"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
Mientras estamos a tiempo, pues pronto no recordaremos ni cuál fue nuestro delito, conviene mentalizarnos sobre la condena que nos espera, posiblemente una de las mayores torturas que se pueda infringir a un ser humano. Por desviarnos del camino marcado, entregar el club a las manos incorrectas y haber propiciado la venta de Thiago, nuestro castigo no podía ser otro que la muerte por gota malaya. Decía que estamos a tiempo, pues todavía somos capaces de dirigir nuestros pensamientos, apenas vertidas unas cuantas y frías gotas que parecen incomodar bastante menos que la inmovilidad absoluta, tan necesaria para que, cada una de ellas, inofensivas en apariencia, caiga en el mismo punto exacto de tu cabeza, a la larga, devastadoras.
Además de inteligente, educado y buen jugador, Thiago Alcántara es un muchacho que siempre se ha creído capaz de triunfar en el mundo del fútbol y nunca ha sentido reparo alguno en proclamar tal ambición, lo que en Barcelona nunca ha sentado del todo bien, especialmente entre esa facción de aire rancio, culo estrecho y coartadas disfrazadas de amor a los colores. Antes de que debutase, ya había quien lo quería fuera por atreverse a mentar al Madrid como un destino adecuado, si uno quiere triunfar en el mundo del fútbol y no está dispuesto a limitarse a una única oportunidad, lo que parece del todo lícito para un profesional, pero con la iglesia hemos topado, Paco, y esas cosas no se dicen en esta sagrada casa… Es una vieja canción con la que no querría yo aburrirles.
Cada pase corto del chico Alcántara, ya sea con la camiseta de Bayern o la de cualquier otro equipo en que milite en el futuro, caerá sobre nuestras cabezas como esa gota maldita que primero moja y recorre nuestro cuerpo, luego aturde la mente y nos marca las horas hasta que el mañana es la siguiente, para finalmente derribar la resistencia del cráneo e inundar la poca vida que nos reste, ya por entonces. Cada pequeño y sutil toque suyo a un balón, será un golpe húmedo, líquido, pesado, oscuro; será certero. En menos tiempo del que imaginan, ya no recordaremos por qué estamos ahí atados, ni siquiera entenderemos que se trata de una condena, y por eso me ha parecido tan conveniente recordarlo. Ahora que está de moda defender que Neymar es el fichaje más barato de la historia, aquí viene un condenado a sostener que la venta de Thiago va camino de convertirse en el traspaso más caro de toda nuestra larga, repetitiva y cainita historia; la otra gota malaya.
* Rafa Cabeleira.
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