Imagino un escenario. Me llega la propuesta de cambiar de trabajo, de realizar lo que me gusta, en lo que me he formado. Trasladarme de donde me siento cómodo, realizado. En definitiva, donde soy feliz. Estoy en un modesto medio de comunicación de ámbito local-provincial. Ambiciono la posibilidad de dar un paso adelante y llegar a un lugar mejor, más grande, más conocido, con mayor repercusión, con un remuneración económica mayor y unos retos más ambiciosos. Sin embargo, para conseguirlo debo desplazarme a otra ciudad, lejos de donde me he formado, a kilómetros de mi familia. De un entorno que tengo memorizado al dedillo. Es volver a comenzar de cero, porque aunque en el fondo el trabajo es el mismo, el método cambia. El entorno es nuevo. Y también lo son los compañeros y la exigencia y las expectativas generadas en quien me contrata.
Traslademos toda esta situación al fútbol. A cualquier jugador que cambia de equipo le sucede, en la mayoría de casos, lo mismo. Cambia su manera de vivir, sus rutinas, sus hábitos, sus compañeros de vestuario, un método aprendido de un técnico y en un equipo, con unos objetivos, con unas exigencias diferentes, a un entorno casi contrario. Un giro de 180 grados. Solo los elegidos, los que comen aparte, saben lo que significa y superan este trance como si nada. «No se necesita adaptación» es una frase muy escuchada en el día a día. “Con lo que cobran…” es otra afirmación que suele ir a continuación. Para estos elegidos no se usan. Pero en el caso de Tomás Pina u otros jugadores, sí. Como si cambiar de equipo fuera sencillo. Y no siempre es así.
Llegados a este punto, Tomás Pina aún no se ha encontrado. Parece seguir impactado, sobrepasado por el reto que se ha encontrado. El mediocentro manchego ha pasado de jugar en el filial del Mallorca, en el Grupo III de la Segunda B, hace poco más de dos temporadas, a fichar por el Villarreal C. F. De ser un jugador bregador, intenso, quien marcaba territorio en el centro del campo del equipo balear en primera división, porque así lo exigía Joaquín Caparrós, a tener que ofrecer algo más. Y sigue estancado, perdido, sin encontrar su brújula. Con la sensación de que, por ahora, su rol no está definido. Que está empequeñecido ante gran parte de sus compañeros, sobre todo si hablamos de los acompañantes del mediocampo.
Cuando quedan tres jornadas para llegar al final de la primera vuelta, el gran funcionamiento colectivo minimiza el rendimiento de algunos jugadores, que en ciertos casos no pasa de un simple aprobado. No solo de Pina, un recién llegado. Pero hablando del jugador manchego, es evidente que por ahora no mezcla bien. Ni con Bruno ni con Trigueros, los dos otros mediocentros que han jugado esta temporada. A expensas de qué pasa con Farinós (sigue de baja por su operación en el tendón de Aquiles), los únicos disponibles para Marcelino para ocupar esta demarcación. De ahí que el asturiano recurriera, por ejemplo ante el F. C. Barcelona, a Edu Ramos, jugador con ficha del filial incorporado hace unos veranos procedente del Málaga C. F.
Hasta la fecha, aunque está en la lista de futbolistas de la plantilla amarilla con más minutos en sus piernas, a Pina es complicado asignarle el papel de titular. Por no hablar del calificativo indiscutible. Indudablemente no lo es. Entre parte de la afición amarilla ya se debate sobre si su contratación ha resultado un fiasco. Conclusiones, casi siempre que se realizan afirmaciones de este tipo, tal vez precipitadas y exageradas.
Pero ¿qué pasa con Pina? Solo el futbolista y el cuerpo técnico amarillo, con Marcelino García Toral a la cabeza, pueden responder a esta pregunta. Pese a ello, expongamos unos aspectos que hay que considerar. El Villarreal C. F. es un equipo hecho. Un bloque sólido que, pese a ser un recién ascendido, tiene una mayoría de jugadores que ya saben lo que es jugar juntos en primera división. Han aprendido y tienen interiorizado el modelo de juego, qué busca Marcelino en ellos. Pina, el jugador bregador, necesita dar mucho más. No le vale con lo aprendido en Mallorca. Sin el esférico, más que menos, sigue siendo el mismo. Ahora bien, con el balón sufre jornada a jornada. No ha aprendido el nuevo lenguaje que sí utiliza el resto de compañeros.
A excepción del partido ante el Atlético de Madrid, ninguna de sus actuaciones es digna de destacar, ni por lo bueno ni por lo malo. Es casi un jugador invisible, con poco peso en el juego. Ni pide el balón, si se posiciona correctamente, muchas veces, a la hora del repliegue defensivo. Su físico impone menos de lo que requiere el equipo. Y en más de un partido ha faltado comunicación para alternar con Bruno las subidas en ataque, cuando ha coincidido de inicio en el once inicial con el mediocentro de Artana. El box-to-box lo interpreta mejor el capitán que el manchego.
Pina necesita pensar mucho para decidir un pase donde desplazar el balón en estático. Ralentiza el ritmo de juego y permite el repliegue rival. Cuando le ha tocado convivir en el equipo con Manu Trigueros, ha sido casi siempre el talaverano quien se ha encargado de recoger el balón desde la defensa. Es decir, Pina se encontraba por delante del exjugador del Murcia. En parte, porque Marcelino maneja el registro de que cualquiera de los mediocentros tiene tanto el permiso como la orden de subir al ataque y replegar. Se alternan en estas labores.
Por tanto, ¿hay solución para encontrar una mejor versión de Pina? Por supuesto. Partiendo de la base de que en las últimas semanas parece entonarse, todo debe empezar por entender el lenguaje que habla el resto de compañeros. De unirse a esos diálogos. De su paciencia en seguir dando pasos hacia adelante. Y de que esas mezclas que, por ahora, no se han visto, vayan evolucionando para que Pina se sienta cómodo. Que ese empequeñecimiento ante sus compañeros pase a ser un crecimiento de la mano del equipo. Marcelino, que seguro ha detectado este problema, está trabajando en solucionarlo.
Porque en el Villarreal C. F., además de los jugadores que para el técnico asturiano son el corazón, el cerebro y la columna vertebral (Musacchio, Bruno, Cani y Gio), todos son necesarios. Deben sentirse útiles porque el bloque es el gran secreto del éxito amarillo. Y de este forma parte Pina. De su adaptación definitiva y consolidada depende gran parte del futuro del equipo. Porque en el corazón del equipo, el centro del campo, se cocina todo. Y sin esa integración, los retos ambicioso que se plantea el club, una vez lograda la permanencia, primer y principal objetivo, será más complicado que se logren.
* Pablo Beltran es periodista.
– Foto: Juan Carlos Cárdenas (EFE)
©2024 Blog fútbol. Blog deporte | Análisis deportivo. Análisis fútbol
Aviso legal