La maldición del pobre

por el 29 octubre, 2012 • 19:17

En un movimiento sorpresivo de última hora, James Harden, el barbudo más célebre de la NBA, ha sido traspasado a Houston Rockets en un intercambio que afecta también al pívot Cole Aldrich y a los aleros Daequan Cook y Lazar Hayward, que hacen también las maletas destino Texas (no demasiado lejos, a poco más de seis horas en coche). A cambio, Kevin Martin y Jeremy Lamb harán lo propio en sentido inverso, más dos futuras primeras rondas del draft y una segunda ronda, que pasarán a ser propiedad de Oklahoma City Thunder.

Con la pretemporada finalizada, y a punto de darse el pistoletazo de salida a la temporada 2012-2013, el movimiento sacude la realidad de la Conferencia Oeste y, por extensión, del campeonato. ¿Qué escenario encontraremos ahora?

Lo primero que cabe destacar del traspaso es el valor tanto deportivo como simbólico de Harden. Básicamente, el jugador nacido en Los Angeles lo tiene todo. Joven, con excelente visión de juego, un entendimiento perfecto del pick & roll, capaz de sacar muchas faltas y con un notable lanzamiento exterior. Además, tiene un ego contenido que puede mezclarse bien con otras figuras de la liga (tanto en Oklahoma como formando parte de la selección estadounidense puede servir de ejemplo). El año pasado fue el mejor sexto hombre con una media en temporada regular de 16.8 puntos, 4.1 rebotes y 3.7 asistencias por partido, lo que desvela a un jugador influyente en todos los parámetros del juego.

CON RESPECTO A SU VALOR SIMBÓLICO

Oklahoma City Thunder ha sido un ejemplo de reconversión de una franquicia a través del tiempo, pues apenas les ha procurado 5 años (recuerden que sucede a Seattle Supersonics en la NBA desde 2008). Lo ha hecho con una mezcla de buenas decisiones sumadas al factor suerte de la lotería del Draft. Enraizados en un mercado pequeño, nada que ver con la magnitud de Los Angeles, New York o Miami, los Thunder han ido creciendo temporada a temporada. El núcleo de la plantilla estaba compuesto por Durant-Westbrook-Ibaka-Harden, todos por debajo de los 25 años. El reparto de roles entre los cuatro puntales del equipo parecía equilibrado desde un plan maestro y la alquimia entre ellos elevó recientemente a la franquicia hasta la final de la NBA. La ausencia de un base director jugaba a su favor, ya que tanto Durant como Westbrook, en el quinteto inicial, y después Harden, con la segunda unidad, podían amasar la pelota. La potencia física del equipo, muy joven, terminaba por asfixiar a los rivales, arrollándolos con su intensidad y energía. El apodo de Thunder nunca tuvo mayor sentido.

Pero su crecimiento ha ido en perjuicio de ellos mismos hasta terminar quebrándose por su eslabón más débil: Harden. Oklahoma creció tanto y potenció de tal manera sus activos, que en las negociaciones de renovación tanto Durant, como Westbrook y posteriormente Ibaka consiguieron contratos cuantiosos. Eso, en una franquicia cuyo músculo no le da para generar más mercado, limitó las posibilidades de retener a Harden. Y este, haciendo uso del agravio comparativo, quería el mismo trato que la franquicia había dispensado a sus compañeros, es decir, el mejor contrato.

Pero la franquicia no podía asumir ese nivel salarial, que sumado a los demás jugadores de la plantilla hubiera superado el límite permitido por la liga, con lo cual incurrirían en el impuesto de lujo durante años. Oklahoma, casi sin quererlo, se estaba hipotecando. A la hora de negociar, Harden se plantó y la franquicia actuó de igual manera. Al final surgió Houston y se decidió por el traspaso. Conclusión: tanto si optas por un modelo unidimensional, como podría ser el que LeBron James tuvo en los Cavs, como si lo haces por un modelo coral, como el de Oklahoma, las limitaciones deportivas o salariales se vuelven en contra de franquicias pequeñas. Los Thunder, en su carrera por el anillo, parecen haberse quedado atrás pese a adquirir a Kevin Martin, un buen escolta con gran lanzamiento exterior y propenso a lesionarse.

Por su parte, Harden, que había servido de pegamento al equipo (es un jugador bastante querido en el vestuario) y tiraba de la segunda unidad con autosuficiencia, viajará a Houston con un reto deportivo de menor envergadura y los bolsillos bien llenos. Allí potenciará su rol principal en el equipo, donde será el hombre de mayor talento, tendrá licencia para lanzar y se erigirá como una figura clave en la consecución de resultados. Hay quién dice que estimulará su reconocimiento individual dentro de la liga, pero al mismo tiempo, se alejará del anillo. ¿Tienen fundamento estas acusaciones?

HOUSTON, UN ROMPECABEZAS

Definitivamente, sí. Interiorizado el fracaso Yao Ming (que llegó a compartir equipo con McGrady en lo que parecía significar un combo ganador y luego resultó un espejismo), los de Texas han ido dando palos de ciego en sus decisiones en el despacho hasta encontrarse una plantilla que es una tremenda incógnita. Sus tres hombres importantes del pasado año han sido traspasados, Kyle Lowry a Toronto Raptors, Luis Scola a Phoenix Suns y Kevin Martin a Oklahoma. Eso ha difuminado el proyecto deportivo, por otra parte, tampoco excesivamente ilusionante. Los dirigentes han buscado nombres en lugar de una idea de juego, algo que estimulara al aficionado a volver a la cancha. Además, han tomado decisiones discutibles, como la de sobrepagar a Omer Asik o entregarse al destello fugaz de Jeremy Lin. Entre ellos y Harden han comprometido 45 millones de dolares. Sea como fuere, la franquicia tiene una colección de hombres derivados de otros traspasos (Douglas, Livingstone, Forbes, Brockman, Delfino) y la complicada tarea de empastarlos sobre un entorno competitivo. Difícil tarea para Kevin McHale, del que se ha dicho que tiene grandes desavenencias con la directiva.

Para hacerse una idea, y recapitulando, si el año pasado el animal tricefálico estaba compuesto por Lowry-Scola-Martin, este año son Harden-Asik-Lin. Si los imagináramos jugando los unos contra los otros, ¿Por quién apostarían? El lector tendrá sus preferencias, claro, pero es obvio que no existe una gran diferencia de potencial.

Al final, deportivamente, ni Oklahoma ni Houston logran un gran avance. Y sin embargo, estas decisiones a nivel empresarial son más que razonables, o al menos, respetables. Lo que deja una gran certeza: la NBA es un mercado y sus fluctuaciones pueden provocar que existan traspasos en los que ninguno de los implicados salga realmente beneficiado y aún así, sea necesario efectuar el canje. O lo que es lo mismo, que la maldición del pobre ha caído sobre los Thunder.

* Javier López Menacho


– Fotos: Melissa Phillip (Houston Chronicle) – AP – EFE




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