Es evidente que esta no ha sido la mejor temporada de Xavi. La pasada, tampoco. Quizá su último gran año fue en el que coronó la cuarta Copa de Europa del Barcelona con el colofón del Mundial de clubes. A partir de ahí, lesiones, molestias, falta de ritmo y de físico e intrascendencia. La importancia de Xavi en el esquema del F. C. Barcelona siempre ha sido capital, pero el rol del jugador ha ido menguando hasta convertirse, a día de hoy, en un problema de difícil solución. El principal síntoma del declive del futbolista ha sido su exponencial falta de peso en los partidos importantes, aderezada con la de algunos compañeros, que unido al distanciamiento del modelo dejó un poso agridulce en un curso más que notable. Ante la ausencia en el timón del centrocampista egarense, fue Leo Messi el que se echó el equipo a la espalda hasta que las fuerzas le aguantaron, y con el argentino finalmente entre algodones, aconteció la nada más absoluta, con una liga y dos semifinales en el bolsillo, pero con la sensación de que esto se acaba, que el ciclo de Xavi como cerebro blaugrana toca a su fin.
En la selección española, el peso de Xavi nunca ha sido el mismo que en el Barcelona, donde juegan por y para él, al menos hasta la temporada pasada. Luis Aragonés le dio el mando absoluto de las operaciones y el catalán se desató, pero con Del Bosque se encontró encerrado en una jaula, entre el doble pivote, de la que pocas veces supo salir. Más adelantado, perdió incidencia y a medida que su físico le abandonaba su trascendencia en el juego del equipo nacional disminuyó, sin estar a la altura, como sucediera en su club, a la hora de la verdad, ante los grandes rivales. La derrota ante Brasil en la Copa Confederaciones desnudó de nuevo a un Xavi que realizó un torneo discreto, incapaz de imponer jerarquía, empequeñecido y superado ante el despliegue físico de italianos y brasileños e incluso, en menor medida, de los futbolistas nigerianos. Sucedió lo mismo en la Eurocopa del pasado año, donde el centrocampista reclamaba más importancia, que solamente encontró en la final, cuando Italia le dio la libertad que pedía a gritos, atado de pies y manos en circunstancias adversas.
Parece obvio que el paso a un lado de Xavi, con 33 años, será más traumático en el Barcelona que en la selección. Culé de toda la vida, emblema del club y futbolista con más partidos disputados, la gestión de su ausencia en el once titular azulgrana podría resultar espinosa. Futbolista de la casa, no debería poner reparos a empezar desde el banquillo o a una mayor dosificación de partidos la próxima temporada, pudiendo ser un revulsivo necesario en momentos puntuales. El principal problema para el cambio de ciclo en la medular barcelonista es la ausencia a día de hoy de un sustituto con garantías. Es evidente que Xavi solo hay uno y que el juego será diferente sin él, pero ni Thiago ha estado a la altura en las oportunidades de las que ha gozado ni Cesc ha jugado lo suficiente en esa posición. Aunque si diera un paso adelante, podría ser el recambio ideal. Otra opción sería ubicar en el eje a Andrés Iniesta, aunque hay que ser cauto y ver las decisiones que toma el Barcelona en la confección de la plantilla para la próxima temporada.
Desconozco la percepción que tiene Xavi Hernández de la situación, aunque su profesionalidad se encuentra fuera de toda duda. También está por ver si Tito Vilanova es capaz de dejar en el banquillo a uno de los jugadores franquicia del club y si tendrá el valor de hacerle entender que es hora de ceder el testigo. En similar tesitura se encontrará Vicente del Bosque, con un Mundial en el horizonte y su poca predisposición a hacer cambios, con la posibilidad de echar mano de una generación pujante de jóvenes valores y que, a la vez, puede beneficiarse de lo que finalmente suceda en el relevo azulgrana, si se produjera. Lo que está claro es que ambas partes han de gestionar la situación con delicadeza, siempre por el bien del equipo. Nunca es fácil decir adiós a alguien de su pedigrí y cuya participación ha resultado capital en los mejores años de la historia de su club y selección. Es ley de vida y Xavi tiene su más fiel ejemplo en el jugador al que estaba llamado a sustituir allá en su debut y que le entrenó en sus mejores años. Quién sabe si algún día seguirá su camino.
* Sergio Pinto es periodista.
– Foto: AFP
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