El elogio debilita, pero la excusa debilita absolutamente. La excusa reconforta, pues aleja tu persona de las causas de la derrota y encuentra un rápido sustituto, bajo cualquier formato: desde la mala suerte hasta los arbitrajes, desde la climatología hasta la superficie de juego. ¿Significa eso que jamás hay factores atenuantes de un traspiés? No, esos factores existen e intervienen y, en ocasiones, lo hacen de manera contundente, radical, terca o pertinaz. La cuestión no es si existieron esos factores, sino qué posición adopta ante ellos el deportista que los ha sufrido. Si utiliza esos factores como argumento que explique su derrota está empleando la excusa como escudo protector.
“Si se insinúa en el fondo de mi cabeza la idea de victoria, la reprimo”, dice Rafa Nadal y no hay mejor manera de explicar porqué el elogio debilita. Los romanos, que pasaron por todo lo nuestro hace centenares de años, mandaban al esclavo que le susurrase al oído del general victorioso su condición de mortal. El brillante tenista mallorquín se lo susurra hacia dentro, buscando evitar el menor atisbo de triunfalismo. El éxito no sólo es un impostor, sino que el elogio autorizado reblandece el corazón del deportista, que necesita estar siempre afilado y tenso, sin bajar la guardia porque la victoria deportiva sólo se conquista desde la dureza anímica, jamás desde la blandura de espíritu.
La excusa es diferente del elogio. La excusa debilita porque tiñe de humo el horizonte del deportista. Entiéndanme bien: no es que no haya causas y razones que expliquen una derrota. Las hay, por descontado. El estado de un césped puede impedir desarrollar el tipo de juego que practica el equipo; las decisiones arbitrales condicionan el desarrollo de un partido y, a veces, de manera rotunda; interviene también el azar, quinto elemento del ámbito deportivo; y mil pequeños detalles que aletean sobre una competición y acaban influyendo en ella. Pero ¿qué debe hacer ante estos factores el deportista vencido? Ahí es donde pienso que debe analizar las causas, pero no refugiarse en ellas. Si quiere vencer o volver a vencer necesita aplicar la idea de Rafa Nadal y reprimir la comodidad de refugiarse en las excusas, que sólo le debilitarán aún más.
La excusa es un parapeto para enfrentar la realidad. Dominas menos los partidos fuera de casa; no consigues someter al rival; juegas en la zona que dictan los otros y no en la que quieres tú… Esas son las causas de tus problemas y a ellas debes remitirte. El resto son factores reales, que se ven y padecen, pero a los que no hay que agarrarse en absoluto si pretendes seguir siendo el mejor. Reprimir la idea de victoria y reprimir la argumentación de excusas: ese es el elixir del campeón.
– Foto: El País.
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