Muchas de las cosas que podíamos haber imaginado en junio para esta nueva campaña de la Premier han sucedido justamente a la inversa. Para alegría de algunos, congojo de otros y sorpresa de todos, la trama de este nuevo capítulo no va por el camino que podíamos haber inferido según como terminó el acto anterior.
A pesar de haber ganado Champions y FA Cup y haberle cambiado el rostro al Chelsea tras la salida de André Villas-Boas, Roberto Di Matteo no parecía ser el hombre idóneo para un conjunto que necesitaba reencontrar su identidad y minimizar el efecto de ciertas transiciones inevitables que debían sucederse en el verano. Pero nos topamos con un muy sólido Chelsea, rejuvenecido en su espíritu y en la seguridad que aporta el gran rendimiento de los nuevos jugadores del plantel.
Lejos de atascarse en la mecánica un tanto engullente (para propios y rivales) del conjunto de Stamford Bridge, Eden Hazard parece haber valido cada centavo de su traspaso y no ha perdido la soltura y el descaro que lo hicieron explotar en el Lille. El belga ha sabido adueñarse y a la vez compartir, ha tenido la sutileza para encontrar su espacio y para construir los sólidos puentes asociativos en los que descansa la mecánica blue.
Su tándem con Mata genera, define y se las ingenia para suplir la aún insuficiente producción goleadora de Fernando Torres. Ambos jugadores han venido a modificar la manera de hacer el fútbol reinante en el Chelsea desde que Mourinho construyó el equipo a su medida, potenciando un conjunto más español, con más posesión, más pases cortos, menos frío aunque quizás un poco más vulnerable.
Este es un nuevo Chelsea y a menos que suceda una debacle inesperada como la ocurrida en la segunda temporada de Ancelotti, parece tener lo suficiente para soportar la carrera de los dos gigantes de Manchester. Hasta ahora, Di Matteo ha mostrado sutileza y tacto para extraer lo mejor de sus jugadores, conformando un equipo funcional y solvente. Pero hasta aquí todo le ha sido color de rosa; su capacidad real estará verdaderamente a prueba cuando en su camino las flores dejen paso a las espinas.
En el partido que reinicie las acciones en la Premier luego de la fecha FIFA, al líder de la tabla le tocará nada más y nada menos que pisar la hostil cancha de White Hart Lane, donde un ex, un equipo y una afición esperan ansiosos por la revancha.
Tras la marcha de Redknapp, Modrić y el mazazo de haber perdido la plaza de Champions precisamente tras la victoria del Chelsea en la final de Munich, André Villas-Boas podía igualmente no ser el técnico indicado para manejar la delicada situación en la que se encontraba el Tottenham. El portugués venía de un corto lapso plagado de descalabros e inseguridades en el Chelsea, donde merecía haber recibido un poco más de tiempo, pero la poca paciencia de Abramovic acabó por decapitarlo.
No iba a ser una tarea fácil la de elevar la moral de un equipo hundido psicológicamente y amenazado por la marcha de varias de sus estrellas, pero que cumplidas las siete primeras jornadas de liga, victoria en Old Trafford incluida, parece tener la dosis de fútbol, confianza y autoestima necesarias para aspirar otra vez al top four.
Lejos del desmembramiento masivo que podía suponerse tras el último toque de Drogba en el Allianz Arena, los Spurs consiguieron renovar a Bale y reemplazar las críticas pérdidas de Modrić y Van der Vaart con los estratégicos fichajes de Dembélé y Dempsey, este último en complicidad con la inanidad de gestión del director deportivo del Liverpool, Ian Ayre, incapaz de superar la oferta de seis millones de libras que acabó dejando al estadounidense en Londres.
Aunque la temporada apenas penetra en su pubertad, Chelsea y Tottenham, guiados por dos técnicos llegados en momentos complejos para sus clubes, son sin lugar a dudas sus caras más hermosas y sorprendentes. El trabajo en el verano, tanto en la cancha como en los despachos, ha rendido casi a la perfección y no ha carecido tampoco de ese factor tan necesario para tener éxito en el fútbol como lo es la suerte. Esa que por azar, karma o destino nos eleva o nos condena. Esa que mientras podamos, más nos vale no depender de ella.
* Alejandro Pérez.
– Fotos: Chelsea FC – Action Images
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