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"Entonces marcábamos goles, pero no nos daban trofeos por hacerlo". Telmo Zarra


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La fama y la lana (de Sabadell)

por el 10 abril, 2012 • 7:52

Un admirado periodista referencial , el maestro José Martí Gómez, publicó años atrás esta impagable perla dedicada a los directivos de fútbol: “En opinión de un hombre que ha estado relacionado con el fútbol, hay sólo cinco motivos para querer ser, hoy, presidente de un club; a) querer notoriedad mediática; b) ganar dinero con traspasos de jugadores; c) ser forofo; d) mantener relaciones con altos cargos públicos, y e) ser gilipollas. Mi interlocutor opina que de las cinco motivaciones, a cual peor”. Sensacional. Llevé incluso el recorte en la cartera durante una temporada, por si se me ocurría memorizarlo. Martí Gómez era Lennon y Josep Ramoneda, McCartney. Jamás he leído entrevistas a cuatro manos como las suyas en “Por Favor”, y ahora ya, me alzo del asiento en señal de entregada devoción. Aún hoy, mañana y pasado, dos sherpas para sobrellevar esta agonía del oficio, tal y como lo conocimos y quisimos.

Tan largo preludio vale para agradecerles su paciencia y ganas de seguir leyendo, queridos. Ahora, al bollo: deseábamos rememorar, en charla de tertulia, los años gloriosos del Sabadell en Primera y me brincó a las meninges esta definición en cinco puntos, como si pugnara por salir a escena. Esta vez, cuando pronto empiece la tempestad y la corriente se lleve río abajo a un puñado de clubs quebrados, tatuados a fuego por el eufemismo de la ley concursal, no habrá perdón ni olvido, ni las urbes saldrán a la calle, como Sevilla y Vigo cuando la última escaramuza. Por eso vale la pena recordar la excepcionalidad del Sabadell, ciudad entonces que no alcanzaba los cien mil habitantes ni soñando y se erigió, por entendernos en el gráfico paralelismo, en el Villarreal de sus primeros años en Primera. Las peculiaridades de su época ya no cuelan a día de hoy. Lo suyo, ejemplo imposible, surreal, ya empantanados en el tercer Milenio de las narices.

Hoy, comprobadas en las que estamos sin necesidad de extendernos, si te motiva acudir a la manifestación en defensa de tu amado equipo en bancarrota, señal que estás en el punto ‘e’ recién citado. Ridículo, exclamarte por años de caos, despilfarro, corruptelas y gestiones dignas de la señorita Pepis, cuando no directamente delictivas, si no muestras antes la decencia del solidario en otros campos de mayor calado vital, emocional, simplemente humano. Hay que ser inútil si te exclamas ante el descenso de categoría por el lastre de las deudas e ignoras a cambio el drama del vecino del quinto, del tercero, del segundo y hasta del entresuelo, que de ésta recibiremos en todo el barrio. El vecindario decente. Los otros, a su bola, a seguir triunfando sobre nuestros silencios.

Volvamos al turrón: Sabadell tuvo sus quince minutos de gloria en Primera División. Incluso acabó cuarto en una edición liguera para caer en la de Ferias, aún, a pies del Brujas belga, club con bastante pedigree por aquel entonces. No citaré nombres entre los directivos del cuadro arlequinado o equipo lanero -por imitar la ñoña terminología entonces en boga-, no fueran a recibir justos por pecadores. Pero aquel fútbol español era Jauja,  por si alguien lo ignoraba. Cuando ni se habían inventado economía sumergida o dinero negro, cuando el Fisco parecía patrimonio de los países civilizados y el Estado era un Tócame Roque franquista, los millonarios aburridos -del régimen, normalmente- buscaban notoriedad local por la vía fácil del fútbol a base de sobres rebosantes de pasta gansa. Que digo vía, autopista de la Costa Oeste con seis carriles por banda, viento en popa a toda vela.

En esas, el Sabadell construyó una imagen de la nada a base de captar retales rebotados de clubs grandes, veteranísimos tentados por el último braguetazo antes de espichar y alguna promesa, esporádica, con pretensiones. Como se trata de ser positivo, nada de señalar con el dedo, no queremos ser malinterpretados cuando citamos el pretérito de la Creu Alta como fenómeno singular nada estudiado. En esos cinco o seis años de efímera gloria, allí se juntaron Isidro -padre de Quique Flores- o Casado (ex Real Madrid) con valencianistas de vuelta tipo Arnal, el portero Martínez, Paquito o el sempiterno técnico Pasieguito. Leones pasados por el túrmix, tipo Aguirre, Sertucha o Latorre, y algún extremo blanquiazul, fuera Vall (Espanyol) o bien Ontiñano (Málaga). Mucha madera, mucho talento -fuera o no en decadencia-, mucha ilusión popular en extraña mezcla con el mucho morro de otros.

Pero, ante todo y por encima de todo, allí iban a ganarse un magnífico jornal barcelonistas a porrillo. A go-gó, como enunciaba el argot tipo ‘e’ de la época. Vamos a vaciar el saco de los ilustres, venga:  Comas, Ramón Marañón, Seminario, Montesinos, Palau, Lluís Pujol, Zaballa, el Nene Zaldúa, el bueno de Chus Pereda, los Vidal (aún con números romanos en las alineaciones de prensa, el I y el II), y acabo por no aburrir con el extremo Camps, también ex-españolista, mira tú por donde. Limitada la relación a los años de Primera, conste. ¿Y ese derroche de calidad, más o menos mermada en lo físico? Fácil, los telares de Sabadell exportaban a troche y moche, no existía el made in China y quien se metía en esta harina para figurar lucía rebosantes bolsillos.

Fue una manera singular de colocar al simpático club de los cuadros en el mapa. Entonces, en aquel descoyuntado territorio, aún se podía. Esos tiempos no volverán, por democrática suerte y sentido social, pero aún guardo en la retina los uniformes con que vestían en los desplazamientos. Paño de gran calidad, estilo príncipe de Gales en los trajes conjuntados. Un desfile de Gatsbys que dejaba a Barça o Madrid a la altura del betún. O de la alpargata más pedestre. Conclusión: este fútbol no ha cuadrado jamás las cuentas. Ni antes, porque no le daba la gana; ni ahora, cuando la orquesta del Titanic comienza a tocar su último concierto. En el inminente naufragio caerán unos cuantos. Por fuerza y coherencia con los tiempos. Que las plañideras de cada candidato vayan haciéndose, pues, a la idea y así derramarán menos lágrimas de cocodrilo. Sin deseo de ser cenizo ni agorero, pronto presenciaremos alguna de estas debacles, mil anunciadas,  como el cuento de Pedro y el lobo. Pero ahora, no veas qué fauces se gasta el bicho amenazante y amenazador. Y viene en manada hambrienta.

 

* Frederic Porta es periodista. En Twitter: @fredericporta

– Fotos: Todocoleccion.net

 



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