La diferencia del Barça de Tito con el Barça de Pep es… de momento, ninguna. Habrá diferencias, por supuesto, ya que en toda obra humana, por superficial que sea, la hay pero aún no ha dado tiempo a que aparezca. Tito hará sus propias evoluciones, construirá modificaciones sobre un plan común y, sin duda, dentro de cierto tiempo se habrán revelado ciertas diferencias. Pero todavía no. El del domingo fue el Barça de siempre, si entendemos por «siempre» los últimos cuatro años. Un Barça donde quien se mostró más en forma fue el balón, capaz de correr a máxima velocidad, como si no hubiese transcurrido el verano. La Real Sociedad, como hace un año el Villarreal, contribuyó al acierto blaugrana al mostrarse incapaz de cerrar las líneas de pase del equipo local, que es tanto como lubricar el cuero para que acelere su marcha. No hay nada más dañino que dejar abiertos los pasillos ante el Barça: el balón vuela por ellos.
A partir de esa premisa, el equipo de Tito se encuentra en su hábitat más confortable: se sitúa bastante alto en el campo, con Busquets varios metros por delante de donde solía, y el juego de posición hace el resto. Se pierden pocos balones porque los futbolistas se mueven de forma agrupada; los que se pierden, se recuperan con prontitud pues basta un mínimo esfuerzo para hacerlo, estando como están en superioridad numérica y posicional sobre los contrarios; los extremos abiertos permiten balancear el juego fácilmente hacia el costado débil del rival; los laterales intensos y energéticos corren riesgos a sus espaldas, pero siembran pavor al frente; las pocas veces que debe defenderse de manera organizada se hace en 4-4-2, con repliegue medio para facilitar esos contragolpes puntuales y cortos que tanto le gustan a Messi… En fin, procesos todos ellos vigentes desde hace tiempo y que no son novedad.
Ni la supuesta mayor verticalidad, ni la posición interior de Cesc suponen diferencias respecto del Barça de Pep. La mayor o menor verticalidad depende en gran medida de la vocación del conjunto rival: si cierra todas las líneas de pase, exigirá un recorrido más horizontal al Barça; si las permite, como la Real, el Barça aprovechará el regalo para ser más profundo, con menos pasos intermedios. En cuanto a Fàbregas, la idea de su fichaje siempre fue convertirle en el puente que uniera a Busquets con Messi mientras Xavi manejaba la batuta. En esa tarea no brilló el curso pasado y Tito decidió reincidir en ella desde el primer día, lo que suena bien si acaba bien, sobre todo ahora que Xavi empieza -muy levemente todavía- a encontrar en Messi a su heredero a la hora de marcar el tempo de un partido.
Bien pensado, quizás si hubo una diferencia con el Barça de Pep y consiste en que el Barça de Tito ataca con un jugador más: Jordi Alba, el Alves del costado izquierdo. Más intensidad arriba, y también algo más de riesgo en caso de pérdida de un primer balón. Así las cosas, esperemos nuevos partidos antes de sacar conclusiones. Por ejemplo, comprobar si el Real Madrid regalará las líneas de pase como hizo la Real Sociedad. Parece dudoso que suceda. A base de derrotas, el Madrid de Mourinho aprendió a hacerle daño al Barça: cerrando pasillos, apretando a quien saca el balón, esperando esa pérdida inoportuna en zona de riesgo y lateralizando sus contraataques. Le costó bastantes partidos, pero al final consiguió torpedear el avance posicional y agrupado de los hombres de Pep. Ahora que Mourinho ya conoce y domina el antídoto blaugrana, esperamos con interés qué nuevo «veneno» ha encontrado Tito.
– Foto: EFE
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