El éxito en el deporte siempre conlleva ligada la palabra trofeo. En escasas ocasiones se cuenta como éxito alguna hazaña, tanto en equipo como individualmente, que no haya finalizado con una medalla o copa alzada al cielo. El caso más sonado dentro del mundo del fútbol puede ser el de la selección de los Países Bajos, que ha llegado a tres finales de la Copa del Mundo y no ha conseguido alzarse campeona en ninguna. Sin embargo, se le reconoce ser la precursora del estilo futbolístico del que ha derivado el juego que hoy conocemos. Su reconocimiento internacional se resume en haber sido capaz de contribuir a la evolución de este deporte. No mucho antes encontramos una selección de fútbol en la misma situación que los neerlandeses. Alcanzó la final de dos Copas del Mundo y, ambas, las perdió. Ha conseguido tres medallas de oro en tres Juegos Olímpicos y su éxito no es recordado en condiciones normales. No obstante, antes de que los Países Bajos marcaran la línea de la evolución del fútbol moderno, la selección de Hungría pasó a la historia por romper con el pragmatismo físico británico y marcar la pauta de juego que sería acogida en el mundo del fútbol para el resto de sus días. Los magiares no conquistaron el mundo. Los magiares conquistaron el fútbol.
A principios del siglo XX, la subordinación de Hungría, en todos los ámbitos existentes, a Austria era una evidencia palpable. También en el apartado deportivo. Las dos selecciones disputaron numerosos encuentros entre sí en los que los austriacos casi siempre eran muy superiores a los magiares. El fútbol, como la sociedad, fue evolucionando en Hungría, país que en esa época se encontraba en un crecimiento importante. Poco a poco, los húngaros fueron construyendo una selección potente teniendo en cuenta sus carencias, hecho a tener presente a la hora de formar cualquier plantel de fútbol. Hasta entonces había reinado la visión de la utilización de un delantero centro muy físico y mediocentros de destrucción de juego en la zona central del campo. Al carecer la selección de Hungría de este tipo de jugadores tuvo que reinventarse para poder competir contra las demás selecciones. Creó un estilo propio que implicara una defensa fuerte sin ser muy destacada en el apartado físico. Pero la verdadera revolución de este equipo y del fútbol no fue esa.
Los marcadores defensivos del rival siempre solían destacar por su gran fuerza y físico, valor en alza a la hora de defender al atacante principal del rival. Para combatir esto de otra manera que no fuera con la misma medicina, en Hungría surgió una idea simple, pero revolucionaria. Se pensó en retrasar al delantero centro hacia el medio del campo en lo que hoy vendría a ser un mediapunta. Cuando esto se realizó se pasó de la imperante formación de esos años, el 3-2-2-3 de Chapman o la llamada WM que fue sustituida por un nuevo dibujo táctico. La MM o el 3-2-3-2 cambió la concepción del fútbol. Y, sobre todo, lo hizo por la tremenda victoria de Hungría sobre Inglaterra en lo que se ha denominado como “El partido del siglo” por lo que ese encuentro significó en la historia de este deporte. Gusztav Sebes había dado con la tecla para neutralizar a los rivales que se basaban en el físico y para ganar jugando un fútbol preciosista que marcaría la evolución táctica del fútbol.
Hungría comenzó su andadura en las Copas del Mundo dejando buenas actuaciones. Consiguió el subcampeonato en el Mundial de Francia 1938 que perdió ante la Italia de Pozzo. En 1954, con la mejor camada de jugadores húngaros que se recuerda, no pudo batir a Alemania en una final que hubiera hecho justicia en el fútbol. Los magiares volvieron a caer. En 1966, en el mundial de Inglaterra, la ronda de cuartos de final fue el máximo resultado que Hungría consiguió. A partir de ahí solo consiguieron la clasificación para los mundiales de 1978, 1982 y 1986, donde en ninguno de ellos consiguieron pasar de la primera fase. Aquella participación en México fue su última aparición en un mundial de futbol.
Su idilio con las Copas de Europa de Naciones ha sido mucho más efímero. Solo había disputado dos Eurocopas hasta la fecha. España 1964, donde consiguieron un tercer puesto, y Bélgica 1972, donde consiguieron llegar a semifinales. Dicha eliminación supuso la desaparición de un grupo de jugadores que encumbraron al fútbol húngaro consiguiendo unos resultados nunca antes vistos. Pero, sobre todo, este grupo de jugadores será recordado por mostrar al mundo una nueva forma de practicar este deporte. Precisamente, Bélgica fue el último rival de la selección de Hungría en una Eurocopa hasta su participación en la edición 2016. Fue en el partido por el tercer y cuarto puesto de la Eurocopa disputada en suelo belga donde los húngaros no lograron imponerse a los anfitriones. Acabaron perdiendo por un corto resultado de 2-1. El destino ha querido que la primera ronda de eliminatoria que disputa Hungría en un torneo internacional desde entonces sea precisamente contra Bélgica.
La selección de Hungría se ha clasificado, contra todo pronóstico, para los octavos de final de esta Eurocopa. Lo ha hecho como primera de grupo, sin dejar dudas de su merecimiento en participar en las rondas eliminatorias del torneo. No ha perdido ningún encuentro en lo que va de competición, algo meritorio teniendo en cuenta que su grupo estaba formado por las selecciones de Austria, Islandia y Portugal. Dos empates y una victoria le han dado el pase con 5 puntos. Haciendo gala de un gran juego asociativo y un buen orden táctico atrás, se ha convertido en la sorpresa agradable de la competición, ya que antes de que echara a rodar el balón se la consideraba como la selección más débil del grupo.
Se trata de una selección con un plantel bastante compensado en todas sus líneas. En portería encontramos al veterano Kiraly, el jugador que más internacionalidades acumula en la historia de la selección húngara. El excéntrico guardameta de 40 años sigue siendo un emblema para los suyos, manteniendo un buen nivel bajo los palos, aunque con algunos problemas por arriba. La línea defensiva está formada por cuatro jugadores: Fiola, Lang, Guzmics y Kadar. Los dos centrales aportan buen nivel en el juego aéreo, mientras que los laterales mantienen una actitud bastante defensiva, con escasas subidas por banda. Siempre que sube uno de los laterales por banda, el otro se queda guardando la posición. En situaciones donde se requiere una mayor actitud ofensiva, tanto Kadar como Fiola aportan profundidad al ataque. El hecho de su preferencia por guardar la posición es orden del seleccionador.
Depende del dibujo táctico que adopte, podemos encontrar un número u otro de jugadores en el centro del campo. En el caso del 4-2-3-1, el doble pivote presentará a Nagy, acompañado de otro jugador. Adam Nagy es irrenunciable en el mediocentro por lo que supone en la salida de balón. El joven mediocentro húngaro es clave en el juego asociativo del equipo. Nagy se incrusta entre los dos centrales en la salida de balón. Mientras, los laterales se colocan a la altura de la línea del mediocampo. Su calidad y visión de juego son esenciales para que el equipo realice un juego posicional. Gera o Pinter pueden ser dos acompañantes perfectos para Nagy en el doble pivote. Gera, jugador muy experimentado a nivel internacional, goza de más libertad para descolgarse y llegar a la frontal del área con peligro. Pinter, es el caso contrario a Gera. De un perfil más defensivo, permite a Nagy animarse en las jugadas ofensivas mientras él se encarga de guardar la posición.
En la zona de tres cuartos de campo, Hungría acumula mucha calidad. El capitán Dzsudzsak se ubica en la zona derecha para poder aprovechar sus diagonales interiores desde la banda. Su gran disparo le hace ser un peligro constante para el rival cuando encuentra algún espacio para armar la pierna. En el medio, como enganche podemos encontrar al “chico para todo” de Hungría: Kleinheisler. El mediapunta pelirrojo no es un jugador de una calidad excelsa, pero la intensidad de su juego le convierte en el jugador perfecto en situaciones de presión tras pérdida. Su resistencia física le permite abarcar mucho terreno en el flanco atacante. Nemeth ocupa el puesto izquierdo de la zona de tres cuartos. Se trata de un jugador de un perfil muy parecido a Dzsudzsak. Aprovecha su condición diestra para salir en diagonal y finalizar con disparo o asociación en la frontal del área. Esta línea tiene mucha importancia en el sistema defensivo. Es la primera línea de presión que el rival tiene que superar cuando avanza con el balón y Hungría se repliega.
La punta de lanza está repartida, sobre todo, entre dos jugadores. Szalai está gozando de más minutos en la Euro y los está rentabilizando con un buen nivel de juego y realizando, exactamente, lo que su entrenador desea. Juega bien de espaldas y es una gran solución para el equipo en el caso de presión agresiva del rival. El balón largo evita riesgos y la capacidad de controlar y aguantar de Szalai permite salir de una presión peligrosa. Además, el delantero del Hannover 96 devuelve el balón de primeras en ventaja. Esto lo convierte en un gran activo para los ataques posicionales del equipo húngaro. Priskin domina bien los movimientos de delantero centro. Traza buenos desmarques que, más que ser beneficio para él mismo, crean espacios que son aprovechados por los hombres de tres cuartos. Se trata de un delantero de perfil distinto a Szalai, mucho más trabajador y más de equipo.
La Hungría de 2016 no se puede comparar con la generación húngara de los 50. Son equipos distintos, con jugadores de perfil diferente. Lo común de estos dos conjuntos es que el entrenador ha adaptado el estilo de juego a sus jugadores. En los 50, Hungría fue revolucionaria por practicar como los ángeles un estilo de juego nunca antes desarrollado de la forma en la que los magiares mágicos lo hicieron. La Hungría de 2016 ha sabido adaptar el estilo de juego y el sistema al perfil de los jugadores con los que cuenta, al igual que a mediados del siglo XX. La organización es la base del equipo. El no dejar espacios al rival y conceder pocas opciones al rival en la salida de pelota. Con balón, los dos centrales se quedan en campo propio y se abren para que, habitualmente, Nagy se meta entre ellos y comande la salida de balón desde atrás. Los laterales se colocan a la altura del medio para acumular efectivos en el centro y ser superior al rival en esa zona del campo. Cuando el balón se encuentra en tres cuartos de campo, el juego se centra en la combinación interior con una constante movilidad de los jugadores en esa zona. Los hombres de banda se meten por dentro y el enganche entra por fuera… ese tipo de movimientos ayudan a crear espacios.
Se juega con dos jugadores a pierna cambiada en cada banda para que puedan realizar una diagonal hacia dentro. Sin embargo, el espacio que queda en banda no es ocupado habitualmente por la subida del lateral. Estos no suelen llegar a la línea de fondo casi nunca. Se quedan a medias finalizando con un balón al área o volviendo a ocupar su sitio. Solo si el partido lo requiere tomarán una actitud más ofensiva. Esa escasa subida de los laterales es compensada con la acción por banda de los interiores, en el caso del 4-3-3 o de los mediocentros o, incluso, el delantero centro que se vence a la banda. La movilidad en esa parcela del campo es básica. Las transiciones defensivas, cuando se pierde el balón arriba, suelen ser lentas, pero se intenta suplir con una presión agresiva tras pérdida o alguna falta táctica para recolocar al equipo. Dzsudzsak y Nemeth trabajan bien en la banda ayudando a su lateral. Pero en el caso de que alguno de estos no llegue, los mediocentros se ocupan de crear superioridad defensiva por banda. Un partido controlado y de ritmo lento es más fácil de controlar para el sistema defensivo húngaro.
El enfrentamiento contra Portugal demuestra que ante un partido roto, el equipo sufre mucho defensivamente. Las ayudas de los centrocampistas son básicas para que el sistema defensivo húngaro sea completo y efectivo. Sin embargo, los centrales sufren demasiado ante los balones mandados desde las bandas. Les cuesta defender en lateral y dejan algunos pasillos interiores libres mientras basculan de una banda a otra. Se trata de fallos que les han costado cuatro goles en lo que va de competición. Muchas de las ocasiones que no han acabado en el fondo de las redes han sido generadas por no ser expeditivo en los despejes defensivos, por dejar demasiado espacio al rival para pensar o armar la pierna en una segunda jugada. La agresividad en mediocampo no es la misma en la defensa.
El equipo se organiza bajo un 4-4-2 dejando arriba a Szalai y Kleinheisler. Una variante en su juego dependiendo de diversas situaciones de partido es el contragolpe. Por la tendencia a la combinación que posee este equipo, las combinaciones de primeras saliendo al contragolpe son muy precisas y efectivas. Sabe posicionarse e ir muy bien al espacio con velocidad, lo que la convierte en una selección peligrosa en ese registro. El mayor problema de esta selección llega a la hora de definir y generar situaciones claras de gol. En todo el torneo solo ha habido un gol, de los seis que ha marcado Hungría, que haya sido generado en asociación y culminado con una buena definición. Una solución en el ataque, cuando el rival se encuentra muy encerrado y no se encuentran los huecos, son los disparos desde media distancia con los buenos pegadores que posee esta selección: Gera, Kleinheisler, Dzsudzsak o Nemeth. La presión, cuando el equipo está replegado, se realiza a nivel del mediocampo y solo cuando el balón llega al mediocentro rival, que es el que tiene que realizar de enlace entre el ataque y la defensa.
Llegue donde llegue, la selección de Hungría ha dado un paso de gigante para quedarse, tras muchos años, dentro del grupo de selecciones de Europa oriental que son peligrosas. Los octavos eran una barrera no contemplada por los magiares. Estar presentes en la fase de grupos de la Eurocopa de Francia era ya un éxito inimaginable. No ha conseguido un trofeo. No ha marcado una revolución futbolística como la Hungría de los 50. Pero los húngaros, han vuelto a conseguir ilusionar a un país histórico dentro del mundo del fútbol. Y la ilusión es el éxito más importante y más gratificante que cualquier equipo de fútbol puede conseguir.
* Christian Sánchez.
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– Fotos: Getty Images & AFP
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