Tal vez el primer fichaje de relumbrón que llegó al Real Valladolid fuera el de Ildefonso Fernando Sañudo, un delantero centro cántabro de Torrelavega nacido en 1912, que en esos primeros años futbolísticos demostró unas maneras y un rendimiento extraordinario.
En la campaña 1932-33, el presidente mecenas del Real Valladolid, José Cantalapiedra, quiso dar un giro a una situación de crisis de la entidad con la incorporación de una de las perlas del fútbol nacional. Sañudo había jugado en la Gimnástica de Torrelavega con solo quince años. Más tarde jugó en el Portugalete, debido a que empezó la carrera de Derecho en Deusto, y después en el Club Deportivo Alavés, de Primera División, llegando a utilizar tres nombres futbolísticos distintos.
Al parecer, Sañudo quería continuar con sus estudios de abogacía y esa fue una de las causas por la que el cántabro aceptó venir a Valladolid para jugar con un equipo que militaba ¡en Tercera División!
Con 1.500 pesetas de ficha y poco más de 300 de sueldo, Sañudo se incorporaba a filas blanquivioletas mientras compaginaba el Derecho Romano, el Civil o el Natural. Al parecer, natural fue para él anotar 19 goles en esa campaña en 12 partidos disputados. Porque en la siguiente, 1933-34, Sañudo volvería a ser el máximo goleador con 20 dianas de un equipo que logró además el ascenso a Segunda División. Tal demostración de delantero centro dejó huella en la capital de España y en concreto en el Real Madrid, que de una tacada incorporaba a los dos futbolistas con más gol de la plantilla vallisoletana: Pablo López y Sañudo. A éste, además, le abrieron las puertas al prestigioso bufete de abogados Garrigues en Madrid, con lo que su incorporación estaba más que cantada.
En el Real Madrid, Sañudo militó dos campañas, hasta 1936. Fue internacional y anotó 43 goles en liga, en 38 partidos disputados, y 9 en Copa, en 10 encuentros. Un delantero centro que en las dos temporadas con los blancos disputó el título de máximo goleador nacional a Lángara y que fue bautizado con el apodo de ‘Pies de oro’. Para las hemerotecas se guarda el impresionante registro siguiente. Fue un 3 de febrero de 1935 en el Estadio Chamartín. El Real Madrid derrotaba al FC Barcelona por 8-2 con cuatro goles de su delantero centro Sañudo en los minutos 21, 35, 47 y 81. Ahí es nada.
Con la guerra, Sañudo volvió a Torrelavega, al seno familiar, aconsejado por su padre para que se dedicara a los negocios que tenían abiertos de peletería y zapatos. Cuando concluyó el conflicto, el Real Madrid le eximió de volver a incorporarse a su disciplina siempre y cuando no firmara por un equipo que pudiera hacerle competencia. Aún era temido. Así que tras una campaña en el Deportivo Torrelavega y otra en el Barreda Balompié, se dieron una serie de concatenaciones para que Sañudo volviera a vestir la camiseta blanquivioleta. Valladolid, a través del barrio de Tenerías, era una zona en la que se trabajaba el cuero, la piel y la suela, así que el contacto de Fernando Sañudo con la ciudad siguió muy vigente.
En 1941, Ildefonso Fernando Sañudo volvía a las filas del Valladolid. Y lo hizo anotando la nada desdeñable cifra de 23 goles en Segunda División. Los aficionados recuerdan cómo Sañudo iba y venía en coche desde Torrelavega para disputar los encuentros de los domingos realizando más de 300 kilómetros por esas carreteras de antaño. En más de una ocasión, llegaba tan justo al partido que verle aparecer con su coche ya casi cuando el equipo estaba presto a salir al campo era para todos un síntoma de algarabía plena, pese a que despojaba de la camiseta al jugador al que el entrenador Esteban Platko inicialmente había concedido el ‘9’.
El Real Valladolid jugó ese año, pese a militar en la categoría de plata, las semifinales de Copa ante el Athletic de Bilbao. En cuartos se había impuesto al Atlético de Aviación (antecedente del Atlético de Madrid y conjunto en el que también militó durante algún tiempo Sañudo) que jugó su encuentro en Vallecas, al tener el campo en reconstrucción tras el conflicto bélico.
En Zorrilla, ambas escuadras habían empatado 3-3 y la clasificación se jugaba en Madrid. Un gol de Sañudo de magistral empalme supuso el 2-3 y la alegría de muchos paisanos vallisoletanos que acudieron a ver el partido, entre ellos, como confesaría posteriormente, un joven Miguel Delibes.
El periodista Manuel Domingo ‘Rienzi’, colaborador de El Norte de Castilla, Madrid y Radio Nacional, escribió de esa tarde y del tanto de Sañudo: “Ese gol debe esculpirse en piedra para que las nuevas generaciones lo conozcan”.
En semifinales, y tras caer 6-1 frente al Athletic en la ida, el Valladolid estuvo a punto de hacer la hombrada ya que a las primeras de cambio se puso 3-0, pero no lograría más goles.
Al año siguiente, Sañudo siguió marcando y siendo el máximo artillero de su equipo con 14 tantos, en una campaña en la que el Valladolid disputó por primera vez en su historia la promoción a la máxima división contra el Granada.
Ese año, en el que Sañudo estaba presto ya a colgar las botas, iba a pasar la historia después por otro hecho relevante. El 14 de febrero de 1943, la Real Sociedad jugaba en el José Zorrilla un partido de competición. En sus filas, un joven portero de 19 años, Eduardo Chillida, fue de lo mejorcito de aquel partido que concluyó 1-3 para los donostiarras.
Eduardo Chillida Juantegui había debutado el 27 de septiembre de 1942 en un partido contra Osasuna. Forjado en las playas donostiarras, jugó como titular catorce partidos en los que encajó dieciséis goles. Esa temporada, en la que la Real logró ascender a Primera, Pedro Chillida, su padre, ejerció de presidente de la entidad Txuri Urdin. Pues bien, como indican varias fuentes, por lo visto en ese encuentro hubo un encontronazo fortuito entre Sañudo y Chillida que le provocó al guardameta la famosa triada. Pese a que fue operado varias veces de la rodilla y reapareció cuatro meses después en un amistoso, nunca se recuperó, abriendo de esta forma una nueva etapa artística en su vida tras estudiar Arquitectura en la capital de España y convertirse en un auténtico icono del arte mundial.
Pies de oro… manos de oro.
* Santiago Hidalgo es escritor y gerente de la Fundación Universidad Europea Miguel de Cervantes.
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– Fotos: Juanjo Martínez Teja (El Diario Montañés) – El Mundo – Contrameta
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