La confianza es un elemento básico para afrontar cualquier reto personal o colectivo. Incidir en la correcta gestión de los errores, de las emociones, de la presión, saber cómo afrontar adecuadamente la responsabilidad, son aspectos fundamentales a la hora de encarar un proceso de aprendizaje y determinan la consolidación adecuada de los contenidos. También lo es avanzar hacia procesos cada vez más personalizados para seleccionar correctamente el estilo de dirección y la interacción comunicativa, siempre pensando en buscar el máximo beneficio para el receptor. Porque no hay que tratar a todos por igual (respeto a la diversidad), pero sí garantizarles las mismas oportunidades (respecto a la igualdad). Esta máxima es útil para todos los procesos formativos, también a los que van ligados a las diversas actividades deportivas.
Hay múltiples intentos de acotar una definición para el fútbol, pero una de las que ha hecho más o menos fortuna sintetiza la importancia de todos los factores enumerados hasta ahora: “El fútbol es un estado de ánimo”. Y la base de este estado de ánimo tiene como pilar unos niveles adecuados de autoestima, lo que nos lleva a la clave de todo el entramado: la capacidad de los formadores para tener el grado de tolerancia adecuado en función de la edad y de las exigencias de los deportistas. Primero, porque unos márgenes generosos de tolerancia permiten a los jóvenes jugadores disfrutar de un nivel de exploración suficientemente amplio para poder experimentar por ellos mismos las consecuencias y, al mismo tiempo, el valor pedagógico de los errores. Si los educadores limitan mucho el margen de acción, anticipan soluciones, coartan la creatividad o negativizan y estigmatizan el error pueden aparecer inseguridades e inhibición. El trabajo para desterrar el miedo al error es muy importante para permitir la progresión de los deportistas y que tengan el plus de tranquilidad y serenidad necesario para atreverse a expresar su personalidad y creatividad. En los deportes de equipo, además, también se debe encontrar el equilibrio entre el yo y el nosotros. En estos deportes es decisivo ofrecer las herramientas para identificar cuáles son las cualidades y los recursos que tiene cada jugador y mostrar de qué manera se complementan, como se combinan mejor en beneficio del equipo.
Todo este trabajo, sin embargo, no solo recae en los formadores, sino que también debe tener como protagonistas activos a los integrantes del entorno de nuestros jóvenes. Cada uno de estos protagonistas juega un papel determinado y determinante, desde el ámbito familiar hasta los medios de comunicación, pasando por las actitudes de los aficionados que asisten a los eventos deportivos o una vertiente marcadamente pedagógica en los árbitros, especialmente en los de categorías de futbol formativo. Si se consiguen sentar estas bases de autoestima y confianza en los propios recursos de los jóvenes deportistas, no solo mejorarán su rendimiento, sino que sabrán gestionar las derrotas y reconducirlas, no hacia la frustración, sino como un elemento motivador más para mejorar.
* Martí Ayats.
– Foto: Bil Kleb
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