La parábola de la deportista universitaria

por el 19 marzo, 2015 • 6:13

elisaaguilar

Aunque la mayoría de sus integrantes no pueden vivir de él, ha habido una generación que sí alcanzó sueldos decentes en el baloncesto femenino. Que, además, consiguió hacerse longeva en el tiempo y beneficiarse de su auge en la era de los patrocinios derivados del auge inmobiliario y los grandes contratos del Este de Europa. Y que, sobre todo, consiguió hitos para la selección española que aún hoy se antojan difíciles de igualar.

En ese tránsito temporal han sido muchos los nombres que suenan en el imaginario colectivo incluso de los no aficionados al deporte: Marina Ferragut, Betty Cebrián o Amaya Valdemoro representan la imagen de aquellos días, donde aunque fuera en momentos puntuales se llenaron pabellones.

Muchas de ellas viven hoy ligadas, de uno u otro modo, a aquello que ha marcado su vida desde que de bien pequeñas cogieron un balón naranja y lo lanzaron a un aro con una red. Pero muy pocas tienen el perfil diferencial de Elisa Aguilar. Tanto en la cancha como, desde hace ya dos años, fuera de ella.

A nivel deportivo, resumir su currículum sería interminable. Baste decir que ganó todos los títulos nacionales posibles, que disputó tres Final Four y que obtuvo diversas medallas como capitana del combinado nacional. Esta es la parte pública y conocida de su trayectoria. Pero detrás, y ahora también delante, hay mucho más que rascar.

En cualquier otra circunstancia, cuando una niña debuta con 16 años en la Liga Femenina en un equipo con tanta historia como el Canoe, su vida normal la llevaría a jugar 20 años más al baloncesto sin más preocupación que esta. Aunque no ganara millones de euros.

Sin embargo, la madrileña (cuya familia está enormemente ligada al mundo del fútbol) optó a los 20 años por una doble decisión de alternativa vital: dejar su país para formarse en Economía en Washington DC (Estados Unidos). Obviamente, allí podía seguir practicando su deporte, y a fe que lo hizo, convirtiéndose en una referencia en la NCAA, pero con una carrera tan evidente no tenía necesidad de hacerlo.

Casi cuatro años estuvo fuera de los circuitos habituales de una deportista de élite española, para retornar al Perfumerías Avenida (y luego nueve años al ya extinto Ros Casares) con una licenciatura bajo el brazo, un dominio del inglés impecable y una visión laboral que abarcaba más allá de lo que durara su vida en el parqué.

Unas circunstancias que le llevaron a aceptar en su momento una oferta de Rusia como inversión monetaria para un tranquilo futuro, pero que demostraron que para ella es más importante la familia y la elección de su propia vida que el dinero, cuando rechazó un súpercontrato en Polonia y decidió, a los 36 años, retirarse.

Ya vislumbraba en ese momento en qué quería centrar la segunda parte de su existencia: en crear una charla basada en el deporte, pero que fuera aplicable de manera real a las empresas. Muchas veces, aquellos que han sido protagonistas con un balón, un tartán o una bicicleta son requeridos por las compañías para realizar este tipo de actividades, pero más allá de contar anécdotas es casi imposible poder trasladar sus experiencias al día a día de unos trabajadores normales.

El momento de la verdad bucea, sin embargo, en las experiencias universitarias y emprendedoras que ha vivido Elisa junto a los suyos, y establece una serie de parámetros entrenables para que cuando llegue el instante de tomar decisiones importantes, el porcentaje de éxito pueda ser mayor que el de fracaso.

Mientras, su inquietud no le deja centrarse solo en una cosa. Es una de las responsables en la Federación Española de Baloncesto del programa Universo Mujer, que conciencia a las empresas de la importancia de los roles femeninos en las mismas y de la acertada apuesta que supone un patrocinio destinado a ellas en estos momentos.

Y como a veces no sabe decir que no (sobre todo si un sí implica ayudar a la gente), se prepara para afrontar en mes y medio el reto de disputar la Titan Desert bajo la bandera de un proyecto solidario.

Elisa demuestra, aparte de con su carrera universitaria (completada con dos máster en Gestión de Empresas y Entidades Deportivas), que la vida del deportista es privilegiada en todos los aspectos. Pero sobre todo en uno: aquel que dice que si usas tu tiempo libre para ser mejor, cuando te incorpores al mercado laboral dispondrás de un doble activo que te facilitará mucho el tránsito en relación al resto de tus competidores.

* David Blay.


– Foto: Pablo Lanza




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