El año que ha concluido ha sido crítico para el Barça: ganó menos títulos que en temporadas anteriores; se fue el entrenador que amalgamaba todas las energías; fue sustituido por una incógnita, aunque coherente con la idea de la casa; recayeron en sus enfermedades el hombre que levantó la última Champions y el nuevo técnico; padecieron lesiones varios jugadores que eran puntales del equipo; otros puntales rindieron en tono bajo; y, en algunos momentos, el conjunto pareció harto de interpretar siempre la misma sinfonía. Frente a semejantes problemas, el colectivo podía haber reaccionado con melancolía o decepción pero lo hizo con energía renovada. Una sucesión de hechos negativos puede desembocar en una crisis de consecuencias perversas, pero también puede generar nuevos estímulos y esa ha sido la reacción del Barça ante su año crítico: salir a flote. La columna vertebral del equipo se fue recuperando de sus dolencias o “ausencias”; las duras derrotas en Champions y Liga, vividas en su estadio y culminadas con la ovación de la grada, se interiorizaron como errores propios que debían corregirse; y las rutinas tácticas recibieron nuevas actualizaciones. En conjunto, el año contuvo tres grandes períodos: el agridulce final de la era Guardiola; el incierto inicio de la etapa Vilanova; y la rotundidad de lo que parece el retorno de todas las piezas a su mejor rendimiento.
Quizás la gran noticia del año para este equipo es su capacidad de superar momentos críticos. El mérito no consiste en no padecer dichas crisis (entendidas como derrotas de impacto, rachas de lesiones o incidentes inesperados), sino en la voluntad colectiva de rebasarlas. Dicha voluntad es decisiva en el deporte, donde no hay garantía de triunfo permanente y la salud es un bien siempre frágil. Querer superar los retos y las dificultades resulta determinante y aunque todo deportista y todo equipo prometen hacerlo, no todos consiguen llevarlo a cabo de manera consistente y constante. Del Barça podemos destacar precisamente esto: ha logrado ser tenaz en el empeño, fuese cual fuese el momento crítico a superar. No confundamos al lector: este equipo del Barça no es inmune a los problemas, ni posee la fórmula mágica para superarlos todos sin despeinarse. Lo que posee es una gran fuerza colectiva que consigue transformarse, sea en energía, sea en deseo, sea en eficacia, y crear las condiciones para vencer dichos problemas. 2012 ha estado lleno de incidencias, desde las más previsibles hasta las más sorprendentes, y cabe pensar que 2013 no será muy distinto: el mapa del año para cualquier equipo es similar en cuanto a recovecos, obstáculos y tropiezos. La diferencia reside en la capacidad del colectivo para ir a por esas dificultades sin esperar a que lleguen tiempos mejores. Los tiempos siempre son duros y las crisis siempre están ahí, dispuestas a engullirlo todo. Más que en las victorias, el éxito consiste en no desfallecer nunca.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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