Una experiencia autotélica es aquella que se realiza no por la esperanza de ningún beneficio futuro, sino porque hacerlo en sí es la recompensa.
¿Y por qué es interesante esta idea en el fútbol? Su aplicación y beneficios son indudables. Si yo juego un partido de máximo nivel con un enfoque autotélico, estaré prestando atención al partido, en todo su detalle y profundidad. En nada más. Es indudable que mi rendimiento será extraordinario, siempre que tenga las capacidades para ello, claro está.
Si por el contrario juego ese partido porque quiero ganarlo como sea –enfoque exotélico–, estaré dividiendo mi atención entre lo que tengo que hacer y sus consecuencias. Y como somos de recursos limitados, mejor enfocarnos en el juego, o perderemos rendimiento.
Luego sería interesante crear un contexto autotélico en el fútbol. Para conseguirlo, describo a continuación una serie de recomendaciones de fácil implantación, que pueden ser útiles para entrenadores y directores técnicos, así como para los propios jugadores.
En el caso que nos ocupa, delimitación hace referencia a la percepción que tienen los jugadores sobre lo que se espera de ellos. El entrenador, ineludiblemente, debe delimitar con claridad las tareas, las funciones y los roles. Estar bien colocado es de vital importancia para un buen funcionamiento del grupo. Además, las metas deben estar bien claras, sin llegar a generar ningún tipo de duda.
En consulta, un tema recurrente por parte de los jugadores es la queja de que el entrenador lo está volviendo loco y no sabe qué quiere. En otras palabras, los futbolistas experimentan indefensión por no saber lo que se les pide.
Una pequeña corrección en este sentido puede salvar a muchos inquilinos de los banquillos
Que los jugadores perciban que el entrenador se preocupa de lo que están haciendo en el momento, de cómo están progresando en ese instante, de sus experiencias diarias, en vez de preocuparse tan solo de la actuación del domingo o la clasificación final al acabar la temporada produce una serie de beneficios que redundan en la calidad del trabajo, afianza la relación entre jugador y entrenador y mantiene a raya la desmotivación.
Mención especial a esos padres o representantes de jugadores de formación que se preocupan más por el club por el que ficharán el año siguiente o a su carrera cuando sean profesionales. Es precisamente esa proyección futura la que hace que el jugador se sienta desasistido en su día a día. Y es ahí, en el trabajo diario, donde se produce la mejora.
El entrenador dispone de una serie de herramientas técnicas y tácticas que ofrecer a sus jugadores para que sientan el control sobre lo que sucede en el terreno de juego. No hay espectáculo más maravilloso que ver a un jugador capaz, utilizando todos sus recursos sin apenas pensar en ellos, para influir en el juego y, si puede, en el el resultado.
Es tarea del entrenador generar esos espacios de aprendizaje donde los jugadores apuntalen sus capacidades y las lleven un poco más allá. No es tanto tener capacidades, sino sentir que las pones a tu servicio. No es tener el control, sino la posibilidad de control en sí.
Los jugadores necesitan retos. Han sido educados en la cultura del orden que conllevan los desafíos. Esta variable debe estar permanentemente en la cabeza del entrenador. Cada ejercicio, cada situación, debe aportar ese grado de dificultad que se ajuste a las capacidades tanto individuales como colectivas del grupo entrenado y les ofrezca la oportunidad de probarse, de aprender algo nuevo, de sentirse capaz.
No podemos esperar que la experiencia autotélica se produzca por sí sola. Será difícil en situaciones rutinarias, mecánicas, ineludibles en la preparación de un equipo de fútbol. El entrenador tiene que ser ese acicate que continuamente esté poniendo a prueba a sus jugadores, o estos le abandonarán.
* Mar Rovira.
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