Lamento la tardanza de estas líneas que tendrían que haber caído ayer. Lamento también la previsibilidad de tener que citar a Camba en este texto de presentación que ni en el baloncesto me puedo excusar. Estaré aquí por cuatro días y el descuento para hablar sobre la Copa del Rey de baloncesto. Realmente no es un torneo cualquiera. Es la Copa del Rey, pese a que éste, el último, sea más figurante que protagonista. Por suerte para el espectáculo, por muy variopinto que sea matar un elefante o cambiarse de cadera como de calzoncillos.
Mi nombre no es Camba, pese a la tentación de colocar aquí aquella presentación tan suya en el ABC de la época. Yo soy muchos y él era uno, el columnista. Camba traducía la anécdota en categoría y yo trataré de ir defenestrando categorías hasta llevarlas a las anécdotas de la cafetería del Martín Carpena o el transcurso del sexto de mi ascensor al cero. De Los Guindos al Muelle Uno pasando por las historias que tocan a la puerta cuando se está a otra cosa. La vocación de estas líneas es contar otra Copa, la que uno no ve, porque lo que usted observa por la tele o en el estadio no necesita ya que nadie se lo cuente. ¿Con qué permiso entro yo en sus ojos, con sus gafas empañadas y su miopía, a mirar un partido? Deje, deje, usted disfrute y luego lea.
Lo que pase en la cancha, por si alguien no ve con la precisión del detalle, lo hará Dani Arias unas líneas más arriba o más abajo. Lo que yo vea estará pasado por el filtro del pronombre personal y principios de vista cansada, que a mis veintiuno ya es algo de lo que puedo ir presumiendo. Lo pasaremos bien. Súbanse. Vamos a disfrutar (de) unas buenas Copas. Será breve, pero parafraseando a Wilder (no Billy, sino Thornton), disfrutemos del helado mientras esté en el plato. Pueden llamarme Fran.
* Fran Alameda es periodista.
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