb por completar la educación básica, con el esfuerzo económico que eso ha supuesto para el conjunto croata. El Dinamo se ha visto obligado a financiar sus estudios para que se quedara en el club ante los insistentes cantos de sirena que  llegaban desde diferentes puntos de Europa. Tras sortearlos todos, Halilovic se convertía en septiembre de 2012 en el jugador más joven en debutar con el conjunto capitalino, nada menos que en el derbi eterno frente al Hajduk Split. Fueron apenas diez minutos, dos destellos. Una semana después ya sabía lo que era marcar con el ’28’ a la espalda. Contaba con 16 años y 112 días.

A pesar del boom inicial, en Zagreb se lo tomaron con calma. En su primera experiencia con los mayores, Halilovic fue habitualmente un revulsivo, un jugador de segundas partes que revolucionaba los partidos. Su participación con la sub-17 de Croacia en la fase final del mundial de la categoría sembró algunas dudas, pero en la nueva temporada con el Dinamo fue ganando peso y buenas actuaciones con el equipo. Los ojeadores del resto del continente ya no le quitarían ojos. La Champions League sería su nuevo escaparate. De hecho, Radomir Antic cuenta que Marc Overmars le llamó en reiteradas ocasiones pidiéndole datos e información sobre el joven talento. Sin duda, el Ajax quería repetir la fórmula Ibrahimovic. No eran los únicos, el Tottenham fue otro de los más insistentes, aunque ahí la familia impidió que su niño se marchara tan joven de casa.

La foto junto a Ibrahimovic es ya una instantánea de los nuevos tiempos. De los niños de la guerra que llegan a un mundo de hombres, del cambio de tendencia, de la fuga de talentos pasados frente a las nuevas esperanzas. Ahí reside también su encanto, en su osadía, en su descaro, en la capacidad de hacer de lo frágil algo bello. Puro Dubrovnik. No obstante, los ídolos de Halilovic son otros. Más allá de Luka Modric, con el que se ha comparado más por físico que por juego, Alen habla de Silva o de Messi como sus referentes: “Si tuviera que compararme con alguien sería con David Silva. Es uno de mis jugadores favoritos, lo observo mucho. Pero el número uno para mí es Messi, aunque no sé si todos pueden ser como él”. Ahora, tras proclamarse campeón con el Dinamo de Zagreb habiendo participado en 26 partidos y contribuido con 5 goles, tiene más cerca el sueño de entrenarse y jugar junto a Leo.

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UN CROATA EN BARCELONA

Este adolescente precoz que está a punto alcanzar la mayoría de edad, este zurdo que domina el perfil derecho, cambia el Adriático por la amplitud del Mediterráneo. Allí llega tras haberse hecho un hueco en el once inicial del Dinamo, pero sin ser la estrella del equipo y sin haber acudido al Mundial de Brasil, su gran anhelo. Después de alternar la selección absoluta croata con la sub-17 y el banquillo con la titularidad. Llega como un diamante en bruto, con mucho que pulir, al que el Barça ha preferido moldear en su particular idioma de juego, cocinándolo a fuego lento, que dejarlo crecer en su hábitat natural más tiempo. Por eso el Barça B será su destino inicial, algo que Alen ha aceptado sin miramientos con la esperanza y la ambición de imponer también aquí su talento con la pelota.

No tienen dudas algunos ilustres compatriotas como Davor Suker, presidente de la Federación de Fútbol Croacia, o Zvonimir Boban, que dibujan un perfil parecido de Halilovic: “Su calidad técnica le hace superar sus carencias físicas por su estatura (1,70). Es muy rápido y tiene un cambio de ritmo y un regate endiablado”. Suker reconoce que a pesar de su edad sabe leer muy bien los partidos y que en el juego del Barça puede buscar los huecos a la espalda de la defensa. Más cauto se muestra el míster, Radomir Antic, quien afirma que hay que tener calma con él: “El Dinamo siempre sabe vender bien a sus jugadores. Es un talento por pulir y necesitará adaptarse al juego del Barça. En aspectos tácticos o defensivos tiene mucho que aprender”. Será interesante comprobar, por tanto, cómo Eusebio Sacristán encaja un elemento externo como Halilovic en el engranaje del filial azulgrana, el papel que el croata tendrá en un equipo que como a otros antes (Deulofeu, Rafinha o Thiago) se le puede quedar pequeño y, finalmente, si Luis Enrique le hará alternar entrenamientos con el primer equipo y el filial para alimentar el sueño de jugar junto a sus ídolos.

A la cabeza viene el recuerdo de otros grandes fichajes para el Barça B que acabaron sin cumplir las expectativas, sin recorrer el trayecto del Mini Estadi al Camp Nou, sin tirar abajo la puerta. A ese reto se enfrenta también Halilovic. Para ello contará con su familia de la que aseguran le ayudan a mantener los pies en el suelo. Ellos son los primeros que le exigen, con su madre Vanessa a la cabeza, y Alen ha mamado en casa todo lo que gira alrededor del fútbol. A orillas de ese paraíso cultural, artístico y de relax que es Dubronik estarán muy pendientes de él. Allí reside su hincha más incondicional, su abuelo Osmin, el único bosnio capaz de celebrar un gol de Croacia… siempre que lleve la firma de su nieto. Y es que el fútbol sigue restañando las heridas de la guerra.

* Emmanuel Ramiro es periodista.

– Fotos: Trish Hartmann – AFP




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