«La maratón está basada en el sufrimiento. Por eso un rico no puede triunfar jamás en una maratón». Haile Gebresselassie, posiblemente el mejor fondista de lo que llevamos de siglo, explicó así por qué donaba la mayor parte del dinero que ganaba por competir y por qué la sobriedad no era una circunstancia en él, sino una elección.
Kilian Jornet se le parece en eso. El campeón del mundo de skyrunning, Kilian Jornet vive en su caravana o en apartamentos alpinos, su entrenamiento se basa en las ganas que tiene de descubrir otro valle, se nutre de pan con crema de chocolate y golosinas y apenas usa el material que le mandan sus patrocinadores, que muchas veces termina regalando. Hay poco que rascar en él, es tal cual parece, y esa autenticidad seduce.
La comparación de Kilian con el otro megarreferente del ultrafondo español, Josef Ajram, resulta inevitable. Ajram empezó a sacar la cabeza en los medios tras ganar una Ultraman, que consiste en cubrir la distancia de dos Ironman en tres días: 10 kilómetros de natación en aguas abiertas y 145 kilómetros de bici el primer día, otros 275 kilómetros el segundo y dos maratones seguidas el tercero. Desde ahí, todo fue rodado. Michael Robinson se interesó por el fenómeno, los patrocinadores se le acumulaban y su cuota mediática se disparó, ya fuera para charlar sobre finanzas o para comentar sus competiciones extremas.
A principios de verano se propuso realizar siete Ironman en una semana, una en cada una de las islas canarias, como parte de un proyecto de su patrocinador. Lo intentó una semana después de terminar la Titan Desert, una carrera en mountain bike con etapas de siete u ocho horas. Al segundo día del gran reto, Josef tuvo que abandonar con síntomas de deshidratación. Los comentarios de las noticias y las redes sociales sacaron a flote cierta rechifla. Ajram descubrió entonces que su personaje escuece a unos tanto como inspira a otros.
Como él mismo admite, Josef Ajram es un producto de márketing del que sacan provecho él y las marcas que se le asocian. Comparemos, por ejemplo, el silencio con el que entrenan y compiten los mejores gimnastas o waterpolistas del mundo con el estruendo que provoca cada nuevo reto de este chico. Su talento, por supuesto, no es el de un deportista de élite, pero las figuras deportivas no viven solo de sus dones, más todavía en el entorno mediático en el que vivimos, poco dado a la profundidad. Josef se ha dado cuenta antes que nadie y le ha sacado rédito con un perfil poliédrico que es una mina: carisma sin igual ante la pantalla, broker hipertatuado y atleta extremo que lucha por superarse. Con estos mimbres, qué más da si gana o no.
– 1ª parte: No diga deporte, diga Kilian Jornet
– 2ª parte: Kilian es humano, pero más
* Pau Farrás es periodista.
– Foto: Reuters
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