La hora de competir

por el 7 enero, 2014 • 14:29

cazorla

El Arsenal es uno de los más firmes candidatos a ganar la Premier League esta temporada, pero no cuenta con el favor del gran público. La espectacularidad del Manchester City, la pragmática precisa aplicada al fútbol del Chelsea y la sola presencia de Luis Suárez en el Liverpool hacen que a los gunners se les mire con una mezcla de desconfianza y esperanza de que tarde o temprano se terminarán descolgando, como ha venido sucediendo un año tras otro hasta sumar ya ocho sin alzar ningún título, primero en Highbury y después en el Emirates. La grave lesión de ligamentos cruzados sufrida por Theo Walcott -y que le apartará seis meses del césped- es un gravísimo accidente para este equipo y merma seriamente sus opciones de conquistar el título liguero.

La trayectoria que había enhebrado el equipo de Arsène Wenger en la primera quincena de diciembre daba la razón a esta corriente, con varios tropiezos que hicieron que su clasificación a octavos de final de la Champions League se produjera en el alambre de un único gol de diferencia, pero en el cierre de 2013 ha demostrado que hay hechuras de equipo campeón, recursos, más profundidad de banquillo de la aparente para sortear lesiones y un grupo de veteranos dispuestos a asumir la responsabilidad cuando es menester apretar la mandíbula para mantener el alto ritmo de la competición.

El prenavideño derbi jugado en el Emirates ante el Chelsea se estipuló como un partido clave cuando era solo uno más de una competición de 38 jornadas que está destinada a decidirse dramáticamente en plena primavera. Moralmente (y en términos matemáticos también), José Mourinho volvió a someter a Wenger en un duelo entre ambos. El empate a cero cosechado en el norte de Londres, tan poco vistoso como el que se llevó de Old Trafford en las primeras semanas de competición, no ha servido para que el Chelsea reciba alabanzas por practicar un juego bonito. Para los blues son simplemente dos puntos a domicilio ante dos rivales directos por el título. Haciendo balance, un buen botín que puede marcar la diferencia a largo plazo.

De rebote se empezó a cuestionar aún más al Arsenal. Giroud ya no era tan productivo de cara al gol, y aunque sí lo era en términos colectivos, su sequía empezó a desterrar antiguas críticas que parecían cosa del pasado. El francés es un nueve, lo que reduce todo debate a sus números, estando en buena forma cuando marca y en mala cuando está desacertado. Por mucho trabajo que haga para liberar de trabajo a la segunda línea de mediapuntas, la crítica reduccionista de la ficha técnica se terminará imponiendo. Giroud volvió a celebrar en el decisivo partido del Boxing Day ante el Newcastle, en el que su físico fue puesto a prueba hasta el punto de dejarlo lesionado para las siguientes citas.

Apartados Giroud y Özil del equipo por sendas lesiones –el alemán ha tenido dos partidos y medio de descanso por unas molestias en el hombro–, la responsabilidad recaía en los veteranos. Era hora de mostrar que se había aprendido a competir y de que el liderazgo de la plantilla se repartiera entre los tres capitanes (sigue sin haber mácula que reprochar a Vermaelen, a pesar de sus pocos minutos, Arteta y Mertesacker) y figuras con ascendiente sobre el vestuario como Walcott o Rosicky. El extremo aporta su mejor virtud, la imprevisibilidad y un singular olfato ante la portería contraria similar al que lució Ramsey en octubre y noviembre; y el fino centrocampista checo ha sabido alternar el frac con el mono de trabajo, filtrando pases y dejando tackles llenos de carácter a partes iguales.

Los rivales que se cruzaron en el camino del Arsenal en la intensa recta final de diciembre fueron el West Ham, el Newcastle y el Cardiff. Londinenses y galeses están luchando por la permanencia, mientras las urracas siguen alternando altos y bajos, impredecibles como siempre esta temporada. Los tres plantearon partidos duros de negociar para el líder de la Premier y los tres terminaron claudicando ante un equipo que en las últimas temporadas ya estaba desterrado de la lucha por el título y fiándolo todo a una inspiración especial en competiciones coperas y europeas que nunca llegaban. Wenger ha transformado el escaso colmillo de su equipo en un conjunto altamente competitivo, paciente ante la portería rival, sabio a la hora de defender y sufrir y consciente de los recursos que tiene. Esta autoestima recuperada se ha convertido en su mejor virtud. Aunque sigue quedando pendiente plantar cara a los grandes con mayor oficio –solo se ha ganado al Liverpool esta temporada–, la sangría de puntos ante equipos medianos y pequeños ha quedado enterrada en el pasado, lo que ha marcado la diferencia y permitido que el rojo y el blanco sean los colores que lideran la clasificación por delante del atractivo del resto de candidatos.

Las estrellas son básicas para la formación de un equipo campeón, pero pequeños detalles como el hecho de que Nicklas Bendtner haya inaugurado el marcador en dos partidos ayudando a sumar seis puntos ante Hull y Cardiff son los que terminan garantizando la gloria. La diferencia en términos generales la tienen que marcar figuras como Özil o Santi Cazorla, pero difícilmente se alcanzará el éxito si en momentos puntuales no aparecen pequeñas firmas como las del díscolo delantero danés, el joven Serge Gnabry o el veterano Rosicky, más protagonista de lo que hubiera cabido esperar en el mes de agosto.

En el mes de enero, con cierto margen en el calendario y solo tres partidos de la Premier League en el horizonte, los deberes de Wenger pasarán por seguir manteniendo unido al grupo e ir negociando con sabiduría las bajas que se produzcan. La del Arsenal no es la candidatura más atractiva desde el punto de vista mediático, pero no se le puede negar ser, si no la primera, sí una de las más serias y comprometidas con los títulos en disputa. Aunque la baja de Walcott por lo que resta de temporada puede ser decisiva y marcar la diferencia entre aspirar y ganar.

* Agustín Galán es periodista.

– Foto: EPA




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