“En San Mamés, en un choque que tuve la fortuna de ver, el Real Madrid realizó un pésimo primer tiempo, con Velázquez en el banquillo, y una aceptable segunda parte cuando el madrileño se incorporó al juego. Sin embargo, Miljanic parece más decidido a dejar fuera al madrileño antes que al alemán; hoy por hoy parece ser un simple meritorio, aunque no haya justificación lógica posible para este hecho”.
Estas líneas las escribió Antonio Estapé, colaborador del Mundo Deportivo en Madrid, el 3 de enero de 1975, mediada la temporada 1975-76. La carrera de Manolo Velázquez tocaba a su fin y un año antes había llegado al Real Madrid el alemán Günter Netzer, que había asombrado a Europa en la Eurocopa de 1972 con la República Federal de Alemania, en la final ante la URSS, aunque es cierto que nunca volvió a jugar al nivel al que lo hizo aquel año. En aquellos días de mediados de la década de los 70, uno de los debates de la actualidad de equipo madridista que entrenaba Miljan Miljanic era si debía jugar Velázquez o si lo debía hacer Netzer. O incluso los dos a la vez.
Las crónicas de la época hablan de una presunta incompatibilidad de ambos en el mismo once en la posición de interior izquierdo, porque el equipo se resentía defensivamente. Problemas del fútbol actual que ya sucedían hace casi 40 años aparte, Manuel Velázquez Villaverde llegó mucho antes de aquel año 1975 al club. Tras una cesión de una temporada al Rayo Vallecano y otra posterior al Málaga de dos campañas, llegó a la primera plantilla del Real Madrid en 1965, ya para quedarse de la mano de Miguel Muñoz en el banquillo.
Manolo siempre vivió en el debate entre el asombro que despertaba su fútbol y una cierta desconfianza hacia su carácter, personalidad y entrega en el terreno de juego por parte de la prensa y la afición.
Estuvo 12 temporadas en el primer equipo, vivió el esplendor de los Ye-yé, participando en la sexta Copa de Europa como cerebro de un equipo que venció al Partizán en la final de Heysel y asombró al fútbol europeo. Por delante de Pirri y de Zoco, junto a Serena, Amancio, Grosso y Gento, Velázquez diseñaba pases milimétricos en largo, tenía una visión privilegiada y una elegancia inusitada para desplegar su fútbol. En su primera temporada como jugador del primer equipo a todos los efectos se proclamó campeón de Europa jugando como titular. Después llegarían 6 Ligas y 3 Copas del Rey para completar un palmarés fantástico.
Sus detractores, que los había, criticaban lo que se conocía como su “endeblez física” y le acusaban de ser un jugador demasiado frío e irregular. Como otros grandes jugadores en la historia del Real Madrid, tuvo que luchar para ganarse el respeto de un estadio que le aplaudía a rabiar en ocasiones y le censuraba por igual en otras.
Su ídolo siempre fue Pancho Puskas. A Manolo siempre le dolió especialmente que le acusasen de jubilar al húngaro y las palabras que escribió sobre él en el diario As con motivo de su funeral, el 11 de diciembre del 2006, conmueven:
“Puskas, y lo digo muy alto, era mi ídolo futbolístico. Admiré a Di Stéfano y a Gento, dos estrellas superlativas, pero Pancho tenía algo especial. Su capacidad para definir, su quinta velocidad en un espacio de veinte metros, su zurda prodigiosa, su humanidad… Como nací en la calle Víctor Andrés Belaunde, a escasos 300 metros del Bernabéu, confieso que varias veces hice novillos en clase para escaparme al estadio a ver entrenar a mis ídolos… pero sobre todo al señor Puskas. ¡Qué golazos!
Para mí, Puskas ha sido siempre un referente clave en mi carrera. Para empezar, no admitiré que nadie diga que yo le arrebaté el 10 de la espalda cuando en 1966 me hice con la titularidad y Pancho se quedó fuera del once de la final de los ye-yés en Bruselas. A Puskas le retiró la edad, porque con casi cuarenta años y algo de tripita no se le podía exigir más. Pero hasta el final siguió siendo un futbolista único. Por eso, puedo decir orgulloso que cuando en 1969 el club le homenajeó ante el Rapid de Viena (ganamos 4-2) y se decidió que yo le sustituyera para que él me diese su camiseta con el 10 a la espalda, me llegaron a temblar las piernas. Yo era muy tímido y sabía que ese momento sería mágico e irrepetible.
Se iba para siempre Pancho, mi admirado Pancho, con esa sonrisa sincera que lograba que en nuestro vestuario nunca hubiese malas caras ni gestos sombríos. Su corazón era más grande que su talento, que para mí fue descomunal. No olvido una apuesta en un entrenamiento, cuando ya era compañero mío. Dijo que tiraría diez tiros desde fuera del área a la escuadra y que haría diana al menos en cinco. ¿Saben cuántos balones golpearon en la cruceta? ¡Ocho! Un genio”.
486 partidos con la camiseta del Real Madrid hablan muy a las claras del hueco que tiene Manolo Velázquez en la historia del club. Era de los jugadores que con su participación mejoraba la jugada y eso denota un entendimiento del juego al alcance de unos pocos elegidos.
Llegó a coincidir varias temporadas con Vicente del Bosque en el centro del campo del Real Madrid. Ambos tenían la virtud de ejecutar con maestría el pase largo hacia los extremos, y en aquellos años el Bernabéu pudo disfrutar de contar con esos dos futbolistas de visión privilegiada. Falsos lentos a los que la cabeza les funciona más rápido que las piernas.
Con la selección española fue diez veces internacional, en una época difícil (España quedó fuera de los Mundiales de 1970 y 1974) en la que además se jugaban muchos menos partidos internacionales al año.
Fue de los primeros, cuando el cuerpo dijo basta, en emigrar y probar la aventura americana. Se enroló en las filas del Toronto Metros-Croatia canadiense, en la extinta North American Soccer League. Antes tuvo su partido homenaje, cuando aquellos partidos eran más especiales que ahora. Fue el 24 de agosto de 1977 ante el Eintracht Brunswick, equipo alemán del que había llegado en 1974 Paul Breitner, compañero durante tres temporadas de Velázquez en el Real Madrid.
Él mismo consideraba en el día de su adiós que su relación con el Bernabéu había sido fría, distante, pero aquel día le aplaudió a rabiar; su hijo Víctor hizo el saque de honor y Don Santiago Bernabéu, ya enfermo y con el que había tenido algún desencuentro, cogió un avión desde Santa Pola para estar presente en el día del adiós de Manolo como jugador del Real Madrid.
* Alberto López Frau es periodista.
– Fotos: Real Madrid – RFEF
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