El Euroderbi volvió a demostrar que el Sevilla es un equipo que mejora su competitividad cuando no tiene que asumir la posesión de la pelota y puede plantear un enfrentamiento desde una disposición reactiva. Los de Emery no son fluidos cuando les toca asumir el peso de la generación del juego, y Calderón, sabedor de esta circunstancia, dispuso a su equipo en el Sánchez Pizjuán para que recayera en los sevillistas la iniciativa creativa del encuentro.
Pese a que el resultado parece muy claro a favor del Betis, el marcador fue demasiado benevolente con los visitantes. No fue un gran Sevilla el que enfrentó a su enemigo íntimo, pero podemos decir que sí mereció más suerte en el resultado final. El 0-2 premió demasiado el meditado planteamiento de Calderón y mostró muy a las claras los problemas endémicos del Sevilla. Al final la resolución en las áreas fue el factor diferencial en un encuentro de dos equipos con imperfecciones evidentes. El choque fue más emocionante que bien jugado, y en el manejo emocional los visitantes fueron ampliamente superiores, así como en la resolución de las ocasiones, y eso les dio para ganar con cierta holgura.
El Betis saltó a Nervión con la idea clara de ofrecer el balón a su rival y presionarle en la salida. El técnico bético modificó su posicionamiento habitual, pasando a un 4-4-2 en el que los dos puntas iban a poner de manifiesto las dificultades para iniciar el juego en el lado sevillista. Los de Emery no tienen una salida de balón muy limpia porque tienden a partirse, más si cabe cuando Rakitic se ubica en la mediapunta, quedándose los jugadores de vanguardia sin un surtidor desde mediocampo. Y así arrancó el partido, con dos equipos posicionados en dos bloques y sin casi presencia creativa de los centrocampistas en ninguno de los dos, tras la ocasión inicial de Bacca a los diez segundos.
El partido se jugaba en los desplazamientos largos, la segunda jugada y la lucha de los rechazos. Y trataba de definirse en los costados laterales. Emery cambió su tendencia habitual de extremos a pierna cambiada para situar a Reyes y Vitolo como jugadores abiertos en su perfil natural, pero no conseguían la profundidad necesaria en el juego elaborado. Las llegadas venían propiciadas por el ímpetu en las transiciones en el Sevilla porque en el ataque estático la dinámica sevillista no ha sido nunca buena, y ayer no fue una excepción. Se aprovechaban los locales de la distancia entre líneas verdiblancas que permitían correr por los pasillos interiores a los rojiblancos para generar situaciones de gol que Adán se encargaba de desbaratar para tapar la mayor deficiencia en el planteamiento de Calderón: la distancia entre mediocentros y centrales.
Mientras, el Betis tenía muy claro que su juego debía basarse en cerrar el inicio del juego rival y el robo en campo contrario o ganar la segunda jugada. En un desplazamiento largo aparecieron por primera vez en campo sevillista Lolo Reyes y N’Diaye con balón, y en una apertura a banda Juanfran aprovechó la ausencia de trabajo defensivo del Reyes sevillista para poner un centro magnífico que remataba Baptistao a la red, cuando pisaba el cuadro verdiblanco con tres rematadores por única ocasión en la primera parte. El resto de llegadas o intentos de llegadas béticos tenían al brasileño como receptor entre líneas y la apertura a los costados, donde los laterales sevillistas siempre jugaban en uno contra uno y terminaban perdiendo la partida.
Ningún equipo era abiertamente superior a si rival, pero dentro de las circunstancias el Betis había conseguido que el partido se ajustara más a su guion. La segunda parte reforzó aún más la sensación de que los visitantes tenían más claro cuál debía ser su forma de encarar el partido. Calderón replegó líneas hasta el área propia con todo el equipo tras la línea de mediocampo, y allí terminó por desnudar las deficiencias ofensivas sevillistas ante equipos que cierran espacios cerca de su área. Los segundos cuarentaicinco minutos dejaron a un Sevilla impotente y demasiado osado en su intento de dar la vuelta al marcador. Y que volvió a sucumbir ante su incapacidad manifiesta para atacar de manera ordenada.
Lo problemático es que esto no es nuevo. Emery vuelve a tropezar un una piedra que le es más que conocida esta temporada. El manejo emocional de su equipo en los partidos en los que debe remontar no es bueno y se torna en un lastre en las eliminatorias. Un 0-1 en contra con más de ciento veinte minutos por jugar no parece ser tan problemático como inculcó a sus jugadores en el día de ayer. El Sevilla intentaba abrirse y meterse en campo rival sin la capacidad suficiente para desordenar al rival. La acumulación de efectivos en campo contrario pero sin dinámica en sus movimientos y en la circulación del balón solo deja a los sevillistas los envíos al área como arma de ataque. Y allí el Betis se hizo fuerte, esperó su momento y aprovechó el desorden rojiblanco para asestar un 0-2 (Salva Sevilla) que deja casi KO a su rival.
Ganó el Betis en el primer envite de la eliminatoria porque supo adaptarse mejor a su rival y utilizar sus armas de manera más adecuada. Por el contrario Emery volvió a pichar en hueso cuando su equipo parecía haber vuelto a una idea desde la que sí consigue sacar resultados. La resolución en el área marcó mucho el resultado, pero no podemos decir que este Sevilla sea el más adecuado. Cuando el balón debe ser suyo no tiene poso de equipo dominador y se le pone cara de perdedor a la mínima dificultad. Solo el empuje parece resolutivo, en ocasiones, porque el juego de ataque sevillista dista de serlo.
Quedan noventa minutos y eso en un derbi como el sevillano es decir que queda mucha tela por cortar. Pero visto el devenir sevillista ante situaciones similares, se intuye complicada una remontada. La resolución, de todas formas, tendrá que verse. Será el próximo jueves a las 21:05.
* Miguel Canales es creador del blog ‘Táctica Barça’.
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