El partido en Gelsenkirchen había dejado muy satisfecho a Mourinho. No fue un partido sublime, ni siquiera vistoso, pero el equipo había interpretado a la perfección la idea de protegerse para atacar la espalda de la defensa rival en las contras, algo que potencia exponencialmente las virtudes de un Fernando Torres en espléndido momento de forma y confianza. El técnico luso repetía el once que goleara al Schalke, con la única excepción de la entrada del recuperado Ashley Cole por Azpilicueta en el lateral izquierdo.
El tridente que ocupa la zona de tres cuartos comienza a estar cada vez más asentado. Mourinho ha encontrado en Oscar y Schürrle, dos atacantes a su imagen y semejanza, de características ofensivas distintas pero con la misma implicación en la presión y en las ayudas. El brasileño es la bandera de su equipo y no tiene reparos en confesarlo, mientras que el alemán se ha ganado la confianza de Mourinho a base de trabajo, faceta que sigue en el debe de Willian y Mata. La calidad y la capacidad de decidir partidos de Hazard le otorga cierta bula para ser más perezoso defensivamente, pero su desentendimiento con el juego en fase defensiva es tan descarado, que habrá que ver donde están los límites de este consentimiento. El error de David Luiz ante el Cardiff le dio opción a Cahill en el centro de la zaga, y su solvente partido en Alemania le daba crédito para ser titular en un partido cuya trascendencia vital se valorará mejor al final del campeonato.
Mientras, Pellegrini quitó un delantero a su planteamiento típico para reforzar la medular, donde la espalda de Fernandinho y Touré podía suponer un filón para la calidad de Oscar. El murciano Javi García ejerció de ancla en la medular, formando pareja con Fernandinho, al que por fin pudimos ver más liberado, y dejando a Touré como enlace con el ‘Kun’ Agüero que quedaba solo en punta. En defensa debutaba Demichelis con el equipo citizen, tras recuperarse de la grave lesión que sufrió en verano. A lo largo del partido se le notó bajo de forma y falto de ritmo –muy lógico, por otra parte–, pero su vuelta supone un alivio para Pellegrini, al que le está costando armar una zaga de garantías. A Demichelis le acompañaba Nastasic en el centro de la defensa –Kompany sigue lesionado– y Zabaleta y Clichy en los laterales.
De inicio el Chelsea cedió la pelota al City y le esperó en su campo, sin buscar demasiada intensidad en la presión y esperando el momento del robo para salir. Pellegrini había dejado a Navas en el banquillo, por lo que la presencia en bandas era meramente posicional y todo el ataque se concentraba en el centro. Silva y Nasri combinaban e intercambiaban posiciones en ataque, pero les costaba encontrar profundidad ante una defensa que dibujaba su línea al borde del área. Ramires encimaba a Touré, que recibía siempre de espaldas con poco margen de maniobra, y el ‘Kun’ Agüero solo dejaba pinceladas. El City dominaba el balón, pero el Chelsea, mejor asentado, dominaba los espacios y gozaba de las mejores ocasiones.
Torres derrochaba confianza. Caía a banda, encaraba y cuando fallaba lo volvía a intentar con el mismo descaro. Pasada la media hora Torres rompió en banda derecha a Clichy con un cambio de ritmo brutal, dejó atrás al lateral francés en un alarde de potencia, apuró línea de fondo y le dio el pase de la muerte a Schürrle, que en un movimiento de gran ‘nueve’ amagó ir al primer palo para burlar al defensa y marcó a placer. El show de Torres continuaba, y cuatro minutos después cambió de banda para, encimado por tres defensas, sacarse un disparo envenenado que se estrellaba en el palo largo de Cech en el que podía haber sido uno de los goles de la temporada. Torres estaba desatado, el campo se le hacía pequeño y la defensa del City no conseguía pararlo.
Antes del descanso el ‘Kun’ advertía de lo que iba a ser una gran segunda parte del argentino. El ‘10’ del City recibió de espaldas y en una perfecta maniobra se giró y disparó para que Cech se luciera. Ya no avisaría más. A los tres minutos de la segunda parte un pase de Nasri a la espalda de la defensa blue lo recogía Agüero metiéndose entre los centrales, y de potente disparo batía a Cech. El ‘Kun’, en un estado de forma envidiable, anotaba su noveno gol en los últimos siete partidos disputados con el City. Tras el gol, el City fue a más, atacó mejor y comenzó a generar verdadera sensación de peligro.
Hasta hoy, Fernandinho había sido a Touré lo que Hübschman era a Fernandinho en el Shakhtar la temporada pasada. Es decir, en el doble pivote Fernandinho asume el rol de centrocampista de contención, mientras que Touré goza de más libertad para participar en el ataque y pisar área. El hecho de reconvertir al creativo futbolista brasileño en mediocentro puro limita sus virtudes, haciendo muy difícil que luzca su tan dañino último pase. En este partido, sin embargo, la presencia de Javi García hizo que no fuera así. Fernandinho –que tanto destacara en esta posición más adelantada en su época en el Shakhtar– se quitó las cadenas, colaboró en dar fluidez al ataque y dejó muestras del gran jugador que es cuando se le permite jugar más adelantado. El juego asociativo del City rayó a nivel bastante alto durante los 20 primeros minutos del segundo tiempo, intentando percutir por el medio, donde la acumulación de jugadores blues exigía precisión de cirujano para trenzar jugadas hilvanadas. Por esta vía, David Silva tuvo en sus botas el 1-2, pero Cech volvía a evitar un segundo gol que empezaban a merecer. El Chelsea lo pasaba mal, y solo lograba intimidar a balón parado –donde el City tiene verdaderos problemas– y en genialidades individuales como el desborde dentro del área de Hazard –muy poco participativo todo el partido– sobre Zabaleta, que si no cometió penalti sobre el belga le faltó bastante poco.
Pasado el ecuador de la segunda parte el físico comenzó a imponerse, y aquí Ramires impuso su ley. El mediocentro brasileño realizó un brutal despliegue físico, imponiéndose en todos los lances con balón de por medio y batiendo líneas en conducción. Mourinho sentó a Lampard y metió a Obi Mikel en busca de músculo, y cambió a un infatigable Schürrle por el brasileño Willian para tener más argumentos para hacer daño por dentro. El partido era de ida y vuelta, pero había cambiado de dueño. Pellegrini iba a por el partido, y respondía metiendo a Navas por Nasri. El técnico chileno ensanchaba el campo, buscando con el desborde de Navas una verticalidad que no le ofrecía ningún otro atacante y una ayuda para Zabaleta en la defensa que Nasri, fundido, ya no le podía dar.
Cuando el partido se llevó a lo físico, el City sufrió. Ramires era dueño y señor del mediocampo, Ivanovic –partidazo del serbio– subía la banda derecha con una potencia animal, y Fernando Torres sacaba de quicio a Javi García, al que tras forzarle una amarilla, le sacó otra falta después de dejarlo atrás en carrera, que perfectamente le pudo costar la expulsión.
Pellegrini quito al mediocentro murciano para meter a Kolarov de extremo por detrás de Clichy, ensanchando todavía más el campo y metía a Negredo por el ‘Kun’ para rematar los centros que pudieran poner los recién ingresados Navas y Kolarov. Y Mourinho quemaba las naves metiendo a Eto’o como extremo izquierdo por un desaparecido Hazard.
Cuando el empate parecía definitivo, un fallo de entendimiento entre Nastasic y Hart tras un pelotazo sin aparente peligro de Willian, iba a destrozar un partido bastante serio del City. Hart salió de la portería sin necesidad de hacerlo, y Nastasic, con tiempo de sobra para comprobar que Hart no estaba en el arco, cedió el balón al meta inglés que no estaba donde se le esperaba. La fe de Fernando Torres que había seguido la jugada desde el principio, tuvo premio, y tras un sprint tremendo daba la victoria a los de Mourinho. El Chelsea es un equipo con alma, y Torres lo representa como nadie. Hinchada, técnico y equipo reman en la misma dirección, y la celebración del gol lo ilustra claramente.
Mourinho ha creído en Torres, pero para que esto se diera, antes Torres debió creer en Mourinho. Está motivado, tiene confianza, y se atreve a hacer cosas a las que tenía pánico hace nada. La agresividad que perdió allá por 2009 está de vuelta y los límites de esta resurrección los tendrá que marcar él.
El City juega bien, y jugará mejor, pero compite muy mal. Se dejó remontar ante Cardiff City y Aston Villa, partidos que tenía controlados por falta de intensidad y fallos de concentración, y hoy deja escapar un resultado que supone –y supondrá– mucho más que un punto. La estabilidad en defensa –las bajas han lastrado bastante la zaga– es necesaria, pero más lo es conseguir un grado de madurez que impida tirar por la borda con fallos infantiles la ejecución de la idea colectiva que comienzan a asimilar bastante bien. Sin esto, será imposible pelear por los títulos, y tiene faena ahí Pellegrini.
Solo es la jornada nueve y el Chelsea ya ha jugado en Old Trafford, White Hart Lane y en casa ante el City, sin haber perdido ninguno. En defensa el equipo es cada vez más fiable y el hecho de que ningún equipo haya sido capaz de marcarle más de un gol en ninguno de los nueve partidos disputados en Premier League supone una base muy sólida para un equipo todavía en crecimiento.
* Alberto Egea.
– Fotos: Glyn Kirk (AFP) – Kirsty Wigglesworth (AP) – Shaun Botterill
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