"Lo que equilibra a un equipo es la pelota. Pierde muchas y serás un equipo desequilibrado". Johan Cruyff
El fútbol es acción y reacción, preguntas y respuestas. Problemas a los que encontrar soluciones transitorias que dejan de ser útiles en cuanto el rival plantea nuevos interrogantes. En diciembre, Mourinho parecía tener todas las respuestas al enigma, pero Guardiola le cambió las preguntas. Ahora, el Barça dominaba las certezas hasta que el Madrid le introdujo nuevas incertidumbres y se llevó una batalla que preludia cien más. El fútbol consiste en tomar decisiones. Cuando un equipo conquista 13 de los 17 títulos que disputa y los que pierde los compite sin desmayo ni renuncias, es que las decisiones fundamentales fueron bien tomadas. Las del entrenador para establecer un modelo de juego y las de los futbolistas para ejecutar las instrucciones y desplegar su talento. Las del presidente que le nombró y el secretario técnico que lo eligió, más todos aquellos que intervinieron para que fuese así. Todos ellos han cometido errores en el entretiempo, pero las grandes decisiones fueron acertadísimas.
Conviene recordarlo en este día de derrota liguera. Guardiola explicó una vez que sería en la derrota cuando se comprobaría si existía fidelidad al modelo de juego o no. Recordó que hace relativamente poco tiempo, cuando el Bayern o el Manchester United ganaban la Champions, en Barcelona se decía que el modelo de juego posicional estaba caduco. Que así no se podía llegar a ninguna parte, que hacía falta músculo y juego directo. Y el entrenador concluía su reflexión mostrando dudas. Dudas sobre la fortaleza de las creencias. No durante la victoria, sino cuando llegase la derrota. Bien, pues la derrota ha llegado y ahora empieza lo bueno: saber si se irá hasta el final de todos los sprints con el mismo convencimiento. De Guardiola y los jugadores, que pueden equivocarse en una decisión puntual o en una ejecución concreta (y eso ha ocurrido en los dos últimos encuentros), no tengo la menor duda de su respuesta positiva.
Nuestros juicios acostumbran a estar sesgados por el resultado final de cada encuentro, lo que nos ciega para ver el horizonte de medio plazo. La cuestión es que el Real Madrid ha realizado una temporada fenomenal: 88 puntos sumados en 34 partidos, 109 goles y victoria en el Camp Nou. Ha tenido que protagonizar semejante esfuerzo colosal para batir a un equipo legendario. Es una proeza sensacional para los blancos, pero ¿debe generar alguna repercusión en el ideario blaugrana? La derrota sufrida, las dificultades padecidas, los errores en el remate o en la circulación del balón, ¿deben hacer dudar de las creencias futbolísticas y del modelo, como temía Pep? Ni hablar. Eso sería un error mil veces más grave que todas las derrotas juntas.
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